Dado que son filmaciones antiguas, de escasa definición, pueden agruparse todas ellas en un solo Blu-ray, que como se sabe ofrece mucha más capacidad de datos que un DVD. Por cierto, este Blu-ray de Idéale Audience agrupa el contenido de un puñado de DVDs, varios de ellos anteriormente editados por EMI.
Tras el volumen dedicado a instrumentistas de cuerda (Violín y Cello), el de Piano ofrece no menos interés, lo mismo que el tercer volumen, ya editado y dedicado a Directores. Ofrece la posibilidad de ver a varios de los principales pianistas de los años comprendidos entre 1954 y 1978. Faltan algunos muy importantes, pero todos los presentes lo son, o al menos fueron muy reputados.
Haré un somero repaso de ellos siguiendo el orden en que vienen en el Blu-ray: el primero es el canadiense Glenn Gould (1932-1982), del que se presenta –es el único caso– un interesante documental de Bruno Monsaingeon ya conocido, “The Alchemist”, que se asoma a la extraña personalidad del especialista en Bach y que concluye con la Sexta Partita de ese compositor, registrada en 1974. Interpretación tan desigual como siempre me pareció Gould: a una estupenda Toccata le sigue un una maravillosa Allemande que precede a una floja Courante y a un Air insensatamente rápida. Y así sucesivamente.
El enorme Arturo Benedetti Michelangeli (1920-1995) está representado por un excelso minirrecital de 1965 con dos Sonatas de Scarlatti, dos Mazurcas de Chopin y el Homenaje a Rameau de Debussy: cinco piezas que en estas recreaciones valen su peso en oro. Por si fuera poco, se añade el Libro I completo de los Preludios de Debussy (1978) en interpretaciones que podrán haber sido igualadas (Arrau, Zimerman), pero desde luego que no superadas: un portento que demuestra la estrecha sintonía entre el pianista de Brescia y el compositor francés.
György (o Georges) Cziffra (1921-1994) fue un virtuoso y un atleta del piano, e incluso, a veces, un músico notable. Aquí ofrece un poco de todo: una banal Polonesa “Heroica” de Chopin, dos epidérmicos Liszt (Estudio trascendente No. 10, Rapsodia húngara 6), un espléndido Primer Scherzo y un correcto Tercer Impromptu de Chopin, tres piezas más de Liszt de las que sólo destaca Gnomenreigen, y finalmente las Variaciones sinfónicas de Franck muy bien fraseadas (¡y es una obra mucho más musical que de exhibición!) y dirigidas por su talentoso hijo (de nombre también György) muerto trágicamente en 1981 a los 38 años. Las tomas son de entre 1961 y 1965. Se ofrece a modo de bonus una impactante Obertura de Tannhäuser transcrita por Liszt a cargo del ucranio Benno Moseiwitsch (1890-1963) en 1954.
El muy sobrevalorado Wilhelm Kempff (1895-1991) toca en 1961 unas insulsas Arabesca y Mariposas de Schumann. En esta última pieza se le escapa, por fin, una preciosa frase en el No. 7 (“Semplice”). Más de lo mismo en unas rutinarias Davidsbündlertänze de 1963. Se completa el programa con tres Sonatas de Beethoven (¡esas obras que todavía algunos se empeñan en decir que nadie las ha tocado mejor!): una epidérmica “Tempestad”, una endeblísima “Claro de luna” (ambas de 1968) y una rutinaria No. 27 (1970), que por fin termina con una frase tocada con sensibilidad. ¡Como “El poeta del piano” le definen en algunos diccionarios!
El italofrancés Aldo Ciccolini (n. 1925) masacra Cádiz de Albéniz y nos regala la horrenda Danza de Olaf de Pick-Mangiagalli tras unas Noches en los jardines de España (1960) que comienzan bien para dispararse en las dos últimas partes, con la irrelevante batuta de Roberto Benzi. Notables cuatro de las Romanzas sin palabras de Mendelssohn, corrientito el Segundo Impromptu de Schubert, flojo en La maja y el ruiseñor y algo más entonado en el Allegro de concierto de Granados, por fin triunfa en los Funerales de Liszt y en tres Piezas pintorescas de Chabrier. Y convierte, de la mano del más bien bruto Georges Sébastian el sublime Cuarto Concierto de Beethoven (1962) en pieza de mera exhibición de velocidad.
