sábado, 2 de agosto de 2025

Los Impromptus de Schubert

 

“El tiempo, que produce tal sinfín de cosas y tan hermosas, no volverá a traer otro Schubert” (Robert Schumann)

El término “impromptu”, de origen latino, expresa “improvisación”, pero esta es antes la sensación que debe producir en el oyente que una necesidad en su gestación, pues esta en ocasiones ha podido resultarle laboriosa al compositor. Aunque este título es muy sugestivo, lo cierto es que solo ha impulsado la creación de una docena de obras maestras: las ocho de Schubert -a veces se les llama también “impromptus” a las 3 Piezas para piano (Klavierstücke, D 946)- y las cuatro de Chopin. Hay, por supuesto, otros impromptus muy notables -Fauré, Scriabin…-, pero puede resultar sorprendente que no abunden más.

En la música pianística de Schubert, y muy en particular en sus Impromptus, la fantasía, la libertad, ocupan un lugar destacado: esto explica, por otra parte, las maravillosas intuiciones que impulsan sus audaces modulaciones, cambios de tonalidad todo lo contrario que académicos o previsibles, y que por ello mismo suelen producir efectos únicos e inefables. En su Diario puede leerse: “¡Oh, fantasía, la joya más preciada de la humanidad, fuente inagotable en la que beben tanto los sabios como los artistas! ¡Aunque sean pocos los que te reconozcan y adoren, quédate entre nosotros para protegernos del llamado racionalismo, ese horrible esqueleto sin sangre ni carne!”

La fecha de composición de la primera serie de Impromptus, los cuatro D 899 (Op. 90), no es segura, pero parece que fue poco tiempo anterior a la de la publicación de los dos primeros, 1827. Los dos últimos de la primera colección no verían la luz hasta 1857. Los cuatro de la segunda serie, D 935 (Op. post. 142) surgieron en diciembre de 1827, y no serían publicados hasta once años después.

El primero de los D 899, en Do menor y con la indicación “Allegro molto moderato”, muestra en su estructura parentesco con el rondó. El tema inicial es una lírica y tierna melodía que, desde el comienzo encierra, no obstante, un aire doliente (lo que va a ser una constante en estas piezas) que se va acentuando en las sucesivas reapariciones, en las que van operándose sutiles cambios, no solo en la tonalidad. El segundo, “Allegro” en Mi bemol mayor, podría ser un mero movimiento perpetuo, de no ser porque el virtuosismo se halla transfigurado en una melodía de indefinible pero irresistible encanto. El tercero, “Andante” en Sol bemol mayor, anuncia de entrada a Schumann, y luego más aún a Chopin: su aire se anticipa a algún noble pero trágico nocturno de este, oscilante sin cesar en su carácter como en su tonalidad. El cuarto, “Allegretto” en La bemol mayor, se desenvuelve en una notalidad inestable, que transmite una singular sensación de incertidumbre. En la sección central, la mayor sencillez basta para conseguir una expresión de profundo anhelo, del más hondo patetismo, inexplicable con palabras: he aquí al Schubert más genial y enigmático: ¿qué análisis podría explicar la punzante intensidad expresiva de esta música?

La segunda colección, D 935, aparece, en principio, como más elaborada: desde Schumann a Alfred Einstein, varios han visto en estos cuatro Impromptus una encubierta Sonata en Fa menor; pero esta teoría, muy discutida, se basa más que nada en la disposición de los tempi: “Allegro moderato”, “Allegretto”, “Andante” y “Allegro scherzando”. El primero de ellos, en Fa menor, “claramente el tiempo inicial de una sonata, tan perfectamente desarrollado y terminado que no dará lugar a dudas” (Schumann), es más bien un extenso y complejo rondó en que el segundo episodio (“Misteriosa mezcla de dulzura y violencia”, como apunta Brigitte Massin) se deriva temáticamente del primero. El ambiente fluctúa entre la gracia y la melancólica nostalgia, no excluyentes entre sí. El segundo, en La bemol mayor y aspecto de minueto, es de extrema sencillez, íntimo y grave. El maravilloso pero inquietante trío central contrasta con las secciones que lo enmarcan por su mayor agitación interior y ansiedad. El tercero, en Si bemol mayor, sería el movimiento lento con variaciones sobre el tema del Entreacto III de Rosamunda, que aparece asimismo en el Cuarteto de cuerda nº 13, en La menor, D 804. Las cinco variaciones son ya leves o graciosas, ya anhelantes, dramáticas y sombrías: “la atmósfera es muy típica de Schubert, con la seriedad y la sonrisa siempre mano a mano”, como se afirma con frecuencia. El cuarto Impromptu de esta segunda serie, en Fa menor y con la indicación de scherzando, es el más virtuosista de los ocho: de gran brillantez, pero nunca superficial, sino desenfrenado. Se basa en danzas folklóricas bohemias, tratadas con carácter rapsódico, con gran libertad y hasta de modo desconcertante, como en la inesperada y abrupta coda conclusiva.

Si durante mucho tiempo se vio a Schubert como un músico amable, agradable y decorativo, hoy se le reconoce por fin su humanidad y hondura, y en los últimos años de su breve existencia de 31 años, cargado de pesimismo, melancolía, amargura y desolación, en ocasiones tremendamente desgarrada; todo ello logrado -punto común con Mozart- mediante una apariencia moderada, no desatada o desmelenada como la de los románticos posteriores, más enfáticos y aparatosos pero no por ello más intensos. 

