Cavalleria rusticana
Jonas Kaufmann, el omnipresente tenor de nuestros días,
amplía sin cesar su repertorio, y justo es decir que casi siempre acierta.
Aunque para mí sigue brillando, en líneas generales, más en el repertorio
alemán que en los demás, en las dos óperas más conocidas del verismo italiano del presente
DVD/Blu-ray de Sony vuelve a dejar testimonio de su talla vocal y artística.
Con algún reparo, mayormente en la ópera de Mascagni. Pues ¿a qué viene cantar
la canción inicial, "O Lola ch'ai di latti la cammisa", en voz baja,
como para sí mismo? La única forma convincente de hacerlo es, me parece, no de
cerca, como aquí, sino desde lejos y acercándose poco a poco, y a plena voz:
Turiddu comparte con los hermosos campos sicilianos, aún desiertos al amanecer,
su plenitud tras una noche de placer con su amante. Pero, claro está, el
director de escena no parece entender gran cosa de esta obra, y, para qué
engañarnos, tampoco el director musical.
Kaufmann sí me convence, y mucho, en sus principales
restantes intervenciones: en el
magnífico dúo "Tu qui, Santuzza?", en el brindis "Viva il
vino spumeggiante" y despidiéndose de su madre, en "Mamma, quel vino
è generoso". Aun así, no perdamos de vista que queda claramente por debajo
del gran Turiddu de hace un cuarto de siglo, un tal Plácido Domingo. Santuzza,
a cargo de la impactante voz y gran cantante que es Ludmila Monastyrska
(soprano dramática, impresionante como Lady Macbeth o Abigaille), da la talla
vocal, pero como intérprete aparece distante, indiferente, también actuando
(los primeros planos son cruelmente reveladores), lo que me deja estupefacto en
una cantante que era un ciclón en esos referidos papeles verdianos. Muy bien
Ambrogio Maestri como Alfio, aunque deja sentir en los agudos que ya está algo
mayor. Bien la Lola de Annalisa Stroppa e increíble la Mamma Lucia de la mezzo
Stefania Toczyska, quien a sus 72 años cumplidos en 2015, cuando fue filmada
esta representación del Grosses Festspielhaus salzburgués, conserva un estado
vocal más que sorprendente, casi incomprensible.
La escena divide el enorme escenario en seis pantallas de cine, tres a ras del escenario y
otras tres sobre esas, lo que permite ver las actitudes y las reacciones de los
personajes que no están en ese momento en escena. Esto parece en principio muy
acertado, pero resulta cansado cuando no un poco confuso y hasta caótico. El
responsable escénico, Philipp Stölzl, creo, como decía, que no entiende bien la
obra, no ya porque cambie muchas cosas del libreto e invente muchas otras que
vienen poco o nada a cuento (muchas ocurrencias y pocas ideas), sino porque no
convence a los cantantes para que se crean lo que hacen y logra que actúen mal o fatal (como es habitual, el inteligente
Kaufmann va por libre y resulta más creíble). Decorados y vestuario,
inapropiados y muy feos.
En cuanto a Thielemann -¿por qué se habrá metido en esto?- suena todo el tiempo
muy poco italiano, es lo que claramente se llama estar fuera de estilo, y de poco le sirve que su orquesta, la
Staatskapelle Dresden, sea magnífica. Esta vez solo saca los pies del plato en
algunos detalles que me hacen torcer el gesto, pero son solo detalles y no
muchos, pero... ¿y ese maravilloso Intermedio,
joya de esta desigual ópera? En él, muy lento y casi siempre en p o pp,
vuelca el tarro del sirope, haciéndolo insufriblemente edulcorado. Quien no
haya escuchado esta página a Muti en una representación, difundida por
televisión, en Ravenna el año 1996, con Waltraud Meier, José Cura (cuando
estaba en plenitud) y la Orquesta del Teatro Comunal de Bolonia, no sabe lo que
esta página puede dar de sí. Pero no hace falta llegar a tanto: de Erede y
Serafin a Sinopoli, pasando por Gavazzeni, Karajan, Levine, Muti (grabación con
la Philharmonia), Prêtre y tantos directores que han grabado el Intermedio al
margen de la ópera, han sabido lo que se traían entre manos, y no, desde luego,
Thielemann, que juega a ser el
Karajan más empalagoso, si bien en esta ocasión el director salzburgués supo
evitarlo por completo (hablo de su ópera completa, DG 1966).
