Hace unos días, un lector
tachaba los programas de “Versiones comparadas” que hice para Radio Clásica de
tendenciosos. Publico aquí el primero de la serie, y seguramente haré lo mismo
con algunos otros. Que yo sepa, Radio Clásica no ha vuelto a reponer, ni siquiera en las vacaciones de verano, alguno de estos programas. Ustedes juzgarán de su tendenciosidad. Omito siempre
lo de “Acabamos de escuchar…”
Damos
comienzo a Versiones comparadas, un programa de Radio Clásica a cargo de Ángel
Carrascosa Almazán.
La Rapsodia para contralto, coro masculino y orquesta, en
Do menor, op. 53 de Johannes Brahms, es, si exceptuamos el Requiem
alemán, la obra coral más apreciada de su autor.
Se basa en un poema del Viaje invernal por el Herz de
Goethe, de versos tan bellos como intensamente emotivos, un poema ya
abiertamente romántico, pese a datar de 1777, en pleno período “Sturm und
Drang” del gran genio de la literatura alemana. Este estilo suele ser
considerado, como mucho, prerromántico.
La traducción del poema es como sigue:
¿Quién es el que vaga extraviado?
Su rastro se pierde en la espesura,
tras él vuelven a cerrarse los matorrales,
la hierba se yergue de nuevo,
la maleza lo devora.
¡Ah! ¿Quién podrá curar los dolores
de aquél para quien el bálsamo
se torna veneno,
de aquél que no bebe sino misantropía
de la plenitud del amor?
Antes despreciado, despreciativo ahora,
secretamente consume su propio valor
en estéril egoísmo.
Si en tu salterio hay,
Padre amantísimo, siquiera un sonido
audible a sus oídos,
¡conforta su corazón!
¡Revela a la vista nublada del sediento
los mil manantiales del desierto!
(la traducción es de quien les habla)
Brahms se sintió movido a componer esta obra en el verano de
1869, tras una amarga experiencia personal: se enamoró de Julie, joven de 24
años hija de Clara y Robert Schumann, que sin embargo estaba destinada por sus
padres a casarse con el Conde Marmorito.
El reservado Brahms nada dijo de su secreto amor al
matrimonio Schumann, pero envió a Clara como regalo la partitura de su Rapsodia
para contralto; Clara escribió en su Diario que Brahms la consideraba “su
canción de boda” (“su” se refiere a “de él”, de Brahms).
En la obra se aprecia
perfectamente no sólo la maestría del compositor de 36 años, sino su profunda
implicación personal, que le confiere un omnipresente tono amargo y desolado.
La Rapsodia fue estrenada
por la gran contralto hispano-francesa Pauline Viardot, hija, al igual que la
famosísima soprano María Malibrán, del tenor y compositor sevillano Manuel
García.
La lista de grabaciones de
la Rapsodia para contralto es apreciable, si bien no tan extensa como
demandan sus méritos musicales; aun así, la mayor parte de las grandes
contraltos y mezzosopranos de los últimos 60 años no han perdido ocasión de
grabarla.
La más antigua es
probablemente la de 1945 (RCA) a cargo de la mítica contralto negra Marian
Anderson, junto a Pierre Monteux dirigiendo el Coro y la Orquesta
Sinfónica de San Francisco. La grabación es muy precaria y bastante superficial
la dirección; sólo merece la pena para escuchar a la gran Anderson, pero esta
toma parece no hacer justicia a su maravillosa voz, elogiadísima por sus
contemporáneos.
Pese a ser sólo dos años
posterior, la grabación de Decca con Kathleen Ferrier es técnicamente
bastante superior. Y también en lo artístico, pues de entrada la dirección de Clemens
Krauss es densa y dramática, si bien no mantiene el nivel inicial,
desinflándose un poco a partir de la segunda estrofa. Espléndida la Orquesta
(no así el Coro) y maravillosa la gran contralto británica, seguramente la más
admirada de todo el siglo XX. Su voz es de una belleza turbadora y frasea con
abandono; su interpretación es intimista, más melancólica que trágica y, pese a
su especial magia, es más bella que expresiva.
Escuchemos ya la Rapsodia
para contralto, coro masculino y orquesta, op. 53 de Johannes Brahms, a
Kathleen Ferrier con el Coro y la Orquesta Filarmónica de Londres dirigidos por
Clemens Krauss (16’08”)
Quince años después de esta
grabación aparece (EMI 1962) otra de las más divulgadas, la de Christa
Ludwig con Otto Klemperer dirigiendo el Coro y la Orquesta Philharmonia.
La voz y el canto de la mezzosoprano berlinesa sólo merecen elogios, pero,
extrañamente, la dirección del gigantesco Klemperer es aquí seca y áspera, e
incluso en cierto modo descomprometida, lo que difícilmente puede convencer.
Más gravemente arruinada aún por la dirección resulta la
versión, EMI 1972, protagonizada por la inmensa mezzosoprano británica Janet
Baker quien, pese a su canto excelso, no puede sobrevolar por encima de la
plana, epidérmica e insípida orquesta tal y como la despliega Sir Adrian
Boult, otras veces buen intérprete brahmsiano.
En 1978 llega al mercado una interpretación ciertamente
memorable, quizá nunca superada, de la Rapsodia para contralto, la del
sello Deutsche Grammophon con Christa Ludwig y Karl Böhm
dirigiendo la Filarmónica de Viena. Dirección profunda, trágica y misteriosa,
de apariencia serena –muy lenta- pero desasosegante y estremecedora. Por
momentos transmite espanto y se encrespa, con rebeldía. La orquesta, de
extraordinaria belleza sonora, está siempre presente, nunca se limita a
acompañar, ofreciendo un trasfondo lleno siempre de significado. La Ludwig
canta con enorme concentración expresiva y regula admirablemente el volumen del
sonido. En la segunda estrofa su expresividad se intensifica hasta lo doloroso.
El último clímax es para Böhm como el angustioso grito de un Agnus Dei.
Les invitamos a escuchar ahora a Christa Ludwig, la
Agrupación Coral de Viena y la Orquesta Filarmónica de esa ciudad bajo la
dirección de Karl Böhm la Rapsodia para contralto de Brahms (16’17”)
Cuatro años más tarde de esta última versión, en 1982, se
publica (por Orfeo) la primera grabación digital de esta obra, a cargo de la
contralto Alfreda Hodgson y del director Bernard Haitink: una de
las más bellas interpretaciones existentes de esta obra. El director holandés
sumerge al oyente de golpe en una atmósfera sobrecogedora, con una paleta
tímbrica de gran riqueza de ocres, plenamente brahmsianos. La voz es la de una
auténtica contralto (algo cada vez más escaso), de voz grande, rica, extensa y
timbrada que canta con introspección y hondos tonos dolientes. Mágica la
entrada del Coro, que es magnífico. El final, más que confiado, es
especialmente doloroso.
Escuchemos a continuación la Rapsodia para contralto
de Brahms a la contralto británica Alfreda Hodgson, con el Coro y la Orquesta
Sinfónica de la Radio Bávara dirigidos por Bernard Haitink (15’29”)
Una de las mayores mezzosopranos de su tiempo, la berlinesa Brigitte
Fassbaender, llevó al disco un año más tarde, en 1983, la Rapsodia
de Brahms. Contó con la batuta de Giuseppe Sinopoli, dentro de un
programa abordado por D.G. con todas las Obras para coro y orquesta del
compositor hamburgués. Los resultados no estuvieron quizá a la altura de las
expectativas: Fassbaender estuvo más atenta a la belleza del canto que al
contenido poético de la partitura, y Sinopoli, al frente de una algo débil e
insegura Filarmónica Checa, no terminó de identificarse con Brahms ni por
sonido ni por sentimiento, que se acerca en algunos momentos al
sentimentalismo.
La ilustre mezzo de Liubjana Marjana Lipovsek se
acercó en 1989 a la Rapsodia de Brahms, de la mano de Claudio Abbado
al frente del Coro Ernst Senff y la Filarmónica de Berlín. Pero el maestro
italiano, otras veces tan identificado con Brahms, no trascendió en esta
ocasión: la honda introducción resulta rápida, carente de misterio, más ruidosa
que significativa, la segunda estrofa cae en lo banal y la tercera en la
rutina.
En ese clima exterior la gran cantante no parece
concentrarse.
Algo similar ocurre en la grabación, Philips 1990, a cargo
de Jessye Norman, la Orquesta de Filadelfia y Riccardo Muti,
sumándose así a la lista de interpretaciones de magníficas cantantes con
directores que no están a su altura.
La holandesa Jard Van Nes ha tenido más suerte, tanto
en 1990 de la mano de Herbert Blomstedt (Decca, con el Coro y la
Orquesta Sinfónica de San Francisco) como en 1995 (Philips, con el Coro y la
Sinfónica de Boston dirigidos por Bernard Haitink): una visión más
áspera en el primer caso y más serena y contemplativa en el segundo, cuando su
voz ya no estaba en el mejor momento.
Espléndida es la versión, poco conocida y hoy muy difícil de
encontrar, de 1992 en el sello Capriccio, a cargo de Annette Markert, el
Coro de la Radio y la Orquesta Sinfónica de Berlín, dirigidos por el ilustre
intérprete de los grandes clásicos y románticos alemanes que aún es (tiene 95
años) Kurt Sanderling. Un logro de gran musicalidad y hondura.
Un año más tarde, en 1993, RCA publica otra excelente interpretación
de esta Rapsodia, la de Nathalie Stutzmann y Colin Davis.
La francesa de origen alemán está considerada una de las pocas contraltos
genuinas de la actualidad. Aquí brilla de modo especial en el registro central
y en el grave, y un poquito menos en el agudo, canta con línea magistral y es
capaz de apianar a la perfección. Comunica a su parte una gran emoción, con
acentos sufrientes y conmovedores. La dirección de Colin Davis, sin quizá estar
a su altura, es cuidadosísima y llena de matices, aunque no preciosista;
probablemente más explícita que misteriosa. Coro y Orquesta son excelentes.
