La
Leonora de Paer dirigida por Peter Maag
Paer Maag Jerusalem
De las varias óperas que tratan el mismo asunto que la única
ópera de Beethoven, la más notable es quizá la de Ferdinando Paer (1771-1839),
titulada Leonora ossia l’amor coniugale, estrenada en Dresde el 3 de
octubre de 1804, es decir sólo trece meses y medio antes que la primera versión
(Leonore) de la definitivamente titulada Fidelio (1814). La
primera conocida sobre el asunto original de Bouilly es Léonore de
Gaveaux (1798), y a la de Beethoven siguió L’amor coniugale (1805) de
Mayr.
Con muchos años de retraso, he conocido la interpretación de
la ópera de Paer grabada por Decca en 1978 y publicada al año siguiente. La
ópera, bastante extensa, más que la de Beethoven (aquí dura casi 156’), no deja
de ser una curiosidad, pero es muy interesante compararla con la del genio de
Bonn, porque éste parece haber tomado prestadas algunas ideas del
fecundísimo compositor parmesano (57 óperas, las últimas en francés), para
mejorarlas, por descontado. Porque parece seguro que el autor de la Sinfonía
Pastoral conoció la partitura de Paer, que es en líneas generales una obra
convencional y carente de originalidad y de genio, pero que, curiosamente,
posee algunos notables hallazgos aislados. Que, con las debidas precauciones,
podrían ser tildados de “prebeethovenianos”.
Lo que resulta sobresaliente es la versión de Decca, editada
por primera vez en CD por la rama australiana de Decca (el nº de catálogo es
4804859, 2 CDs). De entrada porque el gran director suizo que fue Peter Maag (1919-2001,
que ha dejado, lástima, un escaso legado discográfíco), aquí al frente de la
“Orquesta Sinfónica de Baviera” (¿la Radio Bávara, la de la Ópera Estatal de
Múnich?) se la toma absolutamente a pecho y extrae de ella todo lo posible (así
como, quizá, también disimula las partes más academicistas o rutinarias).
El reparto es francamente notable, aunque las tipologías
vocales, a veces, nos choquen (Don Pizarro y Don Fernando son tenores,
Giacchino –Jaquino– es un barítono). Ursula Koszut, soprano tirando a dramática
con agilidad, encarna con solvencia un papel particularmente exigente en lo
vocal. Parece mentira que a finales de los 70 fuese aún Siegfried Jerusalem un
tenor totalmente lírico, de timbre bello y emisión suave y fluida como un
guante. Canta muy bien, pero pronuncia un italiano un poco particular. Cuesta
reconocer en él al gran Parsifal o Siegmund de no mucho tiempo después, por no
hablar del Sigfrido o el Tristán que llegó a ser, el mejor a principios de los
90.
Rocco es aquí un bajo con caracteres bufos (¡!), cantado con
corrección por Giorgio Tadeo. Absolutamente admirable la Marcelina de Edita
Gruberova, e irreprochables tanto el Giacchino de Wolfgang Brendel como el
Pizarro del lírico Norbert Orth (que fue magnífico Pedrillo en El rapto en
el serrallo). Corrientito, en cambio, el Fernando de John van Kesteren: un
ministro con voz de tenor muy lírico, sin autoridad (¿les suena esto de
algo?...)
Hola, Ángel:
ResponderEliminarEl intuitivo y vagaroso Maag, un, digamos, Celibidache en modo menor... A recordar sus grabaciones con formaciones peninsulares al final de su vida, como el "Orfeo y Eurídice" con la sinfónica de Galicia y la siempre imponente Ewa Podles.
Saludos cordiales.