jueves, 5 de enero de 2023

Charla con los pianistas Alicia y Alberto Suárez Medina

 

He hecho amistad con su padre, Alfonso, profesor de música en un colegio de Sanlúcar de Barrameda y gran melómano. Aprovechando que para las fiestas navideñas las familias suelen reunirse -sus hijos, Alicia, que estudia en Berna y Alberto, que es profesor en el Conservatorio de La Línea-, les sugerí la idea de reunirnos, tomar café y charlar un rato.

Los conservatorios

Yo, que me limito a ser melómano, desconocía bastante tanto el mundillo de los estudios pianísticos de alto nivel como el ambiente de los conservatorios. De entrada, comentamos la escasa afición a la música clásica en España comparada con otros países, por ejemplo centroeuropeos o Japón, en los que está mucho más extendida. Viene de lejos, sobre todo en Centroeuropa, lo de hacer música juntos en casa: la madre podía tocar el piano, el padre el violín y uno de los hijos el chelo, por ejemplo. Aquí en España lo más que había era, en las familias “bien”, que la jovencita tocara un poco el piano, para mostrar sus habilidades ante los invitados. Muchas veces la chica ni siquiera tenía por qué amar de veras la música: era como una habilidad más, que resultaba muy “fina” y de buen tono. Aparte de la tradición cultural, tan diferente en Alemania o Austria a la de España, también hay un factor determinante: el clima de nuestro país, sobre todo en las zonas más cálidas, invita a estar mucho más tiempo en la calle, mientras que en esos otros países, al salir del trabajo, de noche ya a media tarde, apetece mucho más quedarse en casa leyendo o escuchando música.

Talento en los páramos

Así pues, mostramos nuestro asombro porque, pese a las condiciones tan poco favorecedoras, surgieran en nuestro país tantos grandes talentos. No solo hace años nacieron en lugares un poco recónditos y no muy musicales talentos musicales tan extraordinarios como Pablo Casals (Vendrell, Tarragona) o Andrés Segovia (Linares, Jaén). También, como subrayó Alicia, hay multitud de músicos españoles jóvenes que últimamente abundan en las mejores orquestas juveniles del mundo. Precisamente, de ese mismo pueblo, Linares, ha salido una joven que es desde hace años una de las mejores oboístas del mundo: Cristina Gómez Godoy, un ejemplo que dista de ser aislado. Ahora bien, se señaló que muchos de esos músicos -y también, por supuesto, melómanos- son hijos de músicos profesionales o de entusiastas melómanos: un caldo de cultivo idóneo para que surjan. Casos opuestos a los de tantos músicos profesionales a los que, en el fondo, no les gusta mucho la música: son trabajadores profesionales que no aman gran cosa su profesión, y a los que rara vez se les ve en los conciertos. O los que tocan un instrumento e ignoran la restante gran música que no han de tocar.

La música clásica ¿un rollo?

La mayor parte de la gente joven “detesta” -o dice detestar- la música clásica sin siquiera conocerla. Ha calado en ellos el extendido prejuicio de que “es un rollo”. En los cursos que he dado de iniciación a la música clásica siempre comenzaba diciendo algo así: la música clásica no es un rollo. Muchas personas que la desconocen ignoran que podría gustarles mucho y ser para ellas fuente de disfrutes que ni se imaginan. De hecho, yo he conseguido abrirles los oídos a varias personas cercanas, que se han convertido, de indiferentes, en melómanos.

Alberto me decía que en su conservatorio, y en muchos otros, sobre todo del sur de España, hay un alto índice de chavales que desertan de estudiar música o tocar un instrumento. Porque con frecuencia se habían inscrito en clases de música para tener una actividad extraescolar. Y claro, cuando se adentran un poco en la materia, se dan cuenta de las dificultades de seguir avanzando y se desaniman: ya se sabe que el estudio a fondo de la música es duro y difícil. Hay que tener mucha afición y mucha fuerza de voluntad. También comentaba Alberto que algunos chavales que querían dedicarse a cualquier tipo de música “ligera” ingresaban en un conservatorio, y pronto solían darse cuenta de que eso no era lo suyo, o incluso de que “no necesitaban” ese tipo de sesudos estudios.

Especialización

Alicia comentaba que en Berna sigue cursos pianísticos bastante especializados: incluso hay una formación específica para ser profesores de piano (y de otros instrumentos, claro). Lo cierto es que con la cantidad de pianistas muy sólidos que hay en el mundo, la dificultad de triunfar como solista es grande; con toda seguridad hay muchos que no llegan a conseguirlo teniendo capacidades para ello. Pero no es fácil tener las oportunidades para serlo, que se “fijen” en uno. Me temo que hay algunos que se sienten frustrados por no llegar a ser solistas reconocidos, pero me parece que la enseñanza también ha de ser muy gratificante.

