Smetana
Recientemente he tenido
acceso a varios vídeos con actuaciones de Daniel Barenboim tocando o dirigiendo
en los últimos meses, interpretaciones que evidencian el momento de impresionante
lucidez y sabiduría en el que se encuentra últimamente. En primer lugar ha sido
una versión en la Musikverein de Viena (diciembre de 2016) de Mi País o Mi Patria de Smetana, algo anterior y algo menos decantada que la
interpretación, comentada en este blog
el 22 de junio, que hizo en el concierto de apertura de la Primavera de Praga
2017. En ambos casos con una excelsa Filarmónica de Viena: esta primera es
bastante similar a la praguense, pero, como digo, algo menos depurada y
apreciablemente más crispada, aristada y turbulenta que la otra. En cualquier
caso, una aportación singular, brillante y tremendamente reveladora a este
magnífico ciclo de poemas sinfónicos, en el que descubre no pocas cosas
nuevas. La transmisión televisiva (que estuvo libremente disponible en
Medici TV los días 15, 16 y 17 de noviembre) ha sido esta vez de gran calidad,
tanto en imagen como en sonido (la versión praguense solo ha circulado -salvo El Moldava- en audio).
Bruckner
Otra joya ha sido la Séptima Sinfonía de Bruckner que ha
dirigido este año, con la Staatskapelle Berlin, en la nueva Philharmonie de
París. La retransmisión (también de Medici TV) no goza de tan buen sonido como
la obra de Smetana -la imagen sí es espléndida-, pero suficiente para
apreciarla en detalle. De las cuatro interpretaciones grabadas que le conozco,
esta es casi tan amplia y morosa como la de la Filarmónica de Berlín (Teldec
1992), la más celebidachiana de las
suyas, pero es aún más emotiva, más intimista, entrañable y madura en los dos
movimientos iniciales, si bien no menos tremenda y escarpada en el scherzo y en el finale que cualquiera de las otras tres. La sabiduría del de Buenos
Aires en esta obra (como en sus hermanas) ha llegado a ser realmente pasmosa.
El éxito que cosecharon él y la sensacional Staatskapelle fue apoteósico: una
ovación interminable. ¡Para que luego digan que los franceses no entienden a
Bruckner! Eso debió de ser, parece de hecho que lo fue, hace tiempo... Piénsese
que Barenboim dirigió el estreno en la capital francesa de nada menos que la Novena Sinfonía de Bruckner en 1975 o
1976, poco después de hacerse cargo de
la Orquesta de París. Casi seguro que en Madrid se había tocado antes de esa
fecha.
Schubert
A poco de inaugurarse la Sala
Pierre Boulez de Berlín, en marzo de este año tocó Barenboim en cuatro
recitales las once Sonatas
completadas -es decir, obviando las fragmentarias- de Schubert; o sea, las
mismas que grabó para DG en 2014. Fueron filmadas por Unitel y Medici TV (https://www.medici.tv/en/artists/daniel-barenboim/)
con una realización visual cuidadísima y capturado su sonido de modo formidable
por los mismos técnicos que hicieron los CDs de DG, es decir los fenomenales
ingenieros del Estudio Teldex de la capital alemana. La calidad de la imagen y
del sonido de esta retransmisión de Medici es, sin duda, lo mejor que he visto
y escuchado hasta la fecha de una televisión: ¡suena igual de bien que los
discos! Tiene dos enormes alicientes: el vivo
y que fueron tocadas en su nuevo piano, el de Chris Maene/Steinway que luce el
nombre "Barenboim". Su sonido es una pura maravilla, también para
estas obras; no es que haya una diferencia grande, pero para mí que suena aún
mejor que el Steinway de los discos de DG. Yo diría que se parece algo más a
los Bösendorfer que a los Steinway normales.
