PRIMERA PARTE
Hace unos años realicé para Radio Clásica, de Radio Nacional, unos programas titulados “Versiones comparadas” en los que comentaba diversas grabaciones de una misma obra, y emitía algunas de estas versiones, las que me parecían de más interés, dentro del tiempo de una hora y media que duraba cada programa.
Ahora (a instancias de algunos amigos) voy a ir trayendo a este blog, poco a poco, aquellos trabajos, que tal vez interesarán a algunos de mis lectores. Suprimo, por supuesto, aquello de “van ustedes a escuchar” y “acaban ustedes de escuchar...” y modifico poco más. Creo que no es mala idea empezar por esta significativa página de Wagner, por aquello de la conmemoración de su centenario. (Tampoco me olvidaré del otro aniversario, el de Verdi, por supuesto).
El Preludio del Acto I de Die Meistersinger von Nürnberg (el propio Wagner lo denominó también “obertura”) es no sólo una de las páginas orquestales más admirables de su autor, sino también una de las más conocidas, debido en buena parte a que es pieza predilecta de la mayoría de los grandes directores de orquesta, y de las propias orquestas; al menos de los muy buenos directores y de las muy buenas orquestas, puesto que pone a prueba drásticamente a unos y a otras.
Lo que quizá más llama la atención a la hora de interpretarlo es su complejidad, en concreto polifónica: el primer reto de los directores y las orquestas que se enfrentan a este Preludio, de unos 10 minutos de duración, es el de conseguir que el oyente pueda escuchar todo lo escrito por Wagner, que es mucho y, la verdad sea dicha, todo bellísimo y absolutamente magistral: es una pieza, sin la menor exageración, genial. Ello se debe a que Wagner no sólo yuxtapone, sino que superpone muchos de los temas principales de la ópera, la única que se acerca al género comedia entre las suyas.
Recuerdo que, en una entrevista de hace ya un par de décadas, uno de los más conocidos directores de orquesta españoles afirmaba algo así como que “es imposible que el oído humano perciba a la vez todo lo escrito en muchos momentos de este preludio”. Afirmación que seguramente no es ni indiscutible ni carente de sentido. En todo caso, me permito poner en duda esa afirmación. Algún malintencionado podría decir que esconde la imposibilidad de que un director logre que se perciba con claridad todo a la vez.
Es cierto que el oído tiene que hacer un esfuerzo para captar de un modo digamos intelectual todo lo que suena; por ejemplo, si queremos analizar cuánto es lo que está sonando al mismo tiempo, hay que seguir por unos instantes una de las melodías, y luego pasar a otra y más tarde a otra, para comprobar que todas ellas están siendo expuestas con corrección y claridad.
Pero también es cierto que cuando escuchamos una versión que no es lo suficientemente transparente, aunque no prestemos una enorme atención, vamos a echar de menos ese o esos temas que no nos llegan con nitidez.
Sólo comentaré, por cierto, versiones de concierto, con unos simples acordes conclusivos añadidos por Wagner para que se pudiese tocar este Preludio como pieza independiente de concierto, al margen de la ópera; pues dentro de ella enlaza directamente con el coro “Da zu dir der Heiland kam”.
La versión más antigua de las que citaremos es la de Wilhelm Furtwängler con la Orquesta Filarmónica de Viena para EMI, registrada en abril de 1949. Una vibrante interpretación, admirable y equilibrada, pero deficiente en lo que se refiere a la calidad de la toma de sonido. La del mismo director para D.G., grabada en diciembre del mismo año 1949 y esta vez con la Filarmónica de Berlín, es más discutible por su cierto extremismo: entusiástica e impetuosa, pero con algún pasaje un tanto marcial y ocasionalmente algo desbocada, que se frena al final para coronar la coda con gran amplitud. Tampoco suena bien desde la perspectiva actual. Motivo por el cual es difícil juzgar, en ambas, el grado de claridad logrado por el genial director berlinés.
Diez años más tarde, en 1959, se publica la de Fritz Reiner con la Orquesta Sinfónica de Chicago (RCA), interpretación un tanto ampulosa pese a no ser lenta en conjunto, y con acusados rubatos, no siempre muy comprensibles a la vista de los resultados.
En 1960 nos encontramos con la que posiblemente es la primera interpretación verdaderamente portentosa de este Preludio: la de Otto Klemperer con la Orquesta Philharmonia (EMI). También es la primera interpretación podríamos decir “objetivista”, que aparentemente no se toma libertades pero que, paradójicamente (o no), es de una gran personalidad. Con un tempo apreciablemente tranquilo (dura 11 minutos, uno más que la de Reiner y un minuto y medio más que las de Furtwängler), pronto deja de parecer lenta, tal es su aplastante lógica. La introducción es amplia, sin asomo de ampulosidad, y su fraseo es maravillosamente ordenado y fluido; la transparencia es alucinante; creo que jamás ha sido superada: sólo por ello sería un portento. Pero hay mucho más: lirismo, calor, elegancia, sentido del humor y grandeza, y todo ello expuesto sin la menor fisura, como de un solo trazo. La ejecución de la orquesta londinense es colosal, hasta el punto de que tampoco ha sido nunca aventajada por otros conjuntos más renombrados, como los de Berlín, Viena o Chicago.
