Bartók, Ginastera y Rodolfo Halffter
El Cuarteto Quiroga publica
en el sello Cobra su quinto disco, después de "(R)evolutions" (con
música de los tres grandes de la Segunda Escuela de Viena: Schoenberg, Webern y
Berg), "Statements" (Haydn, Webern, Sollima), Brahms (los dos Cuartetos op. 51) y el que agrupa los Quintetos con piano de Granados y
Turina, junto a Javier Perianes. Es difícil, pero posible, hablar de
superación, porque desde el primer disco el nivel de ejecución e interpretativo
ha sido muy elevado. Pero sí, tal vez continúan superándose a sí mismos y
consolidando una madurez envidiable. Este quinto trabajo discográfico tiene
también título, "Terra", y presenta de nuevo un programa interesante
y poco convencional.
Se abre con el Segundo Cuarteto (1917) de Béla Bartók,
el primero absolutamente personal y revolucionario de su autor, el más grande
compositor de su género en el siglo XX. Esta plasmación sonora de una partitura
en extremo difícil desde el punto de vista de la ejecución y no menos del
estilo y de lo que podríamos llamar la interpretación propiamente dicha me ha
parecido tan admirable que la grabación -que, además, es técnicamente
excepcional- puede situarse a similar nivel que las de los grupos mundialmente
más reputados.
Los tres Cuartetos de cuerda del argentino Alberto Ginastera (1916-1983) son
poco conocidos entre nosotros y apenas existen grabaciones de ellos. A juzgar
por este Primero, op. 20, de 1948,
estamos ante una grave injusticia, pues esta obra -como la de Bartók- recrea con
enorme acierto, sin citarla, la música de su país: en ella, como escribe Cibrán
Sierra, segundo violín del grupo, "están presentes los ritmos gauchos, los
acordes simbólicos de las guitarras pampeanas y mil rasgos más del universo
sonoro del mundo rural argentino", pero sin hacer "de su música un
museo arqueológico del folclore, sino que construye tradición: la procesa, la
actualiza y la reinventa, demostrando la validez y fecundidad artística de la
cultura popular y garantizando de forma dialéctica su pervivencia futura".
Articulado en los cuatro movimientos tradicionales, con el scherzo ("Vivacissimo") en segunda posición, conserva en
su modernidad lingüística una estructura que se inserta en la tradición.
Aunque carezco de referencias
-es la primera vez que lo escucho- es evidente que el Cuarteto Quiroga ha
llegado a la entraña de esta música, lo mismo que ocurre con los Ocho Tientos op. 35 (1973) de Rodolfo
Halffter (1900-1987), compositor madrileño exiliado en México tras la guerra
civil, que se inspira libre y lejanamente en estas piezas en el tiento
renacentista español sin recurrir a citas literales. La armonización entre el
aire arcaico y el lenguaje moderno está realmente lograda. Rodolfo, hermano de
Ernesto, menos conocido que este, "hace suyos [los tientos renacentistas] con
su propia voz, transformando la influencia inicial en un material musical netamente
original y dando sentido al proceso por el cual todo creador construye cultura popular sembrando la semilla de
su propia creatividad en la tierra de la que nace su genio", escribe
certeramente Sierra. Estos preciosos Tientos,
de los que al parecer no se halla disponible ninguna otra grabación, constituye
una diana más de los Quiroga.
A modo de propinas, el
generoso disco, de más de 75 minutos, añade tres deliciosos Ländler (de los D 374 y 378) de Schubert
y un precioso villancico gallego, Panxoliña
para o Nadal de 1829 presente en el Archivo de la Catedral de Mondoñedo,
adaptado a cuarteto de cuerda por Sierra y cuyo comienzo imita con verdadera
gracia el sonido de la gaita. También las propinas tienen conexión directa con
la tierra -la Viena del Biedermeier o la Galicia profunda- que las vio nacer.