La joya...
Harmonia Mundi publicó hace
poco un álbum de 12 CDs que me parece extraordinariamente recomendable y que se
puede encontrar a muy buen precio: la Edición de Lieder de Schubert por Matthias Goerne. Once CDs de lieder más uno de piano solo (la Sonata en Si bemol mayor, D 960, por
Eschenbach). Creo que no hace falta insistir en que el conjunto de los
numerosísimos lieder de Schubert son no
solo es el más importante de la historia de la música, sino que en sí mismo se
erige en una de las colecciones de música más prominentes que existen. Hay,
como se sabe, una grabación de todos estos lieder
(salvo los pocos prescritos por Schubert expresamente para voz femenina) de
veras memorable, la del más grande cantante del siglo XX, Dietrich
Fischer-Dieskau, junto al magnífico pianista intérprete de este género que fue
Gerald Moore (D.G., 1969-1972). Pero como se trata de 21 CDs, tal vez algún
melómano se sienta intimidado ante su tamaño. Yo lo recomendaría, sin dudar un
momento, como una opción insuperable, pero al menos (¡o también!) la colección
de Goerne es muy, muy conveniente.
El barítono alemán
(barítono-bajo ya durante el período en que hizo estas grabaciones) es, con
toda probabilidad, el más importante liederista
desde su gran maestro y antecesor hasta hoy. Y ello pese a la presencia estos
30 o 40 últimos años de otros notables o excelentes intérpretes del género: los
barítonos Hermann Prey, Theo Adam, Tom Krause, Bernard Kruysen, Olaf Bär,
Thomas Allen, Andreas Schmidt, Thomas Hampson, Thomas Quasthoff, Roman Trekel,
Dietrich Henschel, Bo Skovhus y Christian Gerhaher, sin olvidar a los tenores Peter
Schreier o Werner Güra. Goerne (Weimar, 1967) no solo posee una técnica de
canto asombrosa, sino sobre todo una inteligencia superior y una capacidad para
escudriñar en los recovecos del texto y la música de estas obras, casi siempre
extraordinariamente rica en expresividad (que muchos espléndidos cantantes no
aciertan a desentrañar).
Los lieder escogidos aquí se encuentran entre los más destacados de su
autor, pero, por supuesto, han quedado fuera algunos o muchos que son excelentes:
es una pena que la debilitada industria discográfica no le haya permitido a
Goerne llegar a grabar todos los restantes; lo ha hecho con casi la mitad). Y,
por supuesto, se hallan presentes los tres ciclos: La bella molinera, Viaje de invierno y Canto de cisne (bueno, este último título es más bien una colección
de canciones que un ciclo propiamente dicho). El álbum permite apreciar también
la edad de oro (o al menos de plata) que vivimos hoy de estupendos pianistas
especializados en el lied: no solo solistas
como Christoph Eschenbach (que toca los tres ciclos) o la enorme Elisabeth
Leonskaja, sino también los especialistas
en lied Helmut Deutsch, Eric
Schneider, Alexander Schmalcz o Andreas Haefliger, e incluso Ingo Metzmacher.
Este último, al que solo conocía yo como director, resulta ser también al
teclado un músico de gran clase.
Entre tantos elogios, también
debo señalar alguna reserva: en el CD 9, con el pianista Andreas Haefliger (hijo
del excelente tenor, admirable Evangelista en las Pasiones de Bach y también destacado liederista), hay un par de lieder,
dos de los más conocidos, cuya interpretación me ha decepcionado: Die Forelle (La Trucha) y nada menos que el genial Erlkönig, llevado con tanta premura que es casi imposible
diferenciar las diferentes voces que dialogan en él (les dura 3'43",
frente a los 4'19" de Dieskau/Moore, ¡insuperable recreación!). Y me he
llevado un chasco con la interpretación que hace Eschenbach de la Sonata D 960, "apéndice
indisociable -dicen aquí- del Canto de
cisne". El conocido pianista (¡y mejor director!) le aplica unos tempi tan extremadamente lentos que no
se sostienen: en el primer movimiento solo Sviatoslav Richter fue más moroso
(pero el ucraniano sabe mantenerlo y hasta lo justifica), mientras que en los
otros tres Eschenbach ostenta el record absoluto de lentitud. El "Andante
sostenuto" sobre todo (¡13'24"!) se
cae por completo, se vuelve interminable y pierde su continuidad y su sentido.
El libretillo, con
comentarios en francés, inglés y alemán, no contiene los textos (que sí
llevaban los discos, aparecidos anteriormente por separado), pero sí un útil
índice alfabético de los 208 lieder
presentes en la caja. Las tomas de sonido, realizadas en los famosos Estudios
Teldex de Berlín entre 2007 y 2012, hacen honor a su reputación. Y una
incidencia: en el doble CD que han titulado "An mein Herz" ("A
mi corazón"), han intercambiado los dos discos: el que según la etiqueta
dice ser el 1º es en realidad el 2º, y viceversa. Me temo que pueda ser un
error de toda la edición (a ver si hay una segunda, y lo corrigen).
...y la tomadura de
pelo
Se trata de un CD del sello
Winter & Winter con Las cuatro
estaciones de Vivaldi, a cargo del grupo Forma Antiqva, con Aitor Hevia
como violín solista. Instrumentos originales, originalísimos, y una capacidad ilimitada para inventarse cosas, a
cuál más inconveniente: ilógicas, ridículas, pimpantes, forzadas a más no
poder. El violinista es, sin duda, un virtuoso, pero para mí que tiene poca
cabeza, al menos aquí. He leído que, para algunos, es la interpretación más
lograda, incluso la más genial, de
estos cuatro Conciertos grabados
varios cientos de veces. Para mí es, de lejos, la más grotesca, extravagante,
gratuita y demencial que he escuchado. Cada una de las Estaciones viene precedida de una introducción -de unos tres o
cuatro minutos- narrada y cantada (en inglés, claro) por Theo Bleckmann y
tocada (¿y compuesta?) por el pianista de jazz Uri Caine y alguien más, que me anticipan lo que voy a escuchar a
continuación de Vivaldi (¿Es de Vivaldi? ¡Pobre Vivaldi!) ¿Cómo resumiría la
principal cualidad de estas introducciones, para mí absolutamente insufribles?
Con una sola palabra, de cinco sílabas: pe-dan-te-rí-a.