En cuanto a esto, salió a colación la desagradable actuación de una conocida profesora española que le soltó un fuerte rapapolvos a un grupo de pianistas jóvenes, por cómo habían tocado: no es, desde luego, la mejor manera de estimularles para corregirse o superarse. Y no conviene olvidar que, sí, se pueden y se deben “corregir” ciertas deficiencias o desenfoques, pero también es cierto que un profesor debe ser flexible en lo que se refiere no a la ejecución sino a la interpretación: esta no tiene por qué ser única e inamovible. Todo lo más debería decir al alumno: “yo lo haría así, pero también es posible, y hasta está bien, hacerlo de ese otro modo”. No de cualquier modo, por supuesto, pero sí de algún otro modo; en eso consiste la creatividad interpretativa, que no debe ser incompatible con el rigor y el respeto a la partitura. Recuerdo, a este respecto, que un amigo me dijo, hace muchos años, cuando le hice escuchar en disco una de las reveladoras interpretaciones del joven Barenboim: “¡eso no es Mozart!”. Estaba, en mi opinión, muy, muy equivocado: entendía hasta entonces al Mozart pianístico como una cajita de música.

El “peligro” de los concursos

Comentamos también la “crueldad” de los concursos, en los que se juega todo en una sesión, y a menudo los nervios o la mala suerte juegan malas pasadas a los concursantes. Yo he asistido durante años a muchas sesiones del Premio Jaén de Piano y he presenciado cómo pianistas muy bien formados e interesantes intérpretes echaban por tierra una estupenda interpretación con un fallo ostensible, incluso en los acordes finales más flagrantes. También cómo me llamaba la atención que con cierta frecuencia, en la primera prueba, algunos se “perdían” y debían abandonar en medio de una fuga de El clave bien temperado de Bach. Dado que era obligado tocar sin partitura y, como explicaba Alberto, esas fugas son en muchos casos especialmente difíciles de memorizar. Asi que, si surgía un fallo de memoria, no había salida posible.

Repertorio

Les pregunté finalmente a ambos hermanos qué obras nuevas en su repertorio estaban preparando o iban a estudiar, y ambos mostraron interesantes inquietudes, queriendo explorar obras infrecuentes o que presentan especiales dificultades: desde obras de cámara y lieder (¡incluso de Clara Schumann!) y los Momentos musicales de Rachmaninov a la Partita para piano (1922) de Ervin Schulhoff ella, a la Op. 76 de Brahms él, una colección que -dijo- se toca y se graba tan poco por sus singulares dificultades. Nada de caer en la rutina o en los caminos más trillados. He escuchado tanto a Alicia como a Alberto y me parece que -actitud no tan frecuente como debería- no solo son fervientes melómanos, sino que afrontan con decisión interesantes retos. Son dos ejemplos de entusiasmo y de talento salidos del musicalmente algo desierto sur de la Península Ibérica.

12 comentarios:

  1. Ciertamente fue una charla muy cordial e interesante. Muchas gracias, Ángel, por la iniciativa y por tus acertadas palabras en esta entrada

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  2. Precisamente una estadística del Ministerio de Educación refleja que solo el 10 por ciento de los alumnos que comienzan estudios en los conservatorios de nuestro país concluyen el grado Superior. Uno de cada diez, el resto se van descolgando, si bien algunos más pueden conseguir el grado Elemental y también el Profesional. Lo cual no es pecata minuta ya que estos dos grados suponen 10 años de estudio. España nunca ha tenido una gran tradición musical, muy lejos de algunos países centroeuropeos, donde la música forma parte de las enseñanzas obligatorias. Por otro lado sí percibo que músicos profesionales, especialmente profesores de conservatorio, no son grandes melómanos ni conocen en profundidad repertorios ajenos a su especialidad. Como tampoco parece lógico que en estos centros no se ponga en valor vertientes como la historia de la música o que alumnos de piano desconozcan a Claudio Arrau, Daniel Barenboim, Lili Kraus, por poner un ejemplo.

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  3. Me pregunto cuántos alumnos de Historia han leído a Tucídides o a Tito Livio. Voy a mandar una carta a Celáaaa a ver qué me dice.
    Hay una cuestión interesante que parece no haber salido en la tertulia:
    Las salidas profesionales de los estudiantes del conservatorio. Relación entre egresados y los que ya "cobran" suficiente a los dos años del acontecimiento.
    Lo del abandono parece estremecedor si no se han buscado una carrera paralelamente.

