A propósito de la reedición de “La Italiana en Argel” por Giulini
La grabación EMI de L’ Italiana in Algeri de 1954, con elementos de primera fila de entonces, ilustra bien algo clarísimo: ¡cómo se ha mejorado en la interpretación de Rossini en el último medio siglo! Dicho llanamente, esta interpretación es un espanto, y hoy sería inadmisible, incluso en un teatro de provincias. Y estamos hablando de Carlo Maria Giulini, uno de los mayores directores del segunda mitad del siglo XX y de algunos de los mejores cantantes de aquellos años.
Pues ni Giulini, que tiene en su haber unas maravillosas oberturas rossinianas grabadas a principios de los 60 con una fabulosa Philharmonia, se libra aquí de severos altibajos (la misma obertura es bastante inferior a esa otra), viéndose incluso a veces (“Pria di dividerci”, “Nella testa ho un campanello”) condicionado por unos cantantes que no tenían ni idea del Rossini buffo.
La gran mezzosoprano verdiana y verista Giulietta Simionato, con terribles cambios de color, pese a tener su gracia, está perdida; un engolado Mario Petri no puede ni de lejos con la coloratura (habría que esperar a Samuel Ramey para saber lo que es un bajo rossiniano); el otras veces elegante y refinado Cesare Valletti está aquí gritón. Y del resto, mejor no hablar: desde bufonerías grotescas a cursilerías, no falta de nada. Es decir, que merece la pena conocer esta versión para saber dónde estábamos y dónde estamos. Magnífica la presentación de la serie “Teatro alla Scala. Memories”: un libro de más de cien páginas profusamente ilustrado y con el texto en italiano e inglés.
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