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jueves, 10 de julio de 2025

En el centenario del nacimiento de Nicolai Gedda

 

Nicolai Gedda ha sido probablemente el tenor más grabado hasta ahora, Plácido Domingo incluido: algo más de cien óperas, y además, son casi incontables sus intervenciones en oratorios, misas, cantatas, etc., así como canciones -francesas, italianas, rusas- y lieder.

De ese enorme repertorio grabado pueden señalarse, al margen de muchas óperas, grandes logros como La pasión según San Mateo con Klemperer, el Requiem de Mozart con Barenboim, el de Verdi con Giulini, la Novena Sinfonía de Beethoven con Rudolf Kempe, Cristo en el Monte de los Olivos con Wagenheim, Elías de Mendelssohn con Frühbeck, La condenación de Fausto con Prêtre y Colin Davis, la Misa Glagolítica con Bernstein, A la mada lejana y otros lieder de Beethoven con Jan Eyron o su recital de Canciones de Rachmaninov con Weissenberg, por poner solo unos cuantos ejemplos. Gedda es, muy probablemente, el músico con mayor número de grabaciones después de Dietrich Fischer-Dieskau (el número uno, fuera de toda duda).

Nacido en Estocolmo el 11 de julio de 1925, de padre ruso y madre sueca, mañana hace justo cien años de su nacimiento. Estudió en su ciudad natal y ya en 1952 debutó en la Ópera Real Sueca con Le postillon de Longjumeau (1836) de Adolphe Adam, en uno de los papeles más agudos de tenor de todo el repertorio operístico. De inmediato se presentaba, ese mismo año, en la Ópera de París con Oberon y al año siguiente en La Scala con Don Giovanni, comienzo de una carrera operística que le llevó a los escenarios más prestigiosos: Aix-en-Provence, Viena, Londres, Nueva York, Salzburgo, Moscú…

Todo ello se explica debido a su técnica vocal excepcional, a su versatilidad idiomática fuera de lo común -pronuncia sin tacha sueco, ruso, inglés, francés, alemán e italiano- y a su adaptabilidad a muy diversos estilos. Su timbre de voz no suscita siempre los mismos consensos, pues trátase de un color no muy luminoso que se fue oscureciendo con los años, si bien eso no puede considerarse en sí mismo una mácula, porque fue -en general- adecuando su repertorio a esa evolución.

De su enorme legado, con los directores más importantes, se desprende con claridad que ha sido uno de los tres o cuatro tenores más grandes de su tiempo, a lo largo de una trayectoria de casi cuatro décadas. Yo diría más: por su calidad y por la amplitud y diversidad de su repertorio, ha sido el más completo tenor de su tiempo.

Murió en Tolochenaz, Suiza, el 8 de enero de 2017, cumplidos los 91 años de edad.

 

NICOLAI GEDDA

Óperas y operetas grabadas:

Barber: Vanessa (Mitropoulos 1959)

Bellini: Capuletos y Montescos (G.Patanè 76)

Los Puritanos (Muti 1970; Rudel 74)

Berlioz: Benvenuto Cellini (C.Davis 63)

Bernstein: Candide (Bernstein 89)

Bizet: Carmen (Beecham 59; Prêtre 65)

Los pescadores de perlas (Dervaux 61)

G. Charpentier: Louise (Rudel 77)

Cornelius: El barbero de Bagdad (Leinsdorf 57)

Debussy: Pelléas et Mélisande (Kubelik 71)

Donizetti: El elixir de amor (Molinari-Pradelli 67)

Enescu: Edipo (Foster 90)

Flotow: Marta (Heger 69)

Glinka: La vida por el zar (Markevitch 59)

Gluck: Alceste (Prêtre 60; Baudo 82)

El cadí engañado (Suitner 75)

Ifigenia en Táuride (Prêtre 61)

Orfeo y Eurídice (en francés) (Froment 72)

Gounod: Fausto (Cluytens: 2 grabaciones, 54 y 59)

Romeo y Julieta (Lombard 69)

Hahn: Ciboulette (Diederich 83)

Haydn: Orfeo (Bonynge 67)

Kálman: La condesa Mariza (Mattes 72)

La princesa de las czardás (Mattes 71)

Korngold: El milgaro de Heliane (Mauceri 93)

Lehár: El conde de Luxemburgo (Mattes 69)

Giuditta (Boskovsky 84)

El país de la sonrisa (Ackermann 53; Mattes 67)

La viuda alegre (Matacic 63)

