El sello Bel Air acaba de lanzar la hasta ahora mejor interpretación en estos soportes audiovisuales de la ópera postrera del malogrado (¡muerto antes de cumplir los 34 años!) Vincenzo Bellini. No es que hubiera hasta ahora muchas versiones a tener en consideración: una muy floja de DG 2007 en el Met con Netrebko y Eric Cutler (horrible este) dirigida musicalmente por Patrick Summers y con escena (es un decir) de Sharon Thomas. Y otra mucho más presentable, pero tampoco sobresaliente, de Decca 2009 en Bolonia con Nino Machaidze y Flórez, con dirección de Alfredo Mariotti y Pier' Alli. En la de 2007 nada merece la pena aparte de la soprano rusa (tampoco es uno de sus grandes logros), y la segunda goza al menos de una pareja protagonista espléndida y de una correcta batuta, pero carece de una escena consistente.
Esta que ahora publica Bel
Air es bastante superior. Los dos pilares básicos sobre los que se sostiene una
ópera belcantista como esta son los dos protagonistas vocales: Elvira y Arturo.
A diferencia de otros de este estilo, el papel de ella apenas tiene escritas
notas sobreagudas (aunque hay sopranos que las incluyen, como Sutherland o
Sills); en este caso, es una suerte, puesto que la maravillosa cantante que es
Diana Damrau ya no está tan pletórica en ese registro como hace unos años.
Incluso alguno de los agudos más altos que emite aquí no es ya impecable. Pero
este leve reproche es irrelevante frente a sus virtudes, que son todas: belleza de timbre, hermosísima línea
de canto y expresividad, además de su credibilidad como actriz (incluso cuando
tiene que hacer cosas discutibles o no muy comprensibles por imperativo del director de escena). Creo que, hace solo un
lustro, Damrau pudo haber sido la Elvira absolutamente ideal, pues las
demasiado ligeras no son las más convenientes, y por ejemplo Caballé poseía ya
una voz en exceso dramática para cantarlo cuando, en 1980, lo grabó (junto a
Kraus y Muti).
De todos modos, el mayor
asombro de esta versión lo provoca el Arturo de Javier Camarena, que se halla
en posesión de un precioso timbre de tenor lírico-ligero, de una técnica
extraordinaria (¡qué elegancia y nobleza la de su legato!) que le permite emitir unos sobreagudos perfectos,
increíbles por la pujanza de su squillo,
unas notas estratosféricas tan timbradas y bien proyectadas que llenan, que
traspasan de punta a punta el teatro (doy fe: lo escuché en una de estas
funciones del Real). Y todo ello con apariencia de pasmosa naturalidad. Por si fuera poco todo esto, su personaje es
extremadamente comunicativo y sincero, algo en lo que ni Kraus ni Flórez le
alcanzan. Lo tengo por todo ello como, sin duda alguna, el mejor intérprete de Arturo
que he escuchado.
El resto del reparto también
es bueno: Nicolas Testé, un bajo-cantante más que correcto, es un buen Giorgio
(inferior en todo caso a D'Arcangelo, con Mariotti); en cuanto a Ludovic Tézier
(Riccardo) ya se sabe que es uno de los mejores barítonos actuales, en realidad
uno de los muy pocos realmente buenos, y eso que el bel canto creo que no es su fuerte, pues las agilidades al final de
"Ah! per sempre io ti perdei!" no son del todo limpias. Y francamente
bien tanto la Enrichetta de la mezzo lírica Annalisa Stroppa como el Gualtiero
del bajo Miklós Sebestyén.
Evelino Pidò es un
sobresaliente director de las óperas belcantistas, como puede apreciarse en
algunas de sus representaciones y grabaciones -La Sonnambula, Anna Bolena..., pero de las que excluyo rotundamente
la primera que le escuché: L'elisir
d'amore de Decca 1997, con Gheorghiu y Alagna-, y aquí está realmente muy
convincente, obteniendo un partido notable de orquesta y coro (¡no es el Muti
de 1980, claro!...) Y de la escena de Emilio Sagi solo diré que, salvo algunas
cosas que ni entiendo ni justifico, es bastante sensata y encaja bien con lo
que ocurre y lo que suena, lo que no es poco hoy. La escenografía de Daniel
Bianco y la iluminación de Eduardo Bravo me parecen muy acertadas. El producto
final presenta una nitidez de imagen como no la he visto mejor en ninguna
ópera, un sonido muy equilibrado y... ¡subtítulos en castellano!
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