Wagner:
El ocaso de los dioses. Argumento
Prólogo. En la roca de la walkiria, las tres nornas, hijas de Erda, tejen la cuerda del mundo, en la que pueden leerse los acontecimientos pasados y presentes. Pero la cuerda se les rompe y exclaman horrorizadas: “¡Es el fin de la sabiduría eterna!”
Amanece. Siegfried, que quiere partir hacia nuevas hazañas, entrega a Brünnhilde el anillo del nibelungo como prueba de su amor.
Acto I. Viaje de Siegfried por el Rin. El héroe llega a la corte de los gibichungos, donde encuentra a Gunther, a su hermana Gutrune y a su hermanastro Hagen. Éste, que odia a Wotan y es malvado y ambicioso, está dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir el anillo, con el que podrá dominar el mundo. Urde así un plan: casar a Siegfried con Gutrune y a Gunther con Brünnhilde. Convence a Gutrune para que administre a Siegfried un filtro que le hará olvidar a Brünnhilde y hace que el héroe y Gunther se juren fidelidad eterna mezclando su sangre.
La walkiria Waltraute acude a visitar a su hermana Brünnhilde para intentar convencerla de que devuelva el anillo a las hijas del Rin, y así evitar el fin de los dioses. Pero Brünnhilde se niega a desprenderse del anillo, prueba del amor de Siegfried.
Un extraño atraviesa el cinturón de fuego que rodea a Brünnhilde con la intención de conquistarla, lo que produce gran espanto en la walkiria: es Siegfried, que ha adoptado la figura de Gunther gracias al yelmo mágico y que por su efecto tampoco reconoce a su amada. Arrebata a Brünnhilde el anillo y duerme en la cama con ella, pero interponiendo entre los dos la espada Notung para preservar el honor de Gunther. Al día siguiente le entregará como novia a la walkiria.
Acto II. En la corte de los gibichungos. De noche, junto al palacio. Llega Alberich para exhortar a su hijo Hagen a que se apodere del anillo, vengándose así de los dioses, que se lo habían robado.
Al amanecer vuelve Siegfried, que explica a Hagen y a Gutrune el éxito de su expedición. Poco después llegan en barca Gunther y Brünnhilde. Hagen convoca a los hombres y a las mujeres del país para invitarlos a la doble boda.
Cuando Brünnhilde ve a Siegfried y a Gutrune juntos y advierte que él lleva el anillo que el supuesto Gunther le había arrebatado, comprende que ha sido engañada y acusa ante todos a Siegfried. Éste jura sobre la lanza de Hagen haber respetado sus juramentos, pero Brünnhilde jura por su parte sobre la misma lanza vengarse por el perjurio de Siegfried. La walkiria revela a Hagen que el héroe tiene un punto vulnerable en su espalda y ambos acuerdan que sólo su muerte podrá restablecer la justicia.
Acto III. Las hijas del Rin advierten a Siegfried de la maldición que pesa sobre el anillo y le anuncian que morirá ese mismo día si no lo devuelve al río. El héroe no toma en serio la advertencia. Llegan Hagen y un grupo de cazadores. Mientras descansan, Siegfried les cuenta aventuras de su juventud. Hagen le administra una bebida con una hierba que le hace recordar a Brünnhilde. Cuando ensalza a su anterior amada, Hagen encuentra la excusa para hundirle la lanza en su espalda. Durante su agonía, Siegfried evoca con todo su amor y ternura a la walkiria. Marcha fúnebre.
Mientras llevan su cadáver a la corte de los gibichungos, Gutrune tiene un sombrío presentimiento, que se cumple: al ver el cuerpo muerto del héroe, acusa a Gunther de su muerte. Éste señala como culpable a Hagen, quien reclama desafiante el anillo que sigue puesto en un dedo de Siegfried. Gunther trata de impedir que se haga con él y Hagen lo mata; es Brünnhilde, que acaba de llegar, quien se lo impide, antes de anunciar que se inmolará en una pira. Saca el anillo del dedo de Siegfried, enciende el fuego y se arroja a él montada en su caballo Grane. El Rin se desborda y las hijas del río recuperan el anillo. Hagen se precipita a las aguas tratando de arrebatárselo, pero ellas lo arrastran al fondo. En el cielo aparece un resplandor: el Walhalla está ardiendo.
MÁS ANÉCDOTAS DE KLEMPERER (y II)
Shakespeare, Goethe y Wagner
En conversación con su biógrafo Peter Heyworth, este le preguntó a Klemperer si compartía la opinión que algunos sostenían de que Wagner había sido el mayor dramaturgo desde Shakespeare. Klemperer sonrió y le contestó que eso era una enorme sobreestimación. “Si alguien dice que Wagner fue tan gran poeta como Goethe, yo le digo: Schweinerei!” [¡Y una mierda!]
Escéptico con un cantante
Durante la grabación de El holandés errante de Wagner uno de los principales cantantes se mostró insatisfecho con un pasaje de su parte y le pidió a Klemperer: “¿Podría cantar de nuevo este fragmento?”-“¿Por qué? ¡Podría salirle peor!”- fue la desagradable respuesta del director. “Ah, pero podría salirme mejor”- replicó el cantante. “¡No podemos esperar tanto tiempo!”, concluyó Klemperer.
