Cruz
¡Qué director tan raro es Zubin Mehta! Un buen amigo me ha pasado dos conciertos en público de este director, uno del verano de 2008 en Viena (en los jardines del Palacio de Schönbrunn) y otro el 11 de enero de 2009 en la Philharmonie de Berlín, con las Filarmónicas de Viena y Berlín, respectivamente. Realmente ¿es el mismo director? Resulta que sí, aunque no lo parezca.
En el primero hizo un programa popular: empezó con la obertura de Las alegres comadres de Windsor de Nicolai, el fundador de la orquesta y que ésta toca con especial afecto y su maravilloso sonido. Pero la dirección fue tan insulsa y rutinaria que pasó sin pena ni gloria (¡qué diferencia con la que el 1 de enero de 2010 ha hecho Georges Prêtre con la misma orquesta, que ha sido una delicia por su gracia, elegancia y chispa!).
Siguió el Segundo Concierto de Chopin, dirigido con irreprochable profesionalidad y del que Lang Lang ofreció una versión en extremo delicada y pulcra, con un lirismo –muy femenino– de la mejor ley.
Y el programa –propinas aparte– terminó con la Quinta de Beethoven. No es que sea Mehta precisamente un director beethoveniano, pero es una batuta capaz de hacer bien casi cualquier repertorio, gracias a su enorme capacidad, a su camaleónica adaptabilidad y a su formidable técnica. Pues bien: fue un rollazo espantoso, sin la menor garra ni dramatismo, ni ímpetu, ni fuerza ni nada. La desgana fue la tónica general. Fue muy lenta, como de la de Furtwängler en EMI con esa orquesta. Pero mientras aquella era una genialidad, un edificio apolíneo (a diferencia de otras suyas en público, absolutamente enloquecidas) de una solidez a prueba de bombas, ésta es vacía del todo, mortalmente aburrida. ¡Ni siquiera la orquesta estuvo como se puede esperar!
Menos mal que las propinas nos espabilaron un poco: las polcas (rápidas) Leichtfüssig! de Hellmesberger y Ohne Bremse de Eduard Strauss. ¡Parca cosecha de cinco minutos en hora y media!
Por su parte, Lang Lang ofreció otros dos bises: una Rapsodia húngara No. 2 exhibicionista, hipervirtuosista (no le va mal), y una superficial y brillantísima Polonesa “Heroica” de Chopin (sí le va mal).
Cara
Unos meses después, en Berlín, Mehta abría el programa con Three Illusions de Elliott Carter, una trilogía de diez minutos compuesta en 2004 de lenguaje radicalmente moderno, pero no por ello abstruso. Creo que Mehta acertó de lleno con el diverso espíritu de las piezas (Micomicón, del Quijote, La fuente de la juventud y la Utopía de Tomás Moro).
En el Cuarto Concierto de Beethoven, Mehta actuó como el grandísimo profesional que sabe ser, con una labor, ya que no inspirada, sí irreprochable (nada que ver, por tanto, con la Quinta de Schönbrunn). Murray Perahia tocó con gran musicalidad y delicadeza extrema, pero sin levantar vuelo en la poesía de la obra ni ahondar en la sima de su “Andante con moto”. Creo que estuvo por encima de su nivel habitual, a diferencia de en la propina, que debió ahorrarse: un Cuarto Impromptu de Schubert sólo “bonito”, de insufrible banalidad.
La maravilla de las maravillas se produjo en la segunda parte, con la Sinfonía Doméstica de Strauss, obra “peligrosa” donde las haya por lo proclive al amaneramiento decadente en muchas de sus formas. No sólo lo conjuró, sino que Mehta la expuso de modo asombroso con el concurso de una Filarmónica de Berlín en estado de gracia, y la dotó de todas las virtudes de que puede dar de sí, desde la sensualidad al humor, sin descartar una grandilocuencia en su punto justo. Baste con decir que mejoró claramente su grabación discográfica (CBS/Sony 1987, con la misma orquesta), probablemente la más satisfactoria de las existentes.
Ángel, mucho ojo, la obra que interpreta Mehta en Schönbrunn no es la obertura de las Comadres, sino Oberon de Weber.
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