Los solistas y sus directores
Hay grandes instrumentistas
que, cuando tocan con orquesta, resultan particularmente variables en función
de quién les dirija. Así, Anne-Sophie Mutter es una violinista colosal, con un asombroso
dominio de su instrumento y dotada de un sonido excelso. Sin embargo, junto a interpretaciones
suyas maravillosas, le hemos escuchado otras francamente detestables, como por
ejemplo cuando se pone en plan creativo de modo arbitrario, o cuando
resulta terriblemente empalagosa, algo a lo que tiene a veces irrefrenable
tendencia. Compárese su modélico Concierto de Beethoven con Karajan (la
primera grabación, de 1980, cuando tenía 16 o 17 años) con el que filmó con
Ozawa (EuroArts 2008), compendio de arbitrariedades y blanduras diversas. O
sea, que el de Mutter es un caso muy claro de un intérprete del que se puede
esperar, según las ocasiones, lo mejor o algo que, si no es lo peor,
es al menos muy decepcionante.
Los directores de orquesta
tienen, o pueden tener, mucho papel en los resultados musicales de los solistas
a los que dirigen. Hay algunos que intervienen poco en ponerse de acuerdo con
ellos o de decirles lo que según ellos deben hacer, dejándolos a su aire.
Otras batutas son, por el contrario, muy persuasivas y convencen a los
solistas de que deben interpretar de determinado modo. En ocasiones, algunos
solistas (y cantantes) se resisten a ser tan encauzados, pues sienten que su propia
personalidad es anulada. Lo ideal, por supuesto, es que se llegue a un buen
entendimiento entre ellos, independientemente de quién haya tenido que ceder
más. Bien conocido es el caso del Primer Concierto de Brahms en el que
se encontraron Glenn Gould y Bernstein (6-IV-1962). En los ensayos no se
pusieron de acuerdo y, antes de comenzar la actuación, Bernstein se dirigió al
público para revelar ese desencuentro. Aun así, aceptaron tocarlo.
Alguna vez he oído decir a un
conocido crítico (no bueno, en mi opinión) que “la gracia está en que la obra
no la vean solista y director del mismo modo, sino que haya una cierta
oposición entre ellos”. Sinceramente, no estoy de acuerdo; podría darse algún
caso donde esa tensión entre ambos produzca una cierta sensación de
espontaneidad y sorpresa, pero no creo que sea lo ideal… para la Música. Por
eso, concluía este crítico, “tocar y dirigir a la vez no me parece buena idea”.
Los hechos desmienten en ocasiones, tajantemente, que esto sea un problema
(claro, que ya sabemos que no todos los instrumentistas famosos son buenos
directores…)
Otro ejemplo bien
documentado: los principales cantantes de la grabación de La Bohème
dirigida por Solti (Caballé, Domingo y Milnes) han declarado que no estaban de
acuerdo con lo que les pidió el director húngaro, pero que siguieron, a
regañadientes, sus indicaciones. Y afirman que, sin esas imposiciones, lo
habrían hecho mejor. Mi opinión es que, en este caso, ellos, a su aire, lo
habrían hecho peor, pues los resultados son más que óptimos. Deberían esos
cantantes haber aceptado que Solti tenía más razón que ellos. Pero cuando se
produce un choque de egos…
Todo esto me ha venido a la
mente tras haber visto y escuchado el reciente lanzamiento por DG de un blu-ray
(de calidad técnica asombrosa) con música fílmica de John Williams, a cargo del
compositor dirigiendo a la Filarmónica de Viena, y con la Mutter de solista en
varias de las páginas. En este concierto en público
en la Musikverein vienesa la Mutter creo que ha ido muy a su aire, que Williams
no ha debido de controlarla. Pues en la introducción del Tema de Hedwig en Harry
Potter y la piedra filosofal está insoportablemente empalagosa, para luego
dar una lección de virtuosismo deslumbrante. También me produce rechazo en el
Tema de Sabrina, en “Nice to be around” de Cinderella Liberty y
en “Remembrances” de La lista de Schindler (compáresela con Perlman en
la banda sonora original).
