miércoles, 26 de septiembre de 2012

Beethoven: “Moto perpetuo”, 4 Sonatas por Javier Perianes

 

El disco que con el título “Moto perpetuo” acaba de publicar Harmonia Mundi, conteniendo las Sonatas núms. 12, 17, 22 y 27 de Beethoven, es tal vez el trabajo más sobresaliente de los llevados al disco hasta ahora por Javier Perianes. Para hacer esta afirmación tengo también en cuenta la dificultad del repertorio. Si su programa Schubert, con la primera serie de los Impromptus, el Allegretto y las 3 Klavierstücke D 946, era ya muy meritorio tanto por la altura de las interpretaciones como por la dificultad que entraña hacer justicia a esas músicas, esas mismas cualidades se encuentran aquí en un grado aún más elevado. No olvidemos que interpretar a pedir de boca a Beethoven tiene un mérito extraordinario, y –pese a que muchas críticas parecen ignorarlo– son pocos los pianistas que lo han logrado en disco. Pues bien, en mi opinión el onubense que se nos descubrió al obtener el Premio Jaén en 2001 ha, desde aquella precoz explosión de talento, madurado con rapidez y sobre sólidas bases.
Admirador y seguidor suyo desde el primer momento, confieso que sentía un cierto temor ante este disco Beethoven: temor de que, en estas obras, no diera la talla. Me alegro de que esos temores hayan resultado infundados. Nada más poner el CD en el lector, me di cuenta de inmediato –impresión que se ha confirmado en todo el disco– de que suena a Beethoven, eso tan difícil y problemático de conseguir (y que no ocurría del todo aún en su clase magistral de 2005 sobre la Sonata 31 con Barenboim, DVD EMI). Que Perianes haya conseguido en pocos años que Chopin le suene a Chopin, Debussy a Debussy, Falla a Falla... y Beethoven a Beethoven no es un mérito cualquiera.
Parece que Perianes ha estudiado a fondo las interpretaciones beethovenianas de su admirado Barenboim, en particular sus dos últimos ciclos (D.G. 1984 y, en DVD, EMI 2005) y, la verdad, no podría haber tenido un modelo más adecuado. Pero el pianista de Nerva no me parece que copie a Barenboim, sino que lo ha asimilado, ha comprendido a fondo por qué el de Buenos Aires toca Beethoven como lo toca, con esa inexplicable mezcla de rigor y creatividad, y ha hecho suya la lógica interna de las partituras (y que sin embargo parecen no entender tantos pianistas).
Perianes ha conseguido desterrar todo exhibicionismo virtuosista, que es uno de los mayores y más frecuentes pecados cometidos al tocar Beethoven, y no cae en la tentación de correr para, por ejemplo, lograr transmitir mayor ansiedad en los movimientos extremos de la Sonata 17 “La Tempestad” (aunque yo prefiero el Allegretto a un tempo ligeramente más lento), ni cae, ni por asomo, en lo altisonante al desgranar con reflexiva hondura la Marcha fúnebre de la Sonata 12. La especial naturalidad con que frasea la bellísima y particularmente difícil de desentrañar Sonata 27 le permite incluso alcanzar la singular ternura que anida en la obra. En cuanto a la poco tocada Sonata 22, verdaderamente saca petróleo de esta página nada fácil de situar a la altura de sus compañeras.
¿Algún reparo? Mínimo, y solo uno: creo que la frase final que remata el Adagio de la Sonata 17 se puede demorar un poco más para, paladeándola y haciendo un oportuno rubato, elevarse hasta el lirismo excelso y el misterio que, para mí, es capaz de transmitir.
El disco, con una foto de portada preciosa, unas notas esclarecedoras, nada al uso, de Luca Chiantore (quien señala con acierto la elasticidad y la flexibilidad del fraseo de que hace gala Perianes: ni el más mínimo mecanicismo, que arruina a Beethoven incluso en los movimientos perpetuos), está fenomenalmente bien grabado en los ya famosos Estudios Teldex de Berlín.




No hay comentarios:

Publicar un comentario