La incierta salud
Nicolai Gedda, que había trabajado en numerosas ocasiones con Klemperer, fue invitado por él en 1967 a cantar La Canción de la Tierra de Mahler que dirigiría tres años después para celebrar su 85º cumpleaños. “Acepté” -le confesó Gedda al crítico Charles Osborne- “pero no creo que ese concierto se pueda celebrar, debido a su edad y a su delicado estado de salud; no creo que siga vivo de aquí a tres años”. Llegado el momento, Klemperer se hallaba bien de salud y dirigió en el Royal Festival Hall Das Lied von der Erde, el 14 de mayo de 1970. Pero hubo un problema: Gedda se hallaba aquejado de un fuerte resfriado y hubo de ser sustituido por Richard Lewis.
Con Gershwin
Durante su período como director de la Orquesta Filarmónica de Los Angeles Klemperer dirigió un programa con música de Gershwin. El compositor hizo acto de presencia y le dijo a Klemperer: “Yo no sé si usted domina el estilo de mi música”-“Yo tampoco lo sé -replicó Klemperer-, pero me las he arreglado con Beethoven, así que probablemente todo irá bien”.
Un argumento convincente
Cuando Klemperer preparaba la interpretación de una Sinfonía de Mahler con la Orquesta Sinfónica de Sidney, le fue denegado un ensayo extra que él pedía. Klemperer fue a visitar al responsable de esa negativa y le explicó las razones por las que pedía más tiempo para ensayar. Este hombre, miembro de la Radio Nacional Australiana, tras escuchar sus explicaciones, le contestó: “Lo siento, Dr. Klemperer, pero me temo que usted no me ha convencido”-“¿Ah, no? Bueno, ¡quizá esto pueda convencerle!”. Y sacando del bolsillo de su abrigo un viejo revólver, le apuntó con él.
Klemperer ligón
Klemperer tenía fama (justa, según parece) de mujeriego. En una ocasión, dirigiendo La flauta mágica en un teatro de segundo nivel, flirteó con las tres jóvenes que encarnaban a los drei Knaben y, sintiéndose molestas, protestaron ante el intendente del teatro. Este se vio en la incomodísima tarea de quejarse ante Klemperer y se dirigió a él en tal estado de nervios que le dijo lo contrario de lo que pretendía: “Dr. Klemperer, este burdel no es un teatro de ópera”-“Lleva usted razón”, le respondió Klemperer, y salió sin escuchar una posible rectificación.
(Anécdotas extraídas del libro “Klemperer Stories”, compiladas y editadas por Charles Osborne y Kenneth Thomson. Robson Books, Londres, 1980)
La fascinación, muy comprensible, que produjo en su tiempo la música de Wagner deslumbró a muchos, que vieron en él a un gran dramaturgo. Eso ha cambiado por completo: hoy nadie lo considera un gran escritor. Creo que este estado de opinión no tiene vuelta atrás. GONZALO S. D.
ResponderEliminarEstoy completamente de acuerdo.
EliminarDiscrepo de su opinión, es indudable que Wagner tenía el don de narrar el drama y la tragedia de forma natural, y de desarrollarlos de forma eficaz, con recursos que están muy lejos de lo chabacano o vulgar, y con momentos de fuerte impacto emocional, ahí están sus "libretos" para demostrarlo. Se puede discutir si tales o cuales episodios concretos son mejores o peores, pero en global sus óperas y dramas musicales presentan líneas argumentales muy sugerentes y eficaces y muy alejadas de las mediocridades del momento. Wagner introdujo de forma sistemática la psicología de los personajes en sus dramas, algo que ya de por sí es toda una innovación en el teatro lírico. Dudar de la capacidad dramatúrgica de Wagner no creo que sea muy defendible, así es al menos como yo lo veo.
EliminarSe puede ser un libretista muy eficaz y hasta perspicaz y no ser por ello un gran dramaturgo. Por no hablar de sus ensayos, entre ellos un detestable panfleto antisemita.
EliminarEn cuanto a la psicología de los personajes, creo que la podemos encontrar muy evolucionada en óperas de varios compositores anteriores.
Es obvio, no tiene sentido comparar a Wagner con Shakespeare por ejemplo. Pero en su medio, Wagner está a años luz de sus contemporáneos; yo al menos no me atrevería a poner en duda la capacidad dramática del autor de la Tetralogía, de Tristán o de Parsifal. Respecto a lo del antisemitismo de Wagner, una cosa son sus ideas y otra cosa sus obras artísticas. Al menos en este foro de música, a mi me interesa juzgar a Wagner sólo por sus logros musicales, y por mucho que nos esforzemos, creo que es imposible atisbar alguna sombra, aunque sea ténue, de antisemitismo en su música.
EliminarDe acuerdo en el que el antisemitismo no aparece -que yo sepa- en su música. La calidad portentosa de la música de Wagner no la pongo en duda. Pero sí algunas características de sus textos para sus óperas: por ejemplo, la insistencia en que unos personajes les cuenten su vida a otros, lo que es a veces innecesario y poco teatral. Y digo esto aunque acepto que la calidad de la música incluso soporta bien -si es que no "justifica"- estas debilidades literarias.
EliminarCreo que Da Ponte, Boito (¡no en La Gioconda, sino en Otello y Falstaff!) e incluso Romani en Norma (¡elogiadísimo por Wagner!) no tienen que envidiarle.
Klemperer y su mala leche. Todo un personaje jaja.
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