Pagliacci
Curiosamente ¡menos mal! Pagliacci
está mucho más acertadamente dirigido por parte de la batuta, y ese desenfoque
estilístico casi desaparece. Es más, hasta se nos permite disfrutar a base de
bien de la orquesta (no es la primera vez, claro: ya habíamos escuchado en
disco a la Philharmonia y a la London Symphony, a la Filarmónica de Berlín, a
la Concertgebouw y a la de Filadelfia). (Entre paréntesis: yo, desde luego, soy
casi siempre incapaz de disfrutar de una magnífica orquesta cuando encuentro la
dirección fuera de lugar). Esta vez ni siquiera en el Intermedio se abandona a
lentitudes empalagosas, pues hasta lo hace sobrio y rapidito. La verdad, de no
haberlo visto, hasta habría pensado que otra persona empuñaba la batuta.
De nuevo Kaufmann es el gran triunfador, convenciéndome de
lleno por su canto admirable, por su gran musicalidad y su fuerza expresiva,
también como actor (aun así, tampoco es Domingo, quede claro). La intérprete de
Nedda, Maria Agresta, está bastante bien y no cae en la cursilería, si bien
tampoco encandila ni es buena actriz. El borrón es el Tonio de Dimitri
Platanias, un barítono de canto muy insuficiente. Correctos el Silvio de Alessio
Arduini -voz robusta, no muy agradable- y el Beppe de Tansel Akzeybek, de
pronunciación deficiente. Muy buenos, si bien a veces algo demasiado refinados,
los Coros (adulto e infantil) del Festival de Salzburgo.
La escena de Stölzl vuelve a disgustarme; de nuevo más
ocurrencias que ideas, exageraciones (los aldeanos que asisten en el cuadro
final a la tragedia parecen bobos de remate), feos decorados y trajes, y pobre
o inexistente trabajo con los actores. La imagen del Blu-ray y su sonido son
extraordinarios, y esta vez (¿santo cielo, quién decide cuándo sí y cuándo no?)
contamos con subtítulos en castellano. Por el momento, tendremos que seguirnos
conformando con el DVD de DG que lleva ambas óperas, con Domingo y Prêtre en La
Scala, película algo recargada pero sensata de Zeffirelli. Sus principales
cantantes, tanto Domingo como una arrolladora Obraztsova, Stratas, Bruson y Pons, son claramente preferibles.
Tielemann no es muy santo de su devoción ¿A qué no?
ResponderEliminarRRR
No sé quién es Tielemann. A Thielemann le admiro cuando me gusta lo que hace, y no cuando no me gusta. No soy creyente, no tengo devociones.
EliminarEn la revista Ritmo, en la que usted escribe, la han puesto fenomenal, pero no me acabo de fiar. El crítico dice que Kaufmann da lo mejor de sí con Thielemann. ¿De dónde saca eso? Por ejemplo, en el Don Carlo con Pappano o en el Werther con Plasson está increíble. ¿Va a estar mejor en Cavalleria y Payasos con Thielemann? Lo dudo, pero lo voy a comprobar. Roberto V. A.
ResponderEliminarYa he visto el dvd, y afirmo estar de acuerdo en casi todo con lo comentado en este blog. En la crítica de Ritmo encuentro que se ha soltado el botafumeiro. ¿Qué es eso de que en Salzburgo quieren mucho a Thielemann y lo ven el sucesor de Karajan? ¿El adinerado y poco culto en música público de Salzburgo, ese público que aplaude al final del 3º mov. de la Patética y hasta después del 1º mov. de un concierto de Mozart?. ¡Qué poca seriedad, qué poco rigor! Roberto V. A.
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