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  4. La mayor parte de los alumnos desertores en los conservatorios lo hacen para centrarse en otros campos académicos. Los que concluyen los grados superiores tienen como opción menos complicada tratar de acceder a una plaza docente mediante oposición. Mientras tanto bolsas de empleo, suplencias, actividad en pequeñas orquestas y bolos por doquier. Otros tratarán de intentarlo en orquestas consolidadas y algunos pocos se lanzarán como solistas en las salas de concierto. Decía Álvaro Marías que ser profesor de conservatorio le garantizaba mantener su actividad concertista. Al igual que él, a muchos. Por otro lado decir que las enseñanzas musicales no están orientadas exclusivamente a un mundo profesional de élite, ni siquiera al mundo profesional. Existen muchos escalafones: orquestas locales, bandas de música, orquestas de jazz, etc. Muchos antiguos alumnos de conservatorio que consiguieron un grado medio disfrutan de la música, tocan en agrupaciones, aunque profesionalmente se dediquen a otros menesteres

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    1. Gracias, entiendo que de alguna manera me contesta a mi comentario. Sólo le pido una aclaración. Habla de escalafones en las salidas. ¿Hay alguna modulación o grados en la enseñanza de los conservatorios que permita coordinar el nivel, extensión y exigencia de los mismos para esas salidas de forma que se puedan administrar bien los esfuerzos docentes y las necesidades, dedicación y habilidades de cada alumno?
      Una anécdota. Escuché el 1º Concierto de Bartok por Espinosa, gratísimamente acompañado por una pianista que había acabado la carrera de piano. Yo casi me levanto del asiento de la tensión en el segundo tiempo. Ella, que no sabía nada de Bartok, comentó que le parecía dificilísimo de tocar. Escuetamente.

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    2. No sé si esto contestará su pregunta. Las programaciones didácticas en los conservatorios son documentos legales, accesibles y públicos. Estas programaciones determinan los repertorios, obras y autores por las que deben pasar los alumnos en cada curso, especialidad y grado. En realidad existe poco margen de maniobra en sus contenidos. Cada grado determinará las posibilidades operativas de cada título correspondiente. Un grado profesional, por ejemplo, habilita para ser profesor en una Escuela Oficial de Música. Un grado superior permite optar a una plaza docente en un Conservatorio. A partir de aquí no todo es hermético. Conozco músicos con el grado profesional que viven de la música y otros con el superior que se dedican a otras profesiones. Respecto a los "escalafones" lo mismo: no sólo está la "música de gran repertorio" -es minoritaria- . Existe música al servicio del cine, videojuegos, bodas, bautizos, comuniones, funerales ( hay gente que vive de tocar en sepelios), bandas de música etc, que ofrecen salidas profesionales a muchos músicos.

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  5. Saludos.
    Como antiguo alumno de conservatorio, me gustaría aportar mi experiencia que enlaza con muchas de las ideas expuestas. Permítanme no aportar datos del centro, pues hace más de diez años que acabé el grado medio y probablemente las cosas disten mucho de ser como antaño.
    Como colofón representativo de mi paso por el conservatorio señalaría el recital de fin de ciclo. Cuando se termina el grado medio se da un concierto solista donde el alumno resume todo lo aprendido durante sus estudios. Un motivo de orgullo en principio. El nuestro lo hicieron coincidir con la selectividad, y el director se negó categóricamente a moverlo de fecha. Recuerdo salir de un examen y ponerme el traje de concierto en el coche porque no llegaba al escenario a tiempo.
    La escena que se relata en la entrada del blog sobre la reprimenda no era una excepción, sino la norma. Conocí gente que vomitaba antes de ir a clase de los nervios. El dato de diez por ciento que se aporta sobre alumnos que finalizan el grado medio es incluso superior al que hubo en mi generación.
    Respecto a los gustos musicales de los profesores, es cierto que la mayoría se constriñen al propio repertorio de su instrumento. De Wagner (incluido) en adelante, toda la música era anatema. No hablemos del jazz u otras músicas.
    No obstante, hubo algunos profesores (excepciones) con tal amor por la música que fueron capaces de mantener ciertos rescoldos vivos y transmitirme esa pasión. A día de hoy, bien si me decante por otros menesteres, la música sigue siendo parte esencial de mi vida. Qué poder tendrá este arte que es capaz de sobreponerse a quienes se dicen sus poseedores y guardianes.
    Señor Carrascosa, muchas gracias por su blog del que soy lector asiduo.

