La Tosca en DVD que acaba de publicar Decca merece la pena por las interpretaciones de Emily Magee y, en menor medida, de Jonas Kaufmann y del director musical Paolo Carignani. Pero no, en absoluto, por el Scarpia de Thomas Hampson, y tampoco –para mi gusto– por la propuesta escénica de Robert Carsen.
Creo que este imaginativo y brillantísimo director de escena no ha estado aquí muy acertado que digamos. En una producción para Amberes de 1996, repuesta ya en el Liceu y aquí en la Ópera de Zúrich el año 2009, apenas ha realizado aportaciones al soberbio (¡por una vez!) libreto, y las que ha hecho no resultan en general muy convincentes; la acción se traslada al siglo XX, a un teatro, con lo que demasiadas cosas no cuadran, y no sé qué se gana con ello: al final del acto I, en un Te Deum que no se sabe qué pinta allí, ni por qué el coro son los espectadores, Tosca, la gran diva, es izada en un trono que es un resplandeciente sol. Luego, cuando Scarpia (¿qué pinta allí el
feroz y lúbrico jefe de la policía?) se enfada con Tosca porque no canta el paradero de Angelotti, rasga sañudo con un puñal el lienzo que está a medio pintar por Mario; es, claro, el puñal con el que Tosca asesinará a Scarpia: bueno, puede no estar mal esta idea.
Pero son pocos los verdaderos hallazgos de esta producción: entre ellos –si fue Carsen el primero en proponerlo; no lo sé– que Mario está convencido (a diferencia de Tosca) de que lo van a matar de verdad, lo cual me parece muy consistente y quizá más creíble que lo habitual. Lo que sí encuentro espléndido es una inquietante iluminación y una notable dirección de actores.
La dirección musical de un poco conocido Paolo Carignani me ha agradado: tiene garra y sentido dramático, si bien en algún momento del acto III resulta quizá demasiado sentimental. Obtiene un buen rendimiento de los conjuntos de la Ópera de Zúrich: mucho mejor que los que suele el anodino Franz Welser-Möst.
Lo mejor de la versión es para mí la protagonista que encarna Emily Magee, una soprano a la que le había perdido algo la pista, tras aquellos estupendos comienzos como lírica ancha (Elsa, Eva, Condesa y Desdemona a fines del siglo pasado en Berlín con Barenboim, en CD las dos primeras y en DVD las otras dos). Ahora muestra su voz en plena madurez, más ancha y firme, de densa y bella pasta, con graves llenos y agudos seguros, vibrantes, impactantes (y de impecable afinación). Además, es excelente intérprete y actriz en un papel al que es dificilísimo hacer creíble. Dudo mucho que haya hoy una Tosca que le haga sombra.
Tras un comienzo de “Recondita armonia” que hacía presagiar lo peor, Kaufmann encarna un Mario sobrecogedor por su verdad y su fuerza, con agudos poderosos y magníficos. Ante tal demostración de arte, me importan mucho menos ciertos sonidos nada ortodoxos, sobre todo cuando apiana: es un cantante que, sin duda, gana mucho en escena frente al disco.
Hampson muestra una vez más que no se entiende nada bien con la ópera italiana, y aquí la voz es de todo punto insuficiente: posee considerable volumen, pero esto no oculta su falta de solidez y dramatismo. Sobreactúa y no me convence, ni me lo puedo creer –ni siquiera como actor– salvo aquí y allá. Lástima.
La Tosca en DVD más lograda es la de Malfitano, Domingo, Raimondi/Mehta, filmada en los escenarios originales y a las horas en que transcurre la acción. Distribuida, por fin, en nuestro país (tiempo después de que saliese en Italia), los linces del marketing han decidido publicarla sin subtítulos en español, por lo que en un caso como éste han reducido sus posibilidades de venta al 10% de su potencial. Allá ellos.
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