El zarevich (Mattes 70)

Lortzing: El ensayo de ópera (Suitner 75)

Undine (Heger 67)

Zar y carpintero (Heger 66)

Massenet: Cendrillon (Rudel 79)

Manon (Rudel 72)

Thaïs (Maazel 76)

Werther (Prêtre 69)

Millöcker: El estudiante mendigo (Allers 74)

Mozart: Così fan tutte (C.Davis 74)

Don Giovanni (Rosbaud 56; Klemperer 66)

La flauta mágica (Klemperer 64; *Stein 71)

Idomeneo (Schmidt-Isserstedt 72)

El rapto en el sarrallo (Krips 66)

Mussorgsky: Boris (Semkow 77; Rostropovich 91)

Offenbach: Los cuentos de Hoffmann (Cluytens 65)

Pfitzner: Palestrina (Kubelik 73)

Prokofiev: Guerra y paz (Rostropovich 88)

Puccini: La bohème (Schippers 64)

Madama Butterfly (Karajan 56; en alemán: G.Patanè)

Rossini: El barbero de Sevilla (Levine 75)

Guillaume Tell (Lombard 70; Gardelli 73)

Schubert: Los hermanos gemelos (Sawallisch 75)

Shostakovich: Lady Macbeth (Rostropovich 90)

Oscar Straus: Ein Walzertraum (Mattes 70)

J. Strauss: El barón gitano (Ackermann 58; Allers 70)

El Murciélago (Boskovsky 72)

Noche en Venecia (Ackermann 55)

Sangre vienesa (Ackermann 54; Boskovsky 76)

R. Strauss: Capriccio (Sawallisch 59)

El caballero de la rosa (Karajan 57)

Stravinsky: Edipo rey (Salonen 92)

Suppé: Boccaccio (Boskovsky 75)

Tchaikovsky: Eugenio Oneguin (Tchakarov 90)

Iolanta (Rostropovich 86)

Verdi: Don Carlo (en alemán) (G.Patanè)

La forza del destino (en alemán) (G.Patanè)

Rigoletto (Molinari-Pradelli 67)

La Traviata (Krips 71; Ceccato 72)

I Vespri Siciliani (Levine 74)

Wagner: Lohengrin (Varviso 68)

Weber: Abu Hassan (Sawallisch 75)

Der Freischütz (Heger 69)

Euryanthe (Janowski 75)

 


sábado, 13 de junio de 2020

Una opereta en Blu-ray y otras dos desde el Met


El país de la sonrisa en Blu-ray

Son pocas las operetas en lengua alemana -a excepción de El Murciélago de Johann Strauss hijo- que cuentan con versiones notables en imágenes. Tampoco las del gran continuador en los países germanos del "Rey del Vals", Franz Lehár (1870-1948), austríaco nacido en lo que hoy es Hungría y que es el último y mayor representante del género en el siglo XX. Con la octava de sus 38 operetas, La viuda alegre (1905), alcanzó un gran éxito y justo renombre. De los títulos que siguieron -estrenados en Viena o Berlín- se mantienen en repertorio en los países de su lengua otra decena, y entre ellos uno de los más destacados logros es sin duda Das Land des Lächelns (Berlín, 1929), que contiene una de las arias de tenor ("Von Apfelblüten einen Kranz") más bellas e inspiradas del género. (Por cierto, me parece que la habitual traducción El país de las sonrisas no es la más indicada). Esta versión filmada, del sello Accentus, es la segunda que conozco tras la floja y muy anticuada de Kollo, Pitsch-Sarata/Ebert (DG), pero resulta inevitable compararla también con las dos principales de audio, ambas del sello EMI: la de Gedda, Rothenberger, Renate Holm, Harry Friedauer/Mattes (1967) y la de Jerusalem, Donath, Brigitte Lindner y Martin Finke/Boskovsky (1982). El dificilísimo papel del Príncipe Sou-Chong -que requiere un legato magistral, línea de canto y regulación del sonido muy sofisticadas- fue inmortalizado por Nicolai Gedda y desde entonces es iluso pretender encontrar algún tenor a su altura. En cualquier caso, tanto el joven Jerusalem como el hoy en sazón Beczala -cuyo territorio originario y quizá más natural es precisamente el de la opereta- resultan espléndidos. Este último, con un hermoso timbre, una técnica muy depurada, elegancia en el fraseo y un conocimiento certero del estilo, es con seguridad la elección más acertada hoy día.

