Maria
Joao Pires se ha hecho vieja
En una entrevista publicada
por El País el pasado día 5, la pianista portuguesa afirma que “Ahora estamos
en el peor momento, hemos perdido la esencia del sentimiento creativo […] Ahora
no se estimula más que el hambre de triunfo sin la necesidad de descubrir, sin
el alimento que eso supone. Creen que fomentan oportunidades y no es así. [Los
jóvenes] tocan ahora como máquinas, se preparan para adecuarse al gusto y las
preferencias de los jurados. Si esto es bueno no entiendo nada, me estoy
haciendo vieja”.
Me temo que sí, que se ha
hecho vieja, pues son opiniones del tipo de las que suelen emitir los viejos (y
no me refiero estrictamente a la edad cronológica, sino a la psicológica). Como
cuando los aficionados que descubrieron la ópera de jóvenes y ahora sostienen a
capa y espada que los mejores cantantes que han existido fueron los de hace
sesenta o -los no tan mayores- cuarenta años, y que los actuales no valen un
pimiento.
Pues bien, refiriéndonos
expresamente al piano -como a cualquier otro instrumento- debe quedar claro que
la competitividad y el afán de tocar como máquinas no se limita a nuestro
tiempo, sino que esto es más viejo que el campo. Hagan una prueba: escuchen a los
pianistas de la primera mitad del siglo XX, que aparecen en la colección de Grandes
pianistas del siglo de Philips. Comprobarán que la mayoría de ellos tenían
una fuerte propensión a tocar como máquinas, si se les compara con los grandes
de los años 50, 60, 70, 80… (Rubinstein, Arrau, Richter, Gilels, Barenboim…), cuando
no a tocar con una libertad que es un verdadero libertinaje, o
sea, de modo arbitrario y caprichoso (como el genial Paderewski).
Sin
embargo, ahora despuntan unos cuantos jóvenes juiciosos -en España tenemos
algún ejemplo- que tienen la cabeza bien amueblada y pretenden ante todo ser
musicales; a menudo poco tienen que envidiar a esos cinco de la lista áurea
cuando eran jóvenes. (Por cierto, cuando se presentan a concursos, ¿cómo se
preparan pensando en los gustos de los miembros del jurado, cada uno de su
padre y de su madre?…) Sí, señora Pires, creo que se ha vuelto usted vieja de
espíritu, con ese viejo cuento de que cualquier tiempo pasado fue mejor…
Orquestas fallonas, instrumentistas
fallones
Hay críticos musicales que a
menudo señalan como característica de una orquesta que es fallona.
Parecería que no saben ver más allá de las notas falsas, cuando eso es lo único
que cualquiera puede detectar: ¿no será que no son capaces de apreciar otras
cualidades? Yo he escuchado en directo a multitud de orquestas de varios
niveles, desde los más altos del mundo a los bastante bajos. De mi experiencia
puedo decir que una mayoría de las que son medianas, o sea buenas pero no
excepcionales, son las que menos suelen fallar. Mientras que las más
extraordinarias pueden, y hasta suelen, soltar alguna nota falsa en un
concierto. Esto se debe casi siempre -entre otras diversas razones- no a que
sean peores, sino a que el director les exige más, arriesga más él mismo y les
hace arriesgar más a sus músicos. Pero esas orquestas dejan bien claro -para
quien sepa ver más allá de sus narices y oir más allá de sus orejas- que son
mejores. Y el riesgo en la interpretación es, o puede ser si se asume
con cabeza, un valor alto. No hace falta recordar que una de las actuaciones
más cuajadas de fallos de ejecución a las que he asistido fue nada menos que la
de la Filarmónica de Viena (¡) con Lorin Maazel (¡) en el Bolero de
Ravel (Madrid, Ibermúsica).
