He vuelto a escuchar completo el Concierto de Año Nuevo en Viena, sin verlo. Me reafirmo con más fuerza aún en que las imágenes del envejecido y convaleciente Daniel Barenboim perturban un poco o mucho -también a mí me ha pasado, creo inmodestamente que solo un poco- lo que es puramente sonido; y también distraen las imágenes de las desiertas calles de Viena con la pareja de enamorados, el ballet y los caballos de la Escuela Española de Equitación de Viena. Por ello me ha gustado más (aún) que cuando lo vi en TVE1.
En lo que suena, Barenboim no aparenta apatía alguna; simplemente está en su momento actual, de enorme madurez, como de estar de vuelta de todo. Y este particular enfoque arroja nueva luz, nunca antes entrevista, sobre buena parte de estas músicas. Las dos primeras piezas, la Marcha del Fénix de Josef Strauss y el breve vals de su hermano Johann Alas del Fénix no dan para mucho, pero creo que difícilmente se les puede sacar mayor partido. Con la tercera pieza, la polca-mazurca La Sirena, de Josef, se rozó ya el cielo, dando pie a la aparición de las cualidades omnipresentes en este concierto: elegancia, delicadeza, distinción, sensualidad, ternura, un punto de decadentismo vienés.
Esta, por cierto, es una de las seis piezas (entre 18) que se daban por primera vez en un concierto vienés del 1º de enero: un número quizá excesivo, pero que en el caso de La Sirena fue un hallazgo notable (sólo Karajan se libró de esa tiranía en la programación tan presente los últimos años: quizá impuso que todas fueran piezas de primera categoría musical). El notable galop de Joseph Hellmesberger hijo (1855-1907) Kleiner Anzeiger (nombre de un periódico: una de las muestras de la reivindicación de la libertad de prensa, tan amenazada o inexistente en varios países) fue otra elocuente muestra de todo menos apatía o planicie. El excelente vals Periódicos matutinos de Johann II derrocha en esta magistral versión una especial fluidez y naturalidad, un empleo del rubato perfectamente asimilado. La polca rápida de Eduard -el más flojo de los tres hermanos- Pequeña crónica, hecha así con gracia y desenvoltura, no es insulsa o irrelevante.
La segunda parte comenzó con la Obertura de El Murciélago. Quien tenga en la cabeza a Boskovsky o a Carlos Kleiber se llevaría una sorpresa: menos impetuosa, menos centelleante, pero nada de decaimiento, sino un lirismo y una cantabilidad extrema, con la mayor elegancia vienesa. La Polca del Champán del mismo autor no fue todo lo festiva que otras veces, desprendió menos burbujas (¿no será porque el mundo no está para muchas celebraciones?...). El vals Nachtschwärmers (Juerguistas nocturnos podría traducirse), bien cantado y silbado por los músicos de la orquesta que no soplan, es otro buen ejemplo, inédito, de Carl M. Ziehrer, que tiene en su haber un par de ellos muy destacados. ¿Quién hablaba de escaso vigor de la batuta? Nada de eso. Vuelta a Johann hijo con la Marcha Persa, que fue hecha con bastante coña y un temendo rubato: ¡excelente! El vals Las mil y una noches de Johann hijo conoció una recreación de acusadas elegancia, distinción y voluptuosidad, sin que le faltasen energía y pasión.
Flojitas son, en cambio, la música de la Salutación a Praga (no entreví la bella ciudad por ninguna parte) de Eduard, y la de Heinzelmännchen (Duendecillos) de Hellmesberger, piezas con las que Barenboim hizo lo que pudo. Deliciosa, en cambio, otra novedad de Josef: la Nymphen-Polka, que difícilmente podría haber sido mejorada. Y llegó la cima del concierto con Sphärenklänge (Música o Armonía de las Esferas), de Josef, uno de los más bellos valses de la dinastía Strauss. Visión algo diferente, un tanto más cantabile, voluptuosa y entrañable que la suya de 2009, pero por momentos no menos exaltada y entusiástica: si cabe, un poquito más genial aún que trece años antes.
Ya de propina, la conocida polca ¡De caza!, a la que no le faltó en absoluto vibrante energía. En la salutación tras el arranque interrumpido de El bello Danubio azul fue donde más se notó, en su voz, la debilidad física del maestro, que nos brindó en esta ocasión la interpretación más extraordinaria de las tres (2009, 2014), la única a la que yo le asignaría un 10. Diferente, por supuesto, y tal y como cabía de esperar de su evolución. (¿Por qué un intérprete debería hacer una obra musical siempre del mismo modo? Recuerdo a este respecto la anécdota del encuentro entre Bruno Walter y Klemperer: “Escuché ayer su Cuarta de Mahler”, le dijo este. -“¿Y qué le pareció?”-“Bien, idéntica a la que le escuché hace 30 años”. Y Walter se lo tomó como un cumplido, remachó Klemperer). Para terminar, incluso en algún pasaje de la militar Marcha Radetzky de Johann padre se pudo apreciar una nueva cantabilidad, un asomo de lirismo.
Bueno, y de la Orquesta Filarmónica de Viena poco que decir: los relevos no se notan en absoluto, sigue siendo la gloria de siempre (o casi siempre), con su inconfundible personalidad sonora. ¡Y cómo tocaron sus solistas en el intermedio los fragmentos de Mozart y Schubert! ¡Cómo es que hace tiempo que no graban estas obras!
En fin, el concierto que algunos sordos han puesto en solfa y algún envenenado puesto a parir a mí me pareció no inferior a los dos anteriores. Por cierto, el más brillante y enérgico no fue, en mi opinión, el de 2009, sino el 2014. Para mi gusto, el Olimpo de Año Nuevo en Viena lo comparten Lorin Maazel, Carlos Kleiber, Herbert von Karajan y Barenboim. Algo por debajo (con extraordinarios logros aislados) Georges Prêtre y Andris Nelsons. Con importantes altibajos, Zubin Mehta y Riccardo Muti, lo mismo que el tan sui generis Nikolaus Harnoncourt. Detrás, Claudio Abbado, Seiji Ozawa, Mariss Jansons y Gustavo Dudamel, más atrás aún Christian Thielemann, y el más endeble de todos -plano, monótono, insulso- es el que vuelve el año próximo, Franz Welser-Möst (¡pero es que es el único austríaco!)
Enhorabuena por tu análisis, Ángel, con el que coincido plenamente. Añadiría que Barenboim, poco afín a este repertorio cuando lo grabó en Chicago, ha ido poco a poco dominando el lenguaje vienés. No digo que en Viena en 2009 lo hiciera mal, pues a mí en aquella ocasión ya me gustó mucho, pero sí creo que se nota una evolución que, por otra parte, es la misma que él está experimentando tanto en el podio como ante el teclado: cada vez menos densidad y más esencialidad, mayor sencualidad y más desarrollado vuelo lírico. El dominio del rubato, por otra parte, me parece en esta ocasión más pleno que en las anteriores.
ResponderEliminarY otra cosa: eso de que la orquesta "toca sola este repertorio" y que "se dirigió ella misma" me parece una monumental CHORRADA. El tratamiento de las texturas ha sido tan depurado en este último 1 de enero que no puede sino pensarse en unu director que, aunque seguramente ha ensayado menos de lo que hubiese querido, posee una desarrolladísima técnica. Me parece que ni a Jansons, ni a Dudamel ni a Welser-Möst le ha sonado con semejante transparencia. ¡Ni siquiera a Muti, a pesar de es uno de los maestros que hace bien este repertorio!
Quien haya dicho que la orquesta tocó sola creo que está muy, muy despistado. O su odio a Barenboim le nubla el entendimiento.
Eliminar¿Y Willy Boskowsky, adónde lo pondría?
ResponderEliminarRUBATO.
Muy difícil decirlo. Lo he dejado al margen de las grandes batutas, porque no lo era, aunque, a cambio, el tantos años concertino de la Filarmónica de Viena (¡que dirigió este concierto todos los años desde 1955 hasta 1979!) poseía de modo casi diría que de natural el tan peculiar estilo de los Strauss y compañía. La mayoría de sus interpretaciones me parecen muy jugosas y entusiastas, pero rara vez alcanzan la genialidad.
EliminarEs que yo creo que Boskovsky era otro tipo de director; al contrario que la mayoría de los directores que se han venido haciendo cargo del Concierto de Año Nuevo desde 1980, (u otros grandes intérpretes de estas músicas como Böhm, pongamos por caso), Boskovsky no tenía mayor interés por ahondar en el carácter más sinfónico de esos valses, sino más bien llevar al máximo su vertiente como música de baile, de salón. En eso quizá recuerda en algo a Ferenc Fricsay… Yo creo por eso que Boskovsky está en otra liga respecto a los demás intérpretes de la música de los Strauss, y eso sí, cfreo que es el mejor en su línea, muy por delante de un Robert Stolz, por ejemplo.
ResponderEliminarDon Angel. Feliz año, espero cargado de salud. No sé por qué cuesta tanto reconocer a un genio como Barenboim. Confundimos seguramente gustos con realidades. Me explico. Hay muchas grabaciones de diferentes musicos, Arrau, el propio Barenboim que no se encuentran entre mis favoritas pero de ahi a que le escatimen elogios hay un mundo. Puede no gustar el Quijote pero de ahi que sea una mal libro parece un autentico disparate. Personalmente no conozco musico tan completo en el siglo xix xx y lo que llevamos de este. Puede ser que “tecnicamente” no sea un virtuoso del teclado o que no tenga la aparente facilidad tecnica de otros, y lo mismo podriamos decir de su tecnica con la batuta. Sin embargo como musico no tiene parangon, mas allá de su personalidad que puede o no ser del agrado de todos pero que no debe influir nunca en el sano juicio musical. Cerca de los 80… que todavia haya que defender una figura de este calibre… solo repasar sus grabaciones de Wagner, Brahms, Beethoven, Scriabin, Schubert, y lo que se le ponga por delante sin casi nunca bajar cualitativamente de resultados excelentes. Me apena que no grabe obras de camara como el quineteto de schumann brahms… franck o elgar… pero no se puede hacer todo. Yo pide disfrutar del concierto mucho, fue delicado, dejo entrever lineas melodicas maravillosas, y sinfonicamente fue estupendo. El comentarista… en fin. Como bien dice D. Ángel, no hay mas sordos que los que no quieren escuchar, o aquellos que escuchan con el estomago y no con el corazon.
ResponderEliminarMuy interesante la reflexión de Xabier Armendariz sobre la doble vertiente de éstas músicas de valses, la seria y la más lúdica. Lo que me hace pensar que quizás se esté "sacralizando" en demasía unas músicas que tuvieron un contexto y un fin determinado; como piezas de carácter festivo para ser disfrutadas bailando o bebiendo, y que llegaron a ser algo parecido a un "guateque" en pleno siglo XIX. Lógicamente entiendo también el carácter de celebración propio del Año Nuevo!.Como bien señala don Ángel, algunas de las obras "no daban para mucho" y quizás incluso alguna las obras del intermedio (Mozart, Schubert..) tienen por sí mismas mayor calidad. A veces sucede que músicas "menores" se llevan a auditorios y salas de conciertos sin tener realmente esta finalidad, ya que fueron concebidas para diletantes o como música al servicio de una finalidad concreta ( crear ambiente, rellenar, como obras didácticas, etc..). Dentro del repertorio Barroco se programan en salas de conciertos sonatas de Pepusch, (que fueron concebidas por su autor para ser tocadas en tabernas entre jarra y jarra de vino), sonatas de Loeillet ( dirigidas a diletantes), o piezas de Jacob Van Eyck (que fueron tocadas por él mismo a la puerta de un cementerio para amenizar a los visitantes). Lo cual no debe ser censurable, ya que estás músicas, como las de los Strauss, difuminan y confunden muy finamente la frontera entre lo popular y lo culto.
ResponderEliminarEn mi opinión, la mayor parte -numéricamente hablando- de las piezas de Johann Strauss hijo son muy menores. Pero hay un puñado de ellas, y también de su hermano Josef, que pueden ser consideradas obras maestras. Sin muchas pretensiones, sí, y de tres a diez minutos de duración. Pero son obras maestras, insisto. Nada menos que Brahms, Wagner y Bruckner las admiraron sin reservas.
EliminarEn su comentario se ha abstenido, quizá piadosamente, de decir nada de la retransmisión de Martín Llade: impertinente, pretenciosa, con errores, montándose en una ocasión sobre la música, y encima, creyéndose gracioso. Lamentable.
ResponderEliminarMe decía mi amigo J.S.R. que la Danza india de El Niño Judío de Pablo Luna nada tiene que envidiar a las Marchas Egipcia y Persa de Johann Strauss hijo,y que no desluciría ni desentonaría nada en el Concierto del 1 de enero en Viena. He vuelto a escucharla en la sensacional versión de Igor Markevitch y no tengo más remedio que darle la razón. Es igual de "exótica" y pintoresca y no menos graciosa ni inferior musicalmente a esas.¡A ver si algún director la propone!
ResponderEliminar¿Por qué Böhm y Solti nunca fueron invitados a dirigir el Concierto? En el caso de Böhm, puede que la popularización del mismo a nivel mundial fuera posterior a su fallecimiento, pero ese no es el caso de Solti. Y lo mismo cabe plantearse con Bernstein.
ResponderEliminar... y con Giulini, y con Kubelik... No tengo respuesta a esa pregunta, yo también me la he hecho varias veces.
EliminarDe estos directores, Böhm tiene un maravilloso disco J.Strauss con la Filarmónica de Viena. Tal vez a algunos de ellos se les ofreció participar y lo rechazaron.
¿Por qué Böhm, Solti o Bernstein nunca fueron invitados a dirigir el Concierto? En el caso del primero la explicación puede ser que el evento se popularizó a nivel mundial tras su muerte. De hecho Karajan quiso dirigirlo sólo cuando ya era un acontecimiento y un superventas. Pero, ¿y los otros dos? Y podríamos mencionar otros directores-estrella con afinidad relativa por el repertorio (o falta de inhibiciones cuando se trata de llamar la atención y grabar, que también vale).
ResponderEliminarA Solti no le gustaba ese repertorio vienés, creo haberlo leído en un libro suyo. Con todos los discos que grabó, de la familia Strauss, poco o nada hay. Está claro: esa música no era para él, ni debía "ponerle" mucho. A Kubelik, por ejemplo, tampoco el gustaba ese repertorio. Dudo que los vieneses hayan ejercido el veto sobre ningún director afín a esas músicas... J.S.R.
EliminarBernstein fue invitado y anunciado, pero murió y fue sustituido por Claudio Abbado.
ResponderEliminarAlgo había oído al respecto, pero veo que tú lo confirmas. Pues fue una pena; bueno, fue una enorme desgracia que muriese prematuramente (¡puñetero tabaco, puñetero alcohol!)...
EliminarEn realidad, el que iba a dirigir era el de 1992. O sea, que le sustituyó Kleiber... J.S.R.
EliminarPues el Sr. Barenboim, al que el Sr. Romero (justo) parece dar por acabado, ha dirigido una semana después del 1 de enero en Berlín un programa Verdi con la Filarmónica de Berlín: obertura de Les vepres siciliennes, el Cuarteto y las 4 Piezas sacras. Y ha sido un concierto magnífico. Seguramente ha sido una decepción para el Sr. Romero...
EliminarR.G.H.
Bernstein murió en octubre de 1990. Sería el concierto de 1991 el destinado a él. Lo hizo Abbado, que tras el de 1988, confirmó que no era el rey del vals. Sin embargo, tengo la grabación de ese concierto en Cd y los micrófonos cercanos a la orquesta captan muy bien, mejor que ahora, a la Orquesta Filarmónica de Viena. La veo una grabación más como producto discográfico (Deutsche Gramophone), que las actuales, que parece que lo único que pretenden es registrar el acontecimiento.
Eliminarhttps://second.wiki/wiki/neujahrskonzert_der_wiener_philharmoniker_1992
EliminarJ.S.R.
Sergio: con este comentario de J.S.R. queda claro: Bernstein estaba previsto para 1992.
EliminarPerdón por mi error.
Eliminar¡No pasa nada!
EliminarYo también vi el concierto de Barenboim con la O.F.Berlín en el Digital C. con obras de Verdi.En mi muy modesta opinión de aficionado, el concierto fue magnífico y la actitud y entrega de D. Daniel muy superiores a los del Concerto de Año Nuevo, lo que puede denotar que no se encontraba entonces en buenas condiciones físicas y, en general, creo que el concierto fue inferior al nivel de excelencia esperado.
ResponderEliminarÁngel, sobre el concierto de Berlín he escrito aquí:
ResponderEliminarhttp://flvargasmachuca.blogspot.com/2022/01/barenboim-vuelve-la-filarmonica-de.html