Últimamente, cada vez con más frecuencia, es posible
conseguir bajándoselas de internet -mediante pago, generalmente no barato, o
bien pirateándolas- grabaciones, recién publicadas o, más abundantes aún, de
hace años, en alta resolución. Tanto las compañías editoras de discos como
empresas distribuidoras de la red ofrecen la posibilidad de esas descargas. Un
usuario puede incorporarlas a su disco duro o fabricarse un disco sobre un dvd
o un blu-ray virgen (en un CD no cabría tanta información).
Ahora bien, no es oro todo lo que reluce. Como pasaba y pasa
con los numerosísimos reprocesados comercializados en CD, generalmente las
grabaciones mejoran, ¡pero no siempre!, y desde luego según las opiniones: hay
reprocesados -la mayoría- que gustan a casi todos más que las ediciones
anteriores, pero hay otros que dividen a los audiófilos, e incluso no faltan
los que suscitan unanimidad (o casi) en contra.
Un par de amigos me están pasando muchas de estas descargas
en alta resolución y, como digo, encuentro en ellas todo tipo de casos; por
fortuna, sobreabundan las grabaciones que han mejorado. Algunas, incluso
espectacularmente. Un ejemplo de estas últimas: la Cuarta Sinfonía de Mahler por Klemperer, toma realizada en Londres
en abril de 1961 y que, creedme, podría pasar por una estupenda grabación de
ahora mismo. Pero hay casos opuestos: sin salir de EMI, El sombrero de tres picos por Frühbeck y la Philharmonia (XII-1963
y IV-1964) ha empeorado a ojos vista: dudo que haya alguien que piense lo
contrario. Así que: ¡ojo! (Por cierto ¿qué diantres habrán hecho para estropear lo que ya conocíamos?)
Voy a comentar brevemente algunas de estas transferencias a
alta resolución que han llegado últimamente a mis manos. No sin antes dejar
constancia de que la selección de grabaciones que están siendo objeto de estos
procesos de limpieza me parece demencial. Porque están arreglando interpretaciones buenas y excelentes, pero también
medianas y hasta malas; estas últimas suelen ser esos discos que en su día
fueron importantes y que han dejado de serlo, e incluso que nunca valieron un
pimiento pero que alguien influyente puso por las nubes, y muchos se lo
creyeron. Hoy por hoy siguen sin acordarse
de multitud de interpretaciones memorables; esperemos que vayan recordándolas, aunque sea poco a poco.
Bach por Karl Richter
Bueno, dos palabras sobre varios de los últimos discos (casi
todos en soporte dvd, pero solo de audio, claro) que he reescuchado: los 6 Conciertos de Brandemburgo y las 4 Suites orquestales de Bach por Karl
Richter (cada una de las colecciones cabe en un disco, la última con el añadido
del Concierto triple, BWV 1044). El
durante tanto tiempo denostado (por los historicistas, los de los únicos instrumentos e interpretaciones que
consideran auténticos) Karl Richter
(1926-1981) parece que vuelve a resurgir con fuerza: por más que les pese a
esos, fue un pionero en la renovación interpretativa de Bach en los años 60 y
70, despojando al compositor de gangas romanticoides. Él y Raymond Leppard,
sobre todo, fueron artífices de esa tan fructífera primera reforma interpretativa
del barroco (la segunda, la de los historicistas que miran casi solo la letra,
y poco o nada el contenido, ha sido apenas beneficiosa, y sí bastante maligna:
es mi opinión). Para comprobar la vigencia de Richter o de Leppard no hay más
que compararlos a un contemporáneo de ellos, Karl Münchinger, tanto o más
apreciado entonces y que se ha quedado francamente anticuado. Bien: los Brandemburgo (gr. 1967) me han vuelto a
gustar muchísimo, con ese rigor y esa sobriedad, y a la vez -cuadratura del
círculo- ese entusiasmo y esa energía contagiosa que transmiten. Algo menos las
Suites (siete años anteriores), sobre
todo la Primera, algo pesadota, y con
una orquesta algo excesivamente nutrida. El sonido de los Conciertos ha mejorado mucho, y creo que algo menos el de las Suites.