En cuanto a los pianistas,
por ejemplo, he comprobado cómo tocaban impecablemente pero sin el menor atisbo de
personalidad o creatividad muchos notables (que los hay a cientos) que no llegan
a la categoría de sobresalientes. Por el contrario, he escuchado fallar a los
que tienen justa fama de poseer técnicas (o mecanismos, para ser más precisos)
supuestamente infalibles: Richter, Gilels, Pollini, Kissin, Zimerman… ¿Y qué
importancia tienen esos fallos?: mínima, irrelevante. Salvo para los beckmesser
que no ven mucho allá de las notas y anotan con un rayón las falsas en sus
pizarras.
Tiene razón: Estoy harto de oirle decir a un aficionado a la ópera (italiana) octogenario que desde Gigli y Battistini no ha habido ni un solo tenor ni un solo barítono que les llegue a la suela del zapato. Se cierran en banda y no aceptan las cualidades de los que han venido después.
ResponderEliminarLozano Andaluz.
Yo también presencié aquel concierto de Maazel y la Filarmónica de Viena. El desastre ocurrido en el Bolero fue, en esa ocasión, casi seguro cuestión de nervios. El Bolero tiene fama de que cuando falla un músico, "contagia" a los demás que tienen un solo. J.S.S.
ResponderEliminarSí, es muy probable que fuera eso (también pasó algo así con Celibidache y la OSRTVE). Pero eso no contradice lo que afirmo de que las mejores orquestas pueden cometer, y cometen, fallos. A veces muchos, como en una Consagración de la primavera con Karajan y la Filarmónica de Berlín que escuché hace muchos años por la entonces Radio 2 (hoy Radio Clásica).
EliminarPor cierto, también en el famoso Bolero, Karajan y la Filarmónica de Berlín en el Teatro Real, el temible solo de trombón resultó un desastre, y eso que ese instrumentista era fenomenal. Por cierto, según parece, Karajan le echó una terrible reprimenda.
Recuerdo escuchar en Radio 2 una retransmisión desde el Palau de la Música Catalana a la Orquesta Ciudad de Barcelona, Franz Paul Decker hizo repetir el comienzo de la Segunda de Brahms.
ResponderEliminarAquel día el director no estaba de humor, ya que en el intermedio lo entrevistó Josep Maria Monegal y las respuestas eran cualquier cosa menos amables.
AAL
Es que el Bolero de Ravel es de una simplicidad tal que encierra una profunda dificultad técnica y expresiva en las diferentes intervenciones solistas, así como partes rítmicas. Y en la mayoría de las ocasiones se puede deber a que la lectura de la pieza sea en muchos casos a primera vista o segunda vista, porque para el músico de la orquesta es algo rutinaria. Y mucho me temo que a más de uno le pilla por sorpresa por afinación o cualquier otra cuestión.
ResponderEliminarLas partes solistas del Bolero son tan difíciles, en particular las del saxo y las del trombón, así como las de la caja (o las cajas), que prácticamente no conozco una sola grabación en las que todos ellos estén a´l más alto nivel. Ni siquiera en las orquestas más punteras del mundo.
Eliminar... Y para la batuta tampoco la cuestión es precisamente fácil. El tempo debe ser firme, pero no rígido ni inflexible, y la graduación del enorme y larguísimo crescendo es muy problemática. La ejecución de cualquier otra obra orquestal de Ravel me parece menos difícil.
Eliminar¿Creen que Arturo Rubinstein o Claudio Arrau eran músicos tan maduros a los 30 años como lo ha sido (y lo es) Javier Perianes?. ¡Podría ser que no!.
ResponderEliminarV.V.V.
Probablemente no eran músicos musicalmente tan maduros.
EliminarYo recuerdo un concierto a fines de los 70/principios de los 80(no recuerdo bien el año)en el Teatro Colon con la Filarmonica de Buenos Aires dirigida por Stanislaw Wislocki en el Concierto nª 1 p/piano de Tchaikosvky,la entrada inicial de las cornos fue realmente patetica!!,se escucho un murmullo en toda la sala,pero no paro a la orquesta....
ResponderEliminarSr.Angel,ya que estamos en Ravel que opinion le merece "La Valse" en la version de Mehta con New York(1981)?le consulto pues no la vi en la lista.
ResponderEliminarSiento decirle que no conozco esa versión. ¡Hay tantas!...
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