El barbero de Sevilla por Campanella y Serreau
Ópera de París, 2002. Preciosa escenografía para una puesta en escena innecesaria (ya que no, quizá, del todo inconvenientemente) trasladada a algún país musulmán. Coline Serreau firma aquí un trabajo que alcanzó, en mi opinión de forma más bien incomprensible, un gran éxito. ¿Qué ha ganado, qué aporta frente a su ubicación original en Sevilla?...
Por lo demás, los cantantes no parecen estar del todo libres como actores, sino que el empeño en hacer reir sin cesar y a toda costa les resta a menudo espontaneidad y hasta credibilidad: solo así se explica que un Carlos Chausson, mil veces Bartolo totalmente creíble, esté aquí un poco pasado de rosca. Ridículos la vestimenta de Figaro –tapizado de relojes y teléfonos móviles– o las convulsiones de Berta –una vocalmente notable Jeannette Fischer, a la que es mejor no mirar– en su aria, “Il vecchiotto cerca moglie”, que la hacen digna imitadora de Lina Morgan. Lo que más me ha gustado de todo lo que se ve en este DVD es el precioso decorado del acto II y, sobre todo, la aparición del oasis al final justo de la ópera: este efecto será el que más ha contribuido a dejar buen sabor de boca en los espectadores.
El director musical, Bruno Campanella, intenta sin cesar insuflar simpatía y chispa a la música, y lo consigue a menudo, si bien no llega nunca a encandilar, y sí, aquí y allá, a confundir gracia con velocidad (así en varios pasajes de la obertura, en “A un dottor della mia sorte” o en una canija Tormenta). El protagonista es un barítono lírico que no sobrepasa el aprobado, mientras una jovencísima Joyce DiDonato lleva a cabo en esta Rosina un derroche espectacular de facultades y de musicalidad: ¡asombrosa, como años más tarde con Pappano! Bien, a secas, Roberto Saccà, no del todo ligero, sino lírico-ligero, con la emisión a ratos algo estrangulada (la verdad es que Juan Diego Flórez nos ha obligado a rebajar la nota como Almavivas a todos sus colegas).
Estupendo Chausson por su interpretación canora –es seguramente el mejor Bartolo desde hace dos décadas– ya que, como he dicho, le hemos visto actuar mucho mejor en numerosas ocasiones. Ni fu ni fa Kristinn Sigmundsson como grandullón Don Basilio, pero muy bien Nicholas Garrett en el papel menor de Fiorello. Este Barbero, como tantos otros, queda bastante por debajo del de Virgin con dirección de Antonio Pappano y escénica de Moshe Leiser y Patrice Caurier (magníficas ambas labores) filmado en 2009 en el Covent Garden, con un reparto sin fisuras: Pietro Spagnoli, Joyce DiDonato, J.D. Flórez, Alessandro Corbelli y Ferruccio Furlanetto. ¡No sé, por cierto, a qué esperan para editarlo en Blu-Ray!
Salomé por Soltesz y Lehnhoff
Otra interesante versión más de Salome en DVD, pero una vez más otra ocasión fallida para que dispongamos de una magnífica interpretación reciente en soporte audiovisual. Y digo reciente, porque, en mi opinión, la única extraordinaria sigue siendo la de Karl Böhm en D.G., con Teresa Stratas, Bernd Weikl, Hans Beirer, Astrid Varnay, Wieslaw Ochman y la Filarmónica de Viena, que se remonta a 1974 (aun así, es plenamente recomendable, pues esta propuesta escénica de Götz Friedrich, filmada en estudio, posee una más que notable calidad de imagen y de sonido).
La que ahora publica Arthaus fue filmada en el Festival de Baden-Baden de 2011, recogiendo una versión musical en conjunto notable y una propuesta escénica francamente interesante de Nikolaus Lehnhoff, bastante respetuosa con el libreto de Oscar Wilde pero que –cómo no– se toma algunas licencias. Sobre un sugerente escenario que muestra las ruinas de un extraño palacio, con una cambiante iluminación que da buen juego, se desarrolla un drama en el que los personajes interactúan con indudable coherencia y actitudes siempre bien estudiadas y trabajadas. Algunos de los aspectos más sorprendentes son cómo el Paje de Herodías acaricia (por no usar una palabra más fuerte) a Narraboth, cómo Salomé se divierte al principio oyendo a Yokanaán referirse a la lubricidad de su madre, cómo Herodes saca a bailar a la joven princesa en la “Danza de los siete velos” (una vez más resuelta de modo bastante discutible) o cómo al final mismo de la ópera el verdugo estrangula a la reina, mientras a Salomé nadie la mata. Que el profeta sea pintado como un fanático bastante histérico creo que es muy plausible.
Angela Denoke ha sido vocalmente una gran Salomé; ahora ya se encuentra bastante limitada en el registro agudo. Pero su composición psicológica del personaje –especialmente sinuoso, retorcido, caprichoso y contradictorio– es muy rica y veraz. Quien menos me ha convencido, en lo vocal, es el rudo, vociferante y carente de matices Alan Held como Yokanaán. Admirable en todo –también en lo vocal, pese a contar 63 años– la Herodías de Doris Soffel: nada que ver con las en su día grandes cantantes ahora venidas muy a menos... Algo más lírico de la cuenta el Herodes de Kim Begley, con graves algo débiles; su comprensión del cobarde y lujurioso rey es, sin embargo, muy acertada. Estupendo el Narraboth de Marcel Reijans, una voz tenoril muy prometedora, y muy correcta Jurgita Adamonyté como Paje. El húngaro-austriaco Stefan Soltesz realiza un buen trabajo, haciendo sonar a la Orquesta Sinfónica Alemana de Berlín con más transparencia que suntuosidad “karajaniana”; el conjunto, por cierto, actúa con gran competencia, con la salvedad de unas trompetas bastante estridentes.
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