La gran sorpresa ha sido para mí la soprano lírica (con tintes de ligera) Julia Kleiter: preciosa voz, excelente canto y todo lo demás -actuación incluida- con el solo pero de algún sobreagudo un poco estridente; poco tiene que envidiar globalmente a sus dos grandes antecesoras citadas. Estupenda también la soprano ligera Rebeca Olvera como Mi, y correcto Spencer Lang como Gustl. Regular Davidson en su brevísima aparición como Tschang, y muy en su sitio Martin Zysset en el papel del cómico Jefe de los eunucos. Espléndido el Coro de la Ópera de Zúrich, soberbia la Orquesta Philharmonia Zürich y sensacional la batuta de Fabio Luisi, que, oh sorpresa, parece todo un especialista, aventajando incluso al indiscutido experto Boskovsky. Ese especial mundo lehariano, elegantísimo y decadente, resulta que parece irle como anillo al dedo al maestro italiano. Para terminar de redondear la faena, la escena de Andreas Homoki, que lidia con un argumento delirante, es ejemplar: estéticamente impecable, sensata, sin la menor extravagancia y logrando creíbles interpretaciones de los cantantes. Un producto, pues, muy difícil de superar hoy por hoy. Sonido e imagen a pedir de boca; solo se echan en falta los subtítulos en español. 

Pese a mi gran, enorme admiración por Puccini, La Rondine me gusta poco. Esta opereta, estrenada (muy apropiadamente) en el Casino de Montecarlo el año 1917, apenas posee una aria (“Ch’il bel sogno di Doretta”) preciosa, y poco más: funcionó la maestría del compositor, pero no movilizó en absoluto su genio, llegando a veces sus melodías a resultar no solo convencionales (pálida repetición de las suyas más inspiradas), sino también empalagosas. Ahora bien, la función de 2009 divulgada recientemente en abierto por el Met contó con una representación de lujo (como corresponde al ambiente de la trama), dirigida en lo visual con gran acierto por Nicolas Joël, con preciosa escenografía. La batuta del batutero (perdón por el término) Marco Armiliato tuvo suficiente competencia. Y contó con un punto muy fuerte en Angela Gheorghiu como Magda: uno de sus mejores logros en años, por esa etapa ya madura de su voz y su arte. De la referida aria hizo una verdadera creación, ni siquiera superada por la exquisita Kiri Te Kanawa en su grabación con Maazel; solo -que yo sepa- por Caballé en su mítico recital Puccini con Mackerras. Roberto Alagna es un tenor que nunca me ha entusiasmado: admiro su voz, pero su canto me suele parecer bastante pedestre; aquí, además, en su Ruggero ha desaparecido parte de su seguridad canora. El otro tenor, en el papel de Prunier, tampoco me ha gustado mucho: demasiado blanco el timbre de Marius Brenciu, forzado además en el agudo. Muy bien, en cambio, la Lisette de Lisette Oropesa, en aquel momento casi una ligera pura. Y resulta triste reencontrarse con Samuel Ramey (Rambaldo), quien a sus 67 años muestra una voz totalmente arruinada por un trémolo imposible. 

Más lograda globalmente ha sido La viuda alegre de Franz Lehár, la mayor opereta (1905) posterior a Johann Strauss hijo. Cantada aquí (2015) en traducción inglesa -lo que se puede entender al ser montada con abundantes partes habladas-, la suntuosa y preciosa escena de Susan Stroman es poco menos que insuperable (por cierto: experimentos escénicos con La Rondine o con La viuda alegre creo que son difícilmente tolerables), siendo uno de sus mayores aciertos la interpretación actoral de todos y cada uno de los intervinientes. La dirección musical de Sir Andrew Davis me ha parecido impecable, muy en estilo. El de Hanna Glawari es un papel ideal para Renée Fleming; creo que es una pena que no haya frecuentado más el género, en el que podría haber sido digna continuadora de la Schwarzkopf y la Rothenberger. Aunque su voz ha perdido algo de aquel plateado brillo de su etapa dorada, su arte y adecuación siguen intactos. El segundo papel principal, el de Danilo, ha sido menos brillante: el barítono lírico Nathan Gunn no está al nivel deseable. Muy bien Kelli O’Hara como Valencienne, bastante bien Alek Shrader como Camille, y espléndido, con la voz en estupendo estado a sus 71 años, Sir Thomas Allen en el papel del Barón Mirko. Pese al mediano Danilo, una verdadera delicia de función que pide a voces su publicación en DVD/Blu-ray.