Creo que debo dar mi opinión,
breve y sintética, sobre la música para el cine de John Williams: no dudo que
asociada a las imágenes pueda ser eficaz y hasta elocuente, pero desprovista de
ellas me parece que pierde mucho: es poco original, efectista e inconsistente,
incluso, a veces, banal. Ya sé que esta opinión muchos no la comparten, pero
creo que tampoco debía ocultarla. Como curiosidad: el inefable
Norman Lebrecht ha dicho pestes de esta publicación porque no le gusta un pelo
su música; en todo caso, el hecho de que un tipo tan poco fiable la haya puesto
verde no convierte en buenas estas partituras. Lo que me ha llamado la atención
es que no haya dicho ni pío de la actuación de la Mutter, que es para mí lo más
llamativo de esta publicación.
Bach por Lang Lang y Schumann por Elisabeth Leonskaja
Dos palabras sobre dos grabaciones
recién aparecidas. De Lang Lang (DG) las Variaciones Goldberg de Bach,
que me han gustado poquísimo. Reaparecido tras su retiro por un grave problema
en el brazo izquierdo, el famoso pianista chino parece hallarse en muy buena
forma… de dedos. Pero no me gusta un pelo lo que hace con la genial partitura
de Johann Sebastian: un Aria de fraseo muy libre y de aire enormemente dulzón.
Las variaciones transparentan una total falta de sintonía con el autor: suenan amaneradas,
preciosistas e irremediablemente banales, tratándose como se trata de una
música excelsa, riquísima en su trasfondo. Confieso que me han irritado tanto
que, pasado el ecuador, no he tenido ánimo para llegar hasta el final: no estoy
para perder el tiempo pasándolo mal.
Casi al mismo tiempo, el raro
sello eaSonus, para el que ya había grabado las Sonatas de Schubert
(memorables interpretaciones), ha lanzado un doble CD Schumann por la misma
pianista, Elisabeth Leonskaja (Tiflis,
1945), la ausencia más clamorosa de la colección “Grandes pianistas del siglo
XX” (colección en la que, dicho sea de paso, me parece que sobran unos cuantos,
sobre todo antiguos). Pues bien, el programa -adelanto, quizá, y esperemos, de
una amplia serie- contiene la versión que más me ha gustado, de cuantas
recuerdo, de las Variaciones Abegg, y recreaciones todas ellas
admirables de Papillons, de los Estudios sinfónicos (completos),
de las Geistervariationen y de las dos primeras Sonatas. Con un
sonido un poco menos extraordinario que el de los discos Schubert, estas
grabaciones -en las que Leonskaja me recuerda bastante al mayor de los
schumannianos, Claudio Arrau- me parecen imprescindibles para todos los
admiradores del autor de la Sinfonía “Renana”. ¡Ojalá tengan continuación!
Me está gustando mucho su blog, que he conocido hace poco.
ResponderEliminarHoy viene una entrevista con Barenboim en el País semanal, y entre otras cosas muy acertadas revela que Angela Merkel, que escucha muchos conciertos de música clásica y óperas se paga siempre las entradas de su bolsillo. ¡¡Igualito que en España!!. V.V.V.
Gracias. Y sí, son otras costumbres muy distintas de las de los países mediterráneos. Aunque tal vez no seamos los únicos, y los máximos dirigentes políticos sean también invitados en muchos otros países.
EliminarAun no he leído esa entrevista a Barenboim pero hace un rato Jesús Trujillo ha emitido en RC algo de Elgar por el, afirmando que el inglés es una de sus especialidades.
ResponderEliminarSí que lo es, desde hace muchos años, cuando hizo el Concierto de cello con Du Pré y bastantes obras orquestales con la London Philharmonic y la English Chamber. Tras un largo paréntesis ha vuelto a Elgar, grabando cinco CDs con la Staatskapelle Berlin.
EliminarES lamentable que la obra de Schumann, por Arrau, no se encuentre en una caja al efecto. Salió publicada hace años, a un precio bastante caro y ya no se encuentra.Y claro, comprar toda la obra de Arrau (que empieza a ser incontrable) sólo por su Schumann, no tiene mucho sentido.
ResponderEliminarAcabo de ver que en Amazon está la caja de 8 CDs por 65 €. No es barata, pero tampoco muy cara. Y, la verdad, me parece absolutamente esencial.
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