Tremendamente variable el que fuera prometedor niño prodigio Samson François (1924-1970): varias frases de cal y otras varias de arena en el Primer Concierto de Chopin (1962) dirigido por un brusco Stanislaw Skrowaczewski (que volvería a grabarlo, siempre mal, con Rubinstein y con Weissenberg), un Concierto en Sol de Ravel (1964) con John Pritchard plagado de desajustes; no mucho mejor el Concierto para la mano izquierda, del mismo año pero dirigido por Louis Frémaux. Algo chapucero, pero interpretado con grandeza, pasión y elocuencia el Concierto de Grieg, de nuevo con Frémaux, en 1967. Entre las piezas que completan el programa, de todo: horribles el Vals op. 70/1 de Chopin y la Toccata de Debussy, correctas su L’isle joyeuse y la Forlane de Ravel, y admirable La plus que lente.
Con Claudio Arrau (1903-1991) tocamos el cielo. Queda bien claro que fue el pianista más grande de su tiempo, acaso el mayor del siglo XX. ¡Y eso que era chileno! (¿Pero cómo lo van a aceptar los alemanes, los franceses o los ingleses?...) En todo caso, en esta publicación han acertado reuniendo tres memorables interpretaciones suyas: un Concierto de Schumann (1963) maravillosamente tocado (nadie lo ha hecho de forma tan poética como él: ahí están sus grabaciones con Galliera, Dohnányi y Colin Davis) y muy bien dirigido por el apenas conocido George Hurst al frente de la Filarmónica de Londres. Carnaval del mismo autor (1961) es sencillamente increíble: más vivo y espontáneo que su grabación oficial, es no menos inspirado y maravilloso. E impresionante la Sonata 32 (París 1970), bastante superior a otra publicada en DVD (EuroArts: Bonn 1977) y para mí el mejor Beethoven de última época que le haya escuchado a este enorme artista. Se añade como bonus una espléndida “Appassionata” (1956), único vídeo conservado del gran beethoveniano que fue el londinense Solomon (1902-1988).
El siguiente capítulo aporta, además de un encendido, potente, sensacional Primer Concierto de Tchaikovsky por Emil Gilels (Odessa 1916-Moscú 1985) y André Cluytens de 1959, dos obras exclusivamente sinfónicas a cargo del gran director belga, en versiones también excelentes pese a la precariedad por entonces de la Orquesta Nacional de RTF: Segunda Suite de Dafnis y Cloe y Cuadros de una exposición (1960). De propina, Gilels se marcó una alucinante Tercera Sonata de Prokofiev.
El hoy bastante olvidado pianista norteamericano Byron Janis (n.1928) fue un brillante virtuoso desde sus 15 años y durante unos tres lustros, retirándose intermitentemente a causa de una severa artritis que clausuró su carrera de concertista antes de cumplir los 50. Aquí se ofrece un correcto Tercer Concierto de Prokofiev con Paul Paray (1963) y una insípida, fallida Rapsodia sobre un tema de Paganini dirigida por Louis de Froment (1968). Creo que Janis fue mucho más un virtuoso que un artista.
Pese a ser en color y datar de 1970, la toma de sonido es algo decepcionante en lo que se ofrece del moravo Alfred Brendel (n. 1931): una apreciable Sonata 29 “Hammerklavier”, monumental obra que nunca se le dio del todo bien, como ocurre aquí. Mucho mejor sabor de boca dejan las Bagatelas op. 126 Nos. 2 y 3, también de Beethoven, piezas que por el contrario siempre se le dieron maravillosamente bien.
Hola, Ángel:
ResponderEliminarLas casi coetáneas grabaciones de las "Années" por Cziffra, Berman y Ciccolini (¡Barenboim no cuenta!) son uno de los hitos de la fonografía pianística moderna.
Saludos cordiales.
¿Qué quieres decir que Barenboim no cuenta? ¿Que no grabó los Années completos? Eso ya lo sabemos...
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