André Schuen y Daniel Heide completan la "trilogía" de Schubert
El 30 de noviembre de 2022 comentaba elogiosamente en
este blog el disco con Schwanengesang (Canto de cisne) de Schubert
en sello amarillo alemán a cargo del barítono André Schuen (n. 1984) y
el pianista Daniel Heide. He aquí lo que escribí entonces:
“Un
nuevo barítono espléndido liederista: Andrè Schuen”
“Deutsche
Grammophon ha publicado un Schwanengesang (Canto de cisne) de Schubert
con este cantante y el pianista Daniel Heide. Andrè Schuen es un
barítono del norte de Italia nacido en 1984; bueno, más bien un barítono-bajo
que recuerda por color al Matthias Goerne no muy joven (ni muy mayor). Una voz
de gran peso y calidad. Canta francamente bien, incluso en piano, se
entiende muy bien con estos lieder, de carácter tan variado, dominando
el estilo. No es, evidentemente, Fischer-Dieskau (quien, para mí, llegó a lo
más alto en este Canto de cisne en su grabación para EMI de 1963 con
Gerald Moore, superior incluso a la de DG nueve años después con el mismo
pianista). También el pianista Heide se toma muy en serio estas páginas, nada
fáciles de desentrañar. Si acaso, en algunas piezas me resultan un pelín
envarados o quizá pretenciosos. Pero el talento de uno y otro están fuera de
duda. Me parece que Schuen dará -si no daña su voz- bastante que hablar. He
visto que ya ha cantado no solo bastante lied, sino también la Novena
de Beethoven y óperas de Mozart o Wagner (Wolfram de Tannhäuser). En
ocasiones, con directores importantes”.
Pues bien, ahora DG acaba de publicar Winterreise
(Viaje de invierno) y en 2021 había hecho lo propio con Die schöne
Müllerin (La bella molinera), que no conocí entonces y que acabo de
escuchar. Con lo cual, Schuen se ha enfrentado en sus comienzos discográficos a
la genial (¡genial!) trilogía schubertiana -lo más difícil y comprometido que
se pueda imaginar en el ya difícil de por sí campo del lied- y ha salido
más que airoso. Ya en La bella molinera -tan comprometida de cantar como
en los otros dos ciclos, pero quizá algo menos difícil de interpretar- estuvo
admirable, y es posible que en Viaje de invierno haya llegado a lo más
alto de la trilogía (quede claro que Schwanengesang, a diferencia de los
otros dos títulos, no es propiamente un ciclo, sino una colección
de lieder que, agrupados, resulta muy convincente).
El inmenso, y rara vez alcanzable* en el campo del lied
Dietrich Fischer-Dieskau, ha dado lugar a una espléndida escuela de
alumnos, sucesores o continuadores suyos, entre los cuales los más destacados
han sido probablemente Andreas Schmidt, Matthias Goerne, Thomas
Quasthoff y ahora mismo Christian Gerhaher. Pues bien, creo que
Schuen merece ser considerado un nombre más de esta ilustre lista. Y ha tenido
el acierto y la suerte de contar como colaborador (nunca simple acompañante)
con un pianista tan destacado, centrado, capaz y compenetrado como Heide. Sí,
la discografía de estas tres obras capitales sigue contando con réplicas,
aportaciones y continuidad.
*salvo en
algunas de sus últimas grabaciones, cuando ya su voz había declinado
claramente.
Mis grabaciones “diez” de las tres obras:
Die schöne Müllerin: 1972
DG Fischer-Dieskau/Moore 62’05 10/8
Winterreise: 1980 DG Fischer-Dieskau/Barenboim 73’06 10/8,5
Schwanengesang: 1963 EMI Fischer-Dieskau/Moore 50’47 10/7
Nadine Sierra y Pretty Yende en concierto
Este es el título del reciente lanzamiento de DG, que
recoge la actuación en la Gran Sala Pierre Boulez de la Philharmonie de París (6
de marzo de 2023) de dos de las sopranos más admirables surgidas en los últimos
años. Nadine Sierra (Fort Lauderdale, Florida, 1988) es ahora ya una
soprano lírica con tintes, aún, de lírico-ligera, mientras que Pretty Yende
(Sudáfrica, 1985) posee una tipología vocal bastante similar a la de su colega,
si bien se la podría quizá tipificar de soprano ligera con tintes, ya, de
lírica.
El referido recital constó de arias en las que se
alternaron y de varios dúos: Sierra comenzó con Don Pasquale,
siguiéndole Yende en La fille du régiment, ambas en Elisabetta,
regina d’Inghilterra , Yende en La sonnambula, Sierra en La
Traviata (escena final del Acto I), las dos en Norma (“Mira, o
Norma”, muy bien cantado pero con escasa diferenciación de color entre ambas,
demasiado líricas además) y en Lakmé, Sierra en Roméo et Juliette,
Yende en Les contes d’Hoffmann (Olympia), Sierra en Songfest de
Bernstein, Yende en The Enchantress de Victor Herbert y Sierra en West
Side Story. El programa concluyó con seis piezas menos clásicas, más
populares, todas ellas cantadas a dúo: La vie en rose, As time goes by, Moon
River, The way we were y Over the rainbow.
En prácticamente todos los casos, ambas dejaron clara
constancia de poseer timbres de extraordinaria belleza, de gran pureza en la
línea de canto y de intensas y bien encaminadas dotes expresivas. Vamos, como
para echar totalmente por tierra lo que algunos anticuados popes de la
crítica musical -perdón: vocal- sostienen: que ahora no hay tan buenas voces ni
tan buenas cantantes como en el pasado (o sea, lo que esos popes conocieron
cuando eran jóvenes). Nostalgia mal entendida, engañosa, pues precisamente la
gran mayoría de las sopranos de esta tipología vocal eran hacen cinco, seis o
siete décadas cursis como ellas solas. Gustos trasnochados.
Una orquesta denominada “Les frivolités parisiennes”,
que suena muy bien, fue dirigida por el aún joven italiano de especial talento Giacomo
Sagripanti (n. 1982), quien en 2016 fue premiado como “Young Conductor of
the Year” en los International Opera Awards. Todo lo (no mucho) que le he
escuchado a este hombre, incluyendo las piezas de este recital, me ha llamado
la atención por lo acertado, aun en épocas y estilos muy diversos.
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