Salome en Viena (2019)
con Lindstrom, Volle, W.Meier, Boder y Barlog
Variable
versión de esta Salome de la Ópera Estatal de Viena, con varios puntos
muy fuertes y algunos débiles. Entre los primeros, el imponente, impresionante Jochanaán del barítono-bajo Michael Volle, un cantante espléndido dotado de una
voz excepcional, parece que hallándose ahora mismo en un momento de absoluta
madurez. Como me comentó Ignacio Fernández Bargues, su Wotan el pasado año en
Berlín con Barenboim fue sensacional: es fácil comprenderlo tras escucharlo
aquí. En cuanto a la Herodías de Waltraud Meier, constatar que su
interpretación es tan destacada como la de sus recientes Clitemnestras,
hallándose su voz aún en un estado bastante bueno para personajes de esa
tipología. Y una gran sorpresa: el tenor mexicano Carlos Osuna (n. 1984) ha
redondeado un magnífico Narraboth; posee una voz bastante dramática de gran
calidad muy bien manejada. Hasta aquí lo más positivo, pues el Herodes de Herwig
Pecoraro, de bello timbre, resulta bastante plano, y es además un actor muy
limitado. Pero lo que menos me ha gustado es nada más y nada menos que la
protagonista, la soprano estadounidense de origen noruego Lise Lindstrom, voz
lírica aunque con mucho metal, de color monocorde, gritona y de afinación a veces
dudosa. El éxito que obtuvo me resulta incomