Las seis últimas Sinfonías de Bruckner van a ser publicadas dentro de unos meses en DVD (y parece que también en Blu-Ray) por el sello Accentus (la producción es de Unitel), en las interpretaciones que Daniel Barenboim y la Staatskapelle Berlin ofrecieron en público, el pasado mes de junio de 2010 (exactamente entre los días 20 y 27, precedidas de Conciertos de Beethoven), en la Philharmonie de Berlín.
Pero la cadena francoalemana de TV Arte se ha adelantado, y las ha retransmitido en alta definición, con una imagen y un sonido deslumbrantes, lo que permite comentarlas antes de su publicación comercial en un soporte discográfico.
La convivencia de Barenboim con Bruckner es, como se sabe, muy larga: entre sus primeros discos como director estaban el Te Deum y las dos últimas Misas para EMI (con la New Philharmonia y la English Chamber Orchestra), y pocos años después comenzaba para D.G. su ciclo de las diez Sinfonías (incluye la “Cero”), más el Te Deum, el Salmo 150 y Helgoland, todo con la Sinfónica de Chicago: ciclo concluido, por supuesto, antes de ser nombrado director titular del legendario conjunto orquestal.
Como es sabido por los discófilos, años más tarde realizó la grabación de otro ciclo (esta vez sin la “Cero” y sin el Te Deum, aunque sí con las dos otras partituras sinfónico-corales), al frente esta vez de la Filarmónica de Berlín, para Teldec.
Por supuesto, además de las grabaciones, las interpretaciones en público de obras de Bruckner han sido durante estas últimas décadas numerosísimas, varias de ellas en España (con las Orquestas de París, Sinfónica de Chicago y Filarmónicas de Berlín y Viena). Como curiosidad, Barenboim fue responsable del estreno en Francia (¡!) de la Novena Sinfonía de Bruckner, con la Orquesta de París. Pero, es sorprendente (o tal vez explicable), con “su” Staatskapelle de Berlín ha esperado bastantes años hasta hacer Bruckner.
Sin embargo, hasta ahora Barenboim no había filmado comercialmente nada de Bruckner (sólo circula por ahí, tomado de la televisión, un Te Deum del Festival de Salzburgo 2010, con la Filarmónica de Viena y un cuarteto solista espectacular). Por fin se ha decidido a hacerlo, y aquí tenemos estas seis últimas Sinfonías (a las que, esperamos, se sumen las tres anteriores, pues las está dirigiendo este año 2011, sin ir más lejos en Granada).
El buen amigo que me ha proporcionado las grabaciones me había advertido, tras escucharlas sólo parcialmente, que no le estaban pareciendo versiones “definitivas”, de última madurez bruckneriana del director argentino. Y hasta me mostraba su relativa decepción con algún que otro movimiento. Pues bien, versiones “definitivas” efectivamente no son; ni existen, aunque a veces tengamos la sensación de que tal o cual interpretación lo es. Pero sí admito que en algún caso puede que no sea la de ahora la más acabada y convincente de las que les hemos escuchado: por ejemplo, la Séptima de la Filarmónica de Berlín sigue, creo, sin superarla (¡le entusiasmaba, lo mismo que su Tristán, hasta a Ángel F. Mayo, que no era especialmente barenboimiano!)
Pero, en cualquier caso, estas interpretaciones (dirigidas todas ellas sin partitura) me han fascinado, por muchos motivos no siempre fáciles de explicar: en primer lugar, tal vez por su verdad, por la impresionante familiaridad que denotan del intérprete con el compositor, por la atención extraordinaria a todo lo que ocurre –se iluminan transiciones y recovecos que generalmente transcurren sin pena ni gloria–, por la enorme claridad instrumental, por la tensión que no decae en ningún momento, y les proporciona una unidad y una continuidad insólita: la capacidad constructiva para las grandes formas-sonata es proverbial en Barenboim, que sabe jugar como nadie con los temas sobre los que se edifican, y eso resulta palpable aquí.
Aunque cuando salgan en DVD habrá ocasión de analizarlas con más detalle, quiero adelantar alguna cosa más: la tensión dramática que genera, desarrolla y mantiene en las Sinfonía Quinta y Octava es impresionante, y constituye una paliza en toda regla para el oyente, que acaba exhausto. Y me ha admirado también la especial atención que dedica a los finales, que salen siempre muy beneficiados (sobre todo frente a los de algunos directores, que parecen haber agotato sus fuerzas y su imaginación al concluir los adagios). Por descontado, la ausencia de retórica, ampulosidad o grandilocuencia es total: todo es nervio, carne, sangre, nada de tejido adiposo.
Por último, señalar el asombroso estado de gracia de la Staatskapelle berlinesa, una orquesta sin duda hecha por Barenboim a su imagen y semejanza, y que ha alcanzado últimamente un nivel altísimo, impensable cuando llegó para hacerse cargo de ella. No sólo posee una sonoridad bruckneriana ideal, de empaste glorioso y tímbrica superatractiva y superidónea, sino que prácticamente no se producen fallos en las dificilísimas partes de los metales (¡ni un solo roce del primer trompa en la Cuarta o en la Octava!). Espero con impaciencia su lanzamiento comercial.
Estimado Ángel: salió hace poco un disco con Las Estaciones de Haydn en una versión de concierto donde intervenían el coro de niños de Tölz y la Capella Coloniensis dirigidos por Bruno Weil. Informo de ello en mi blog, así como del hermoso trabajo que recoge motetes de la familia Bach y de toda la actualidad discográfica de este increíble coro. Ah, el 31 de octubre vendrá al Teatro Real un chico que hará el papel de Yniold en la ópera Pélleas et Melissande de Claude Debussy.
ResponderEliminarGracias y saludos.
Me gustaría escucharle a Barenboim una Novena con el final que ha grabado Rattle. Me parece una versión excelente, perfectamente interpretable y a la altura del resto de la sinfonía, pero la versión de Rattle... creo que se le podría sacar más partido. ¿Se normalizará algún día la interpretación de este magnífico cuarto movimiento?
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