En cuanto a las versiones,
son ciertamente gloriosas. Las he puntuado por mi cuenta y luego he confrontado
esas puntuaciones con las que puse a los discos (comentados en este blog el 18
de septiembre de 2014) y he comprobado que se repiten casi punto por punto. Van
aquí, primero en CD y luego en público: D 537: 10 y 10; D 568: 10 y 9; D 575:
9,5 y 10; D 664: 9,5 y 9; D 784: 10 y 10; D 845: 9,5 y 9,5; D 850: 10 y 10; D
894: 10 y 10; D 958: 10 y 10; D 959: 10 y 10; D 960: 9,5 y 9,5. Son, pues,
bastante similares en líneas generales, con una diferencia: las repeticiones de
las exposiciones presentes casi siempre en los discos han sido normalmente
omitidas en público. Práctica que es quizá lo más habitual para muchos
intérpretes en sonatas y sinfonías. Hay algo que ha llamado mucho la atención:
el increíble partido que suele sacarle al o a los dos movimientos últimos (scherzo si lo hay, y finale). Descuidarlos un tanto, después
del peso específico, la profundidad y envergadura de los iniciales y los
lentos, es un error en el que caen a veces incluso algunos de los grandes
schubertianos: Richter, Brendel, Lupu o Leonskaja. Por cierto, salvo algunas sonatas
(en particular la D 960), Barenboim
las había tocado antes en público muy poco o nada en absoluto, y sin embargo
aquí están todas ellas tocadas sin partitura. ¡Qué enormidad de memoria! Como
dice Joaquín Achúcarro, "¡Barenboim es que es de otro planeta!". Quiero
señalar que hay muchos aficionados que apenas conocen estas obras. Pues bien,
estamos ante el ciclo sonatístico más relevante de la historia, solo por detrás
-¡y no mucho!- del de Beethoven. Al que debe bastante, pero del que Schubert
también se aparta conscientemente -también en lo estructural-, pues su
personalidad es inconfundible en estas Sonatas, de las que al menos ocho son obras
capitales.
Beethoven
Finalmente, hacia el 10 de
noviembre, o sea, unos cinco días antes de su concierto para celebrar, el 15 de
ese mes, su 75º cumpleaños (con la Staatskapelle Berlin y Zubin Mehta, en que
han ofrecido el estreno absoluto de Stretta
para piano y orquesta de Johannes Boris Borowski y el Quinto Concierto "Emperador" de Beethoven), Barenboim
hizo en la Philharmonie am Gasteig de Múnich este último Concierto junto a la Sinfónica de la Radio Bávara y Mariss Jansons.
Velada transmitida con excelente sonido e imagen por la Bayerische Rundfunks
(https://www.br-klassik.de/concert/ausstrahlung-1225990.html), y en cuya segunda
parte Jansons dirigió la Quinta Sinfonía
de Prokofiev. Barenboim hace su primera frase como con cierta inseguridad, vacilación
o falta de concentración, pero inmediatamente coge con firmeza las riendas e
interpreta el "Emperador"
más lírico, íntimo y cantado que le he escuchado hasta la fecha. Pero esto no
significa que descuide el lado grandioso y monumental que también caracteriza la
obra; en absoluto, todo lo contrario. Lo mismo que su fuego, que es abrasador
pero sin el menor descontrol. Lo que más me ha llamado la atención es la
libertad en el fraseo -numerosos hallazgos, a cuál más acertado-, con momentos -los
clímax, por ejemplo- que cortan la respiración. Muy bien de dedos (aunque no es
infalible), la creatividad de este hombre y su sintonía con Beethoven son
legendarias. Y otra cosa: el piano construido por Maene vuelve a ser ideal por
su sonoridad.
En cuanto a la labor de Jansons, es totalmente irreprochable, de
libro, pero carece de esa flexibilidad y esa creatividad del pianista,
resultando en comparación algo rígida. Magnífica la orquesta bávara, en la que
se luce a placer Ramón Ortega, el oboísta granadino que tantos años, desde su
adolescencia, formó parte de la West-Eastern Divan Orchestra. La propina
ofrecida por el pianista fue un precioso y lleno de sugerencias Clair de lune de Debussy, anticipo del
programa monográfico que ofrecerá para Ibermúsica en Madrid el próximo 8 de
enero, a base del Primer Libro de los Préludes,
más las tres Estampes, Deux Arabesques
y L'isle joyeuse. En 2018, centenario
de la muerte del gran compositor francés, Barenboim va a abordar también su
obra orquestal completa e incluso la ópera Pelléas
et Mélisande.