lunes, 28 de enero de 2013

Dos Cuartetos de Mendelssohn y otro de Fanny, por el Ebène en Virgin

 

Las mujeres y la música

“La música es totalmente dañina para la modestia que corresponde al sexo femenino, porque las mujeres se distraen de las funciones y las ocupaciones que les corresponden. Ninguna mujer, bajo ningún pretexto, debe aprender música o tocar ningún tipo de instrumento musical”.
(Inocencio XI, papa, 1686. Edicto renovado por el papa Clemente XI en 1703).
Por suerte, Fanny Mendelssohn-Hensel no hizo caso a los papas en lo que respecta a esta barbaridad. En los últimos tiempos se ha venido comprobando que fue una compositora más que estimable. Su Cuarteto en Mi bemol mayor, ahora grabado en Virgin por el Cuarteto Ebène (junto a los Cuartetos 2º y de su hermano Felix), es una obra preciosa de 1834, cuando contaba 29 años: en el estilo de Haydn, pero con rasgos de Schubert, de su hermano e incluso de Beethoven, está inundada de lirismo y de pasión de buena ley, y posee una especial inocencia, espiritualidad y falta de pretenciones. Su tercer movimiento, Romanze, es de tal belleza y tal emoción que sería digno de su hermano. La verdad, todo el Cuarteto de Fanny no desmerece escuchándolo entre una obra primeriza (1832) y otra tardía (1847) del gran Felix.
Me han gustado mucho, incluso muchísimo, las interpretaciones del Quatuor Ebène (en el que se alternan los dos primeros violines), no sólo por la más que impecable ejecución y la intensidad y belleza sonora, sino sobre todo por el fuertemente pasional acercamiento a estas obras, que creo les conviene y resalta aspectos en los que no es muy frecuente incidir. Salen así beneficiados no sólo –supongo– el Cuarteto de Fanny, sino también los de su hermano, que se suelen abordar con mayor contención. Aun así, la paternidad mendelssohniana resulta inconfundible, y preservada la fidelidad a su estilo.
Las grabaciones, realizadas en julio y noviembre de 2012 (¡concluidas, por tanto, hace sólo dos meses!) son especialmente buenas: transparentes, naturales, de gran presencia. Un Cuarteto, el Ebène, al que sólo le había escuchado (espléndidas) versiones de Debussy y Ravel, cuya trayectoria merece ser seguida con atención.



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