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  6. Yo también tengo relativamente cerca aún nmis años de Conservatorio, (tengo Grado Superior de Piano y de Musicología), y puedo ratificar que las principales observaciones que se hacen son ciertas. Es cierto que, en Grado Medio, no son muchos los alumnos que se interesan verdaderamente por la música, (en la mayor parte de los casos se van de las audiciones de alumnos cuando terminan sus intervenciones solistas y de cámara), y buena parte del resto se interesan sólo por su instrumento, pero no por las demás asignaturas…, también en parte porque algunos profesores parecen creer que Historia de la Música, Análisis, etc., sólo sirven para distraer la atención de los alumnos del instrumento, que es lo único que debería importarles. Y son muy pocos los profesores que asisten regularmente a conciertos, con lo que aunque quisieran animarles a ampliar horizontes, poco ejemplo pueden darles a los alumnos…
    Y luego está la presión de los exámenes con tribunal y las audiciones de clase, que hay que aprender a manejar, y objetivamente, no todos pueden… Y todo para que luego las oportunidades de trabajo sean, digámoslo así, complejas. Todo es muy sacrificado.
    Pero aunque terminen tan pocos el Grado Superior y no todos nos dediquemos a tiempo completo a la música, creo que es muy importante seguir cultivando y promover el desarrollo de los Conservatorios. Teniendo en cuenta que la música tiene tan poco peso en la enseñanza general, es importantísimo asegurar un buen número de oyentes para la música clásica…, y para eso los Conservatorios deben ser fundamentales.


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  7. Y lo de la “intolerancia” de los profesores con cualquier interpretación alternativa que puedan intentar sus alumnos del repertorio de clase es bastante habitual. En muchos casos, no permiten que los alumnos intenten bucear en las obras que tocan; imponen sus propias visiones. No siempre hay una verdadera reflexión sobre por qué tal o cual obra hay que interpretarla de tal o cual manera…, a menos que sea en el plano mecánico, por supuesto. Ahí sí hay bastantes que pueden dar pistas útiles sobre cómo estudiar tal o cual pasaje complicado, pero el plano interpretativo propiamente dicho, es otra cosa.


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  8. Daniel Barenboim: »Desafortunadamente, mi salud se ha deteriorado significativamente en el último año. Ya no puedo proporcionar el rendimiento que se exige con razón de un director musical general. Por lo tanto, pido su comprensión de que dejaré este trabajo el 31 de enero de 2023. Le pido al senador de cultura que disuelva el contrato entre nosotros en el tiempo especificado.

     Desde 1992 he sido director musical general de la Staatsoper Unter den Linden Berlin. Los años nos han inspirado musical y personalmente en todos los aspectos. Creo que la Staatsoper y yo tuvimos mucha suerte el uno con el otro. Lo que me hace particularmente feliz y orgulloso es que la Staatskapelle me haya elegido director titular vitalicio. Nos hemos convertido en una familia musical a lo largo de los años y lo seguiremos siendo. Agradezco a todos los miembros de la Staatskapelle, incluidos los que se han ido. Pero también expreso mi admiración por los cantantes, los miembros del coro y todos los demás empleados de la Ópera Estatal, especialmente por mi asistente personal Antje Werkmeister.

     También me complació especialmente que la canciller Angela Merkel y el presidente del Bundestag, Wolfgang Schäuble, me acompañaran tan agradablemente. También me gustaría agradecer al Senador de Cultura Klaus Lederer, quien estuvo a mi lado incluso en tiempos difíciles. Por supuesto, mientras viva, seguiré estando estrechamente relacionado con la música y estoy dispuesto a trabajar como director de orquesta en el futuro, también y especialmente con la Staatskapelle de Berlín.«

     Próximamente se publicará una declaración de la Staatsoper Unter den Linden.

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  9. Muchas gracias a los Srs. Javier, Garzón y Armendáriz. No tenía ni idea de cómo están organizados los planes de los conservatorios. Parece que están especializados por instrumentos y dentro de ellos por niveles. Seguramente acompañados por asignaturas generalistas sobre historia de la música y similares "apegadas" al programa.
    Lo que me asombra es el poco espíritu musical que parece que posee la docencia y los estudiantes. Fábrica de ejecutantes.
    Lo de la música, como la lectura, el aprecio del cine, escultura, arquitectura, en fin, bellas artes, pienso que debe de ser enseñado en la escuela.
    Por lo menos que un estudiante de 15 0 16 años sepa analizar básicamente una película, un cuadro, o seguir los instrumentos cuando escuche una pieza musical, etc.
    En fin, me temo que los tiempos no están con eso. Y no hay color con los medios educativos con los que hice el bachillerato. Igual es que es peligroso.

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