Programa emitido por Radio Clásica el 13 de diciembre de 2007
Ciertas obras abren una nueva etapa en la historia de la
música; una de ellas es, pese a su
brevedad, el Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy, considerado la declaración de principios del
Impresionismo en la música. Terminado en 1894, cuando el compositor contaba 32 años de
edad y sólo había compuesto un par de obras sobresalientes (la Suite
bergamasque para piano y el Cuarteto de cuerda), fue estrenado el 22
de diciembre de ese año en París, con tal éxito que hubo de ser bisado.
El Prélude à l’après-midi d’un faune fue inspirado
por el poema L’après-midi d’un faune del escritor simbolista Stéphane
Mallarmé; la intención de Debussy era componer tres piezas de música incidental
(preludio, interludio y paráfrasis) para una versión escenificada del referido
poema, pero no pasó del preludio. Es curioso reparar en que veinte años antes
la pintura impresionista había sentado sus bases, como lo es que Debussy no
aceptase que su Preludio fuese impresionista. No lo serían hasta sus Tres
Nocturnos, de un lustro más tarde, 1899.
En palabras del compositor,
el Preludio es “una ilustración muy libre (...) una serie de decorados a través
de los cuales transcurren los deseos y los sueños del fauno en el calor de la
hora de la siesta. Después, cansado de perseguir en su huída a las ninfas y las
náyades, se abandona al sueño embriagador, lleno de deseos al fin realizados”.
Como reconoció Mallarmé, “esta música prolonga la emoción de mi poema” y “llega
mucho más lejos en su nostalgia y luz con delicadeza, languidez y riqueza”. Por
otra parte, como escribió Paul Dukas, uno de los pocos compositores que
admiraron desde el estreno mismo este Preludio -pues muchos tacharon a
la composición de carente de forma- en ella “la idea genera la forma; lo
esencial es que ambas concuerdan a la perfección”. Su orquestación es portentosa: refinada, transparente y
esencializada para transmitir la sensualidad de la música. En este caso, como
en pocos, la instrumentación es inseparable
de la creación misma. Pero antes de
entrar en comparar versiones del Preludio a la siesta de un fauno de
Claude Debussy, vamos a ofrecerles ya una seguramente modélica, la de Jean
Martinon dirigiendo la Orquesta Nacional de Radio-Televisión Francesa, un
registro EMI de 1974.
Las grabaciones más antiguas encontrables hoy de esta obra
son dos de 1938: la de Willem Mengelberg
con la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam y la de Otto Klemperer con la Filarmónica de Los Angeles. Un año más tarde
se graba la de Sir Thomas Beecham
con la Filarmónica de Londres, y otro más la de Leopold Stokowski con la Orquesta de Filadelfia. En 1953, la de Arturo Toscanini con la Sinfónica NBC y
la de Sir John Barbirolli con la
Orquesta Hallé de Manchester; de los directores citados hasta ahora, éste es el
único que ha sido un maravilloso intérprete de Debussy (como muestran su Mar
y sus Tres Nocturnos, con la Orquesta de París), pero eso fue en su
madurez; en general, en sus años jóvenes no era un intérprete tan
extraordinario.
Igor Markevitch
se suma a la lista un año después, en 1954, con la Orquesta Philharmonia de
Londres y para EMI: una versión un tanto seca y de perfiles quizá demasiado
nítidos. Tal vez en línea con las de Ansermet y la primera de Boulez, que luego
escucharemos.
Se habla a menudo de esa versión de Pierre Boulez con la
Orquesta New Philharmonia (CBS 1970) como de un experimento innovador y
sumamente atractivo, que no considera el Preludio a la siesta de un fauno
una partitura impresionista; y es cierto, pero ya existían antecedentes en esta
forma de ver el Preludio; posiblemente la referida de Igor Markevitch; y desde luego la de Ernest Ansermet
con su Orquesta de la Suisse Romande,
una grabación Decca de 1958, que pasamos ya a ofrecerles.
Una versión superanalítica, más que sólo sugerida e
inconcreta, como es casi tópico interpretar el impresionismo; pero no por ello
es inexpresiva o carente de sensualidad. Un logro, me parece, muy a tener en
cuenta, que también la aleja del romanticismo que a menudo se cuela en algunas
frases especialmente melódicas de esta página, a la hora de interpretarla. Antes de ofrecerles la referida versión de Boulez, conviene
recordar las más destacadas que entre la de Ansermet y ésa fueron
produciéndose. A saber: la de Eugene
Ormandy con la Orquesta de Filadelfia (Sony 1959), la de Jean Fournet con la Concertgebouw de
Amsterdam (Philips 1960, una espléndida versión plenamente ortodoxa) y Herbert von Karajan con la Filarmónica
de Berlín en DG (1964). Tras ellas nos encontramos con la primera de Pierre Boulez, una interpretación sin
duda deudora de la Ansermet, si bien más perfeccionada y con una orquesta
superior, comenzando por la flauta solista, probablemente el excepcional Gareth
Morris. Escuchemos ahora el Preludio
a la siesta de un fauno de Debussy a Pierre Boulez al frente de la Orquesta
New Philharmonia de Londres, una versión de 1970 para CBS, hoy Sony.
Otras versiones de mérito que siguieron a ésta son las de un
entonces jovencísimo y talentoso Michael
Tilson Thomas con la Orquesta Sinfónica de Boston (DG 1972), la de Leopold Stokowski y la Sinfónica de
Londres (Decca 1973), tímbricamente soberbia pero hinchada y alargada en
demasía; la de Jean Martinon (que les hemos presentado al comienzo del
programa) y la primera de las dos de Sir
Georg Solti, al frente de la Orquesta Sinfónica de Chicago (Decca 1977),
sin duda una de las interpretaciones más admirables que existen, aun sin ser
especialmente personal o innovadora.