En la próxima entrada añadiré la discografía de estos Impromptus


14 comentarios:

  1. Son de los compendios o "ciclos" de música para piano más hermosos, de mejor manufactura y profunda hondura jamás escritos. Nunca me canso de escucharlos y siempre regreso a ellos cuando necesito paz y reflexión. Además de Leonskaja ¿qué otra interpretación es su favorita?

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    1. Aún me quedan algunas pocas grabaciones por escuchar. En un par de días podrás ver cuáles son mis versiones favoritas.

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  2. Muy interesante tu texto, enhorabuena. Schubert es un milagro, de los que se Dan con cuentagotas en un siglo. Por cierto, en las transmisiones de Bayreuth de radio clásica han puesto por las nubes a Heras casado y Thielemann

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    1. Hay gustos para todo. Hay críticos que no citan entre los grandes wagnerianos ni a Solti ni a Barenboim.

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  3. Dentro del juego de influencias recíprocas entre compositores parece que si bien los Impromptus de Schubert pudieron influir en músicos posteriores como Fauré o Chopin, los de Schubert, fueron influenciados por los Impromptus de Václav Jan Tomásek y Jan
    Václav Hugo Vorísek.

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    1. Cierto, los iniciadores del género impromptu fueron Tomásek y Vorísek, pero no paree que "influyeran" en Schubert, sino solamente que este se "apropió" del género.

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    2. Puede que tengas razón, Ángel. Aunque los Impromptus de Schubert parecen tener cierta conexión y un regusto cercano a la escuela pianística checa, cualquiera de ellos supera ampliamente a los de sus "antecesores".

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  4. Sobre los Impromptus de Schubert:
    En realidad, el compositor no tituló así estas piezas. Fue el editor quien se lo propuso al publicar los dos primeros del op. 90, y el compositor se resignó a ello.
    Son obras que no tienen nada de improvisadas en cuanto a su carácter. Están perfectamente estructuradas. Robert Schumann no se dejó engañar por el título y cuando en 1939 se publicó el op. 142 escribió: “No me puedo creer que Schubert realmente titulase Impromptus estos movimientos”

    En mi opinión el hecho de que se titulen Impromptus es meramente circunstancial, y no hay razón musical alguna para asemejar estas obras con las de otros compositores que también llevan este título.

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    1. Muy interesante lo que cuentas. Aun así, creo que quien tuvo la idea de llamarles impromptus a estas piezas tampoco andaba muy descaminado...
      Y que estén muy bien estructuradas (que lo están) no impide que puedan dar la impresión de improvisadas, de inmediatas y fluidas, algo que solo muy grandes compositores podrían lograr.
      Por los testimonios que han quedado, parece que las improvisaciones de Beethoven no eran caprichosas, sino que también tenían una cierta estructura.

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    2. De acuerdo. Y Bach improvisaba al órgano nada menos que fugas a 4 voces. Pero el nombre que se ha dado a estas piezas de Schubert creo que ha condicionado y aun condiciona la percepción que se tuvo y se tiene de ellas, y de rebote toda la música de Schubert. Como muy bien dices en tu presentación: “Si durante mucho tiempo se vio a Schubert como un músico amable, agradable y decorativo, hoy se le reconoce por fin su humanidad y hondura” Pero la palabra “Impromptu” no ayuda a ello.
      En definitiva, quiero decir que estas piezas no dan la impresión de ser más inmediatas y fluidas que por ejemplo sus Sonatas. La única diferencia es que estos Impromptus son piezas sueltas, que no se estructuran en 3 o 4 movimientos.
      Al fin y al cabo, una obra como la Sonata 32 de Beethoven también da la impresión de “impromptu”, pero…

      (Fe de erratas en mi anterior comentario: donde dice 1939 debe decir 1839. Disculpas.)

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    3. No creo que la palabra impromptu "no ayude" a lo que hablamos; me parece un término muy sugestivo; eso no tiene por qué ser negativo. ¿Acaso les perjudica a Chopin o a Fauré? No lo creo.

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    4. De acuerdo. Dejemos el título como está. Sea como sea, de estas obras emana una musicalidad tan pura que no hay título que pueda enturbiarla ni desmerecerla.

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    5. He escuchado algunos Impromptus de Vorisek, publicados "poco antes" de los de Schubert, y son más bien decepcionantes (casi como los Nocturnos de John Field frente a los de Chopin). De los de Tomasek, ni rastro; es más, en el Diccionario Grove no cita ninguna pieza pianística suya con el título impromptu (¿?).

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    6. Claro, Ángel. Pero es que resulta que el término Impromptu es un poco difuso ya que fue acuñado por primera vez por el editor de Vorísek en la publicación de dichas piezas. Para escuchar el origen del Impromptu, del que Tomásek fue precursor, le remito a sus ditirambos, églogas y rapsodias; piezas breves, líricas, de cierta libertad formal y tonal en la mejor tradición pianística de la escuela checa y que anticipan dicho género . Además, Tomásek fue profesor de Vorísek, y Vorísek, mantuvo contacto y una buena amistad con Schubert. El juego de influencias entre estos tres compositores es más que evidente. Y pienso que las obras de estos dos compositores checos bien merecen una escucha.

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