Pero lo que me sigue pareciendo la bomba es el Oratorio de Navidad de Bach por este
director (que fue publicado en 3 CDs aunque habría cabido en 2, y que ahora
ocupa 2 DVDs). Grabado en la Sala Hércules de Múnich en 1965, siempre sonó muy
bien, pero ahora es impresionante. La labor del director, organista y
clavecinista alemán me parece sensacional; solo la batuta de Peter Schreier,
más efervescente (Philips 1987), me convence hasta tal punto. Pero es que
Richter contó además con un cuarteto vocal de ensueño: espléndida Janowitz,
maravillosa Ludwig, increíbles, incomparables Wunderlich y Franz Crass.
(Aprovecho para reiterar que la voz de tenor lírico más bella que recuerdo es
justamente la de Fritz Wunderlich, muerto al año siguiente. Y aquí no es ese su
único, ni su mayor, mérito). Es cierto que el Coro Bach de Múnich es un poco
grande y no tan flexible y maleable como los mejores coros actuales, pero este inconveniente
no llega a ser grave; la Orquesta sí está espléndida, con un invitado
estratosférico: el trompetista Maurice André.
Liszt por Berman y por
Bernstein
De los Años de
peregrinación no abundan las grabaciones completas; la de Lazar Berman (DG 1977)
tiene fama de ser la mejor. Y puede que lo sea, pero le ocurre lo que a otras
notables integrales (Howard, Lortie, Chamayou): que tiene considerables
altibajos. En el Primer Año, Suiza,
comienza con una solo notable Capilla de
Guillermo Tell, para caer muy bajo en Pastoral
y Al borde una fuente y remontar ostensiblemente
en Tempestad y volver a la corrección
sin más en el genial Valle de Obermann.
En Suiza, Barenboim (DG 1980 y DVD
EuroArts 1985) le da sopas con honda. Lástima que ni él ni Arrau grabasen el
ciclo completo. En el Segundo Año, Italia,
el hercúleo pianista de Leningrado (1930-2005) alcanza momentos de gran
inspiración y elocuencia en el Soneto 104
de Petrarca y en la Sonata Dante
y un tremendo despliegue virtuosístico en Tarantella).
Pero lo más logrado es para mí el Tercer
Año, en el que mira abiertamente -como es lógico- hacia el Impresionismo
(sobre todo en los dos Cipreses y en Juegos de agua) y hacia el esencialista
Liszt de última época en las piezas finales. El sonido, antes más que bueno, es
ahora aún apreciablemente mejor.
Desde 1977, en que DG publicó la Sinfonía Fausto de Liszt dirigida por Bernstein (con la
absolutamente inhabitual para él Sinfónica de Boston), creo que, en conjunto,
no se ha vuelto a llevar al disco una interpretación globalmente tan redonda, y
eso que quizá prefiera el episodio inicial, Fausto,
por Barenboim (Filarmónica de Berlín, Teldec1998) y el segundo, Margarita, por Solti (Chicago, Decca
1986). Es una interpretación arrebatadora de esta fascinante obra, con una
discografía privilegiada, pues a las versiones citadas hay que sumar las de
Muti (Filadelfia, EMI 1983), la de Rattle (Berlín, EMI 1994) y la de Sinopoli
(Dresde, DG 1996). El sonido, del que fue responsable el conocido ingeniero
Günter Hermanns, es muy equilibrado, pero aun así y pese a la restauración, no
es tan brillante como el de cualquiera de las otras versiones citadas.
Prokofiev y Ravel por
Gavrilov y Rattle
Allá por 1977, un joven Andrei Gavrilov era arropado por
otro joven, Simon Rattle (ambos nacieron en 1955), en imponentes interpretaciones del Primer Concierto de Prokofiev y el Concierto para la mano izquierda de
Ravel, con la Sinfónica de Londres (EMI). Versiones que, pese a todo lo que ha
habido desde entonces, continúan en primerísimo plano. El breve disco lo
completaban dos piezas para piano de Romeo
y Julieta del primero y la Pavana
para una infanta difunta del segundo: estupendas versiones, muy personal la
segunda -nada complaciente, sino francamente rebelde-. Las grabaciones fueron
excelentes ya en su día, pero ahora han mejorado ostensiblemente.
... y no tan joyas
De 2014 es el disco de DG con un curioso e interesante
programa: el Concierto
"Emperador" de Beethoven y la Fantasía
en Do mayor, op. 17 de Schumann, con Yundi Li, la Filarmónica de Berlín y
Daniel Harding. Al perder el sello amarillo en favor de Sony al fenómeno Lang
Lang, uno de los músicos más vendedores de discos del mundo, la discográfica
alemana parece haber querido tapar ese hueco, sobre todo de cara al mercado
chino, con Yundi Li. Pero la verdad es que este pianista, de mecanismo seguro,
impoluto y hasta muy brillante, carece por completo del enorme talento y la
personalidad de Lang (que, sí, ya lo sé, no siempre brillan por igual). Li (n.
1982) es simple y llanamente un virtuoso, pero con no mucha cabeza y un corazón
más bien pequeño (perdón por los tópicos). En este "Emperador", Li se muestra muy poco beethoveniano en el
sonido, algo apresurado, sin entender las transiciones y frío, bastante incapaz
de ver más allá de las notas. Harding, que tanto ha mejorado en los últimos
años, convence más que el solista, aunque tampoco llegue a entusiasmar ni a
sonar a genuino Beethoven. La genial Fantasía
de Schumann, de nuevo apresurada (se la merienda en menos de 26'; rara vez baja
de 30'), carece tanto de fuego (Florestan) como de poesía o ensoñación
(Eusebius). Un disco fallido, que, eso sí, suena maravillosamente (no he
escuchado el CD -ni pienso-, así que no puedo comparar).
Los dos Conciertos de
Ravel por Samson François y André Cluytens con la Orquesta del Conservatorio de
París (EMI 1959) creo que ni siquiera en su momento fueron destacados, pero
alguien los encumbró a lo más alto y el disco, mal grabado, se convirtió para
muchos en un objeto de culto. Pero hoy ya no hay por dónde cogerlo. Ni siquiera
está impecablemente tocado, pero esto es lo de menos; las interpretaciones del
pianista francés tienen poquísimo interés, y el gran director belga -en
concreto en Ravel- estuvo muy por debajo de su nivel habitual. Tampoco la
orquesta, que suena en segundo plano, da la talla, ni mucho menos. El
reprocesado apenas arregla el sonido. 38 minutos de música "perfectamente
prescindibles", como diría Pedro Sánchez.
Ahora bien, si este disco me ha dejado perplejo y hasta
indignado, más aún lo ha hecho el que agrupa las Sinfonías Cuarta (1968) y Quinta
(1971) de Mahler por Rafael Kubelik y la Sinfónica de la Radio Bávara (DG). El
ciclo pudo tener cierto interés en su época, cuando solo existía el antiguo de
Bernstein para la entonces CBS. No así las versiones aisladas, pues anteriores
son dos de las más grandes interpretaciones de todos los tiempos: la Cuarta de Klemperer y la Quinta de Barbirolli. Pero es que,
además, desde entonces han salido a la palestra no menos de una veintena de
versiones de cada una muy preferibles. No es que la dirección del otras veces
admirable Kubelik sea especialmente mala (lo es en el primer movimiento de la Cuarta, sin paliativos); es más bien
insípida. Pero la Orquesta me ha dejado de piedra: hoy no pasaría la ITV; la
cuerda es buena, pero el viento es flojísimo. Hoy, sin embargo, este conjunto
ha llegado a ser uno de los cuatro mejores de Alemania, es decir que ahora pertenece
a la élite europea y mundial. Las tomas de sonido tampoco pasan la ITV; no
recuerdo los LPs (en CD no he llegado a escucharlas), pero dudo que sonasen
peor que ahora. Pasar estas versiones a alta resolución es una pérdida de
tiempo y un completo dislate. (¡Y mientras tanto, la Quinta, la Sexta y la Novena de Mahler por Barbirolli siguen
sin haber sido pasadas a alta resolución! Entre tantas otras maravillas que
siguen esperando).