Escuchemos ya el comienzo (en concreto la primera estrofa)
de la Rapsodia para contralto de Brahms a Nathalie Stutzmann, el Coro y
la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara bajo la batuta de Sir Colin Davis (3’55”.
Grabación completa: 13’02”)
Posteriores a ésta son las grabaciones de Anne Sofie von
Otter, la sensacional mezzosoprano sueca, que en 1994 llevó al disco para
DG la Rapsodia para contralto de Brahms en la compañía, poco adecuada y
menos afortunada (ruidosa y exterior) de James Levine, nada menos que
con el Coro Arnold Schönberg y la Filarmónica de Viena; un año posterior es la
ya citada y notable versión de Jard Van Nes y Bernard Haitink,
que da fin por ahora a la lista de grabaciones de esta hermosa y honda obra.
Fecha de emisión: 11-10-2007
(Entre las grabaciones
aparecidas con posterioridad a esta fecha, señalamos la de Sara Mingardo,
con el Coro de la Radio Bávara y la Orquesta del Festival de Lucerna bajo la
dirección de Andris Nelsons. DVD y Blu-ray Accentus)
Eso sí que eran programas de grandísima calidad. Por otra parte recuerdo un fenomenal monográfico sobre Klemperer en Ritmo allá por los 80 ¿era vd.el autor del artículo? Lo fotocopié y debo tenerlo por ahí aún. Gracias por su estupendo blog y nota mucho caso de las tonterías que se dicen por ahí. Saludos.
ResponderEliminarSí, era mío.
EliminarPues a vd. le debo mi afición a este director. Muchas gracias después de tantos años.
EliminarLa verdad, no se muy bien donde esta la tendenciosidad.
ResponderEliminarEstimado Ángel:
ResponderEliminarLa "frutilla del postre" sería que usted pudiese agregar puntaje (interpretación/sonido) a cada grabación. Muchas gracias por vuestro enorme trabajo.
Saludos desde Argentina,
Mario
No puse notas en su día y hoy día me obligaría a reescucharlas todas. Pero se desprende bastante claramente en qué medida me gustaron cada una de esas versiones.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarIntento un difícil equilibrio entre mis gustos personales -legítimos- con un distanciamiento objetivo. Créeme que mis opiniones personales, las que les cuento solo a mis amigos, pueden ser más radicales.
EliminarNo se puede obviar que todos los críticos dan su opinión personal, parcial o total, ponderada o desatada, lo cual no significa que haya que creerse en posesión de "la verdad", algo que en arte seguramente no existe.
Creo que la objetividad absoluta en este campo es imposible: desde ella solo podrían ser criticados los errores constatables; nadie puede DEMOSTRAR que una versión considerada generalmente horrible sea peor que otra considerada generalmente magnífica.
Hay un señor, que sé quién es, que se oculta tras diferentes identidades y que a veces parece dorarme la píldora y otras veces ponerme a caldo atribiyéndome las mayores maldades, al que no voy a darle el gustazo de publicarle sus venenosos comentarios, en los que me atribuye las peores intenciones. ¡Hasta ahñi podíamos llegar! Acepto críticas razonables, no descalificaciones.
ResponderEliminarLo de la "objetividad" en el arte desnaturaliza su propia ontología; si por algo se caracteriza la expresión artística es por su subjetividad; retirarla sería lo mismo que matar el arte y reducirlo a sus mínimo comunes empobrecedores. Si fuésemos objetos, seríamos objetivos; pero como somos sujetos...
ResponderEliminarClaro que se echan de menos esas estudiadas y razonadas subjetividades como las del señor Carrascosa en Radio Clásica: una emisora que en su programa matinal tiene ahora una sección a la que le han puesto como entradilla el Despacito, para que vean, asimismo, a dónde puede llegar la subjetividad mal entendida, el mal gusto y la voluntad de provocar por la vía de la estulticia.
Muy cierto este último comentario. Seguramente el lector crítico confunde tendenciosidad con subjetividad, deseable subjetividad la que esperamos del Sr. Carrascosa. Unas veces estaremos de acuerdo y otras no, pero que divertidas e interesantes siempre esas interpretaciones comparadas, el debate, la polémica, haciendo mas atractiva la escucha de nuestra afición musical. Yo también he seguido a Angel desde tiempos inmemoriales, precisamente lo conocí en un artículo sobre artistas a favor del disco en el extraordinario número sobre el centenario del fonógrafo de la revista Ritmo, lo he estado leyendo años y años en dicho medio y es responsable, entre otras cosas, de mi amor al Bruckner celibidachiano.
ResponderEliminarDespués de escuchar Ferrier / Krauss y ponerme el "vello como escarpias" todas las demás para mi... palidecen, a pesar de su espartano sonido.
ResponderEliminarHay que admitir que estas reacciones ocurren por cuestión de sensibilidades personales. Pero no se puede dudar de que es una interpretación memorable.
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