Dos años después, en 1962, se publica la versión (del sello MCA) a cargo de Hans Knappertsbusch al frente de la Orquesta Filarmónica de Múnich (10’54”), una interpretación muy personal pero absolutamente ortodoxa de uno de los mayores especialistas wagnerianos de todos los tiempos: tras una introducción más bien ligera, como para dejar claro que estamos ante una comedia, el tempo va remansándose suavemente, dejando entrada a un efusivo lirismo, y dando paso a una sección fugada que transcurre y es expuesta como una seda; el tempo se torna aún más tranquilo y la pieza concluye en un tono solemne pero nada ampuloso.
Fue este director quien once años antes, en 1951, tuvo a su cargo la primera grabación oficial completa (para Decca) de Los maestros cantores, con la Orquesta Filarmónica de Viena, versión en la que prima el carácter cómico-festivo de la obra; siguiendo con una lista cronológica de las grabaciones “oficiales” de la ópera completa, tenemos en segundo lugar la de 1956, a cargo de Rudolf Kempe con la Orquesta Filarmónica de Berlín (EMI), muy dentro de la mejor tradición germana; la de Rafael Kubelik con la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara, grabada en estudio el año 1967 pero no publicada (por Calig) hasta tres décadas más tarde, es una versión particularmente romántica y de texturas más suaves y ligeras (en el buen sentido) de lo acostumbrado.
Tres años posterior, de 1970, es la versión de Herbert von Karajan con la Staatskapelle de Dresde (EMI), grandiosa, una de las indiscutibles referencias en esta obra. 1976 aporta dos grabaciones, la de Eugen Jochum con la Deutsche Oper de Berlín (D.G.), muy dentro de la tradición, y la impetuosa y más renovadora de Sir Georg Solti con la Filarmónica de Viena (Decca); 17 años han de pasar hasta la de Wolfgang Sawallisch, de 1993, con el Coro y la Orquesta de la Ópera Estatal de Baviera, interpretación la del Preludio sólida, si bien un tanto aséptica;
de 1996 es la segunda grabación de la ópera, esta vez más amable y liviana, por Solti, el único título completo de este compositor que repitió el gran director húngaro, de nuevo para Decca y esta vez con la Orquesta Sinfónica de Chicago; y de 2000 es la última grabación por el momento de Los maestros cantores: la efectuada por Daniel Barenboim en el Festival de Bayreuth para Teldec. Un Preludio particularmente festivo para una interpretación global con recovecos inesperados, como los rasgos marcadamente amargos en el personaje central de Hans Sachs.
Volviendo a los registros discográficos del Preludio del Acto I en su versión de concierto, nos topamos ahora con dos espléndidas interpretaciones publicadas en 1963: la de Bruno Walter al frente de la Orquesta Sinfónica Columbia (CBS), cálida, apasionada y de destacable claridad expositiva, y la de Rafael Kubelik con la Filarmónica de Berlín (D.G.), sólida y musicalmente irreprochable concepción, si bien no especialmente significativa.
En 1972 nos llega otra interpretación realmente excepcional, la de Sir Georg Solti al frente de la Sinfónica de Chicago (9’44”) para Decca (la única de las tres que llevara a cabo con final de concierto). Será difícil hallar una versión de tal fuerza y empuje, diríamos que juvenil (aunque Solti tuviera 59 años), tan ardorosa, tan grandiosa sin opulencia exterior, y al mismo tan formidablemente bien tocada: una actuación realmente apabullante de la Sinfónica de Chicago, que por entonces estaba llegando a su cima gracias a la labor del maestro húngaro.
(continuará)
Estimado señor Carrascosa. Como siempre, muy interesante. Sin embargo, veo que no recoge la que para mi gusto es la mejr interpretación de este preludio: la de Böhm con la Filarmónica de Viena en DG. ¿Qué le parece? Un cordial saludo.
ResponderEliminarDe esa versión, si no la mejor para mí sí una de las mejores, digo cuatro palabras en la segunda parte, que estoy a punto de publicar. Gracias.
EliminarMaravillosa fórmula la de "Versiones comparadas", que se echa de menos. El espacio que se dedicó al "Canto del cisne" schubertiano es inolvidable Imposible mejor elección de sintonía ("Verlächte Nacht", creo que en la versión de Karajan).
ResponderEliminarLa sintonía del programa de Radio Clásica "Versiones comparadas" sonaba no en la estupenda versión de Karajan, sino en la que es mi favorita: la de Barenboim con la Sinfónica de Chicago.
EliminarMe encantan estas "versiones comparadas".
ResponderEliminarGracias.