Eso mismo le ocurre al Preludio a la siesta de un fauno
en la versión de Bernard Haitink con
la Orquesta del Concertgebouw (Philips 1977), una interpretación que no se
propone descubrir algo nuevo, sino servir a la partitura desde la visión
ortodoxa del impresionismo: es una de las más bellas y perfectas de toda la
discografía. No la emitimos debido a su considerable parecido con la ya
escuchada de Jean Martinon.
La de Herbert von
Karajan en EMI (Filarmónica de Berlín, 1978) es refinadísima hasta casi lo
relamido y empalagoso, y su flauta solista no resulta convincente ni en estilo;
la de André Previn y la Sinfónica de
Londres (EMI 1980) es también delicada y
sutil, de intensa sensualidad, pero no cae en el amaneramiento; escuchemos a estos intérpretes en el Preludio
a la siesta de un fauno de Debussy. Tras la que acabamos de escuchar llega la de Daniel Barenboim dirigiendo la Orquesta
de París (DG 1982), con una actuación orquestal formidable (flauta incluida) y
un comienzo extraordinario, que no logra mantener todo el tiempo tal nivel; las
de Michel Plasson con la Orquesta
del Capitolio de Toulouse y Serge Baudo
con la Filarmónica de Londres (ambas EMI,1987); Vladimir Ashkenazy con la Orquesta de Cleveland (Decca 1987); y Leonard Bernstein con una orquesta que
no está a la altura, la de la Academia Santa Cecilia de Roma (DG 1999), hasta
llegar a la segunda grabación de Sir
Georg Solti, de 1992, nuevamente para Decca y con la Orquesta Sinfónica de
Chicago. Es una de las interpretaciones mejor tocadas, extraordinariamente
transparente, con refinamiento, esplendor y sensualidad que alcanza lo
voluptuoso, menos morosa y más distanciada del romanticismo que la anterior del
mismo maestro húngaro.
Escuchémosla en último lugar, para cerrar
musicalmente el programa de hoy. Terminamos citando algunas de las últimas grabaciones de
esta obra: la de Claudio Abbado con
la Filarmónica de Berlín (DG), que incurre en los defectos que aquejaban a la
segunda versión de Karajan, un cierto amaneramiento; la segunda de Pierre Boulez, ahora con la Orquesta de
Cleveland y para DG en 1992, que aun siendo irreprochable, carece del potencial
renovador de la suya anterior; y las sobrias e interesantes propuestas de dos
directores nórdicos: Jukka-Pekka Saraste
con la Orquesta Sinfónica de Radio Finlandia (Virgin 1993) y Esa-Pekka Salonen con la Filarmónica de
Los Ángeles (Sony 1996).
P. D.: Con posterioridad a la emisión del programa, la lista
de grabaciones de interés se prolonga con Celibidache y la Filarmónica de
Múnich (1994) en un DVD del sello Idéale Audience, con Peter Maag y la Orquesta
de la Suiza Italiana (DVD Silverline, 1996), Abbado con la Filarmónica de
Berlín (DG 2001), Barenboim y la Filarmónica de Viena (2012, en el sello
discográfico de la propia orquesta) y Pablo Heras-Casado con la Philharmonia
(Harmonia Mundi 2018).
Mi versión favorita del Prélude es la de Solti grabada en 1991 y lanzada en 1992. Se la recomiendo a quien no la conozca.
ResponderEliminarLUISGÉ.
¡Menuda sorpresa! Tengo esa versión de Fournet en un disco de 25 cm. Si mal no me acuerdo acoplada con El aprendiz de Brujo.
ResponderEliminarEn la serie Silverline de Philips, en CD por supuesto, fue acoplado junto a El Mar los 3 Nocturnos dirigidos por Eliahu Inbal, también con la Concertgebouw.
EliminarEcho mucho en falta a Much y a Monteux, que algo sabían de música francesa.
ResponderEliminarSí, seguramente lo harían muy bien, pero creo que no les he escuchado el Preludio a ninguno de los dos.
EliminarAngel, ¿qué te ha parecido el concierto de año nuevo?..Perdona, puede que ya estés escribiendo sobre él...el otro día en RC pusieron el segundo movimiento de la novena de Beethoven por Thielemann y me pareció.....francamente atroz, no te exagero..en cambio, en el programa de esa chica argentina que me permito recomendarte, martes y jueves a las 22.00 horas, puso un lied de Schubert por bostridge y me sorprendió su dominio de la prosodia...te deseo lo mejor para este 2020.
ResponderEliminarEs el que más me ha gustado de los últimos años: elegante, acertadamente decadente, con un uso acertado del rubato y quizá un poco pasado de portamentos. Lo comentaré a partir del blu-ray.
EliminarHe leído a Pablo Rodríguez que Nelsons le ha recordado en el Concierto de año nuevo de Viena a Carlos Kleiber. Los hay sordos, no pueden haber sido más diferentes. Debe de ser que, como Nelsons elogió a Kleiber, tiene que parecérsele, pero no, no se le parece un pimiento. SJS90.
ResponderEliminarEl otro día el locutor que retransmitió el concierto de año nuevo (no recuerdo ahora su nombre) le dijo en Radio clásica al invitado (que lleva meses hablando de la masonería en la música, ¡ya vale!) que la música de Cherbini es mortecina. Fue porque ese invitado había puesto una marcha fúnebre por la muerte de no sé qué rey o así de ese compositor. Una marcha masónica, preciosa por cierto. ¡Mortecina la música de Cherbini! Se ve que no conoce la obra cumbre de Cherubini, la ópera Medea, que tiene de mortecina lo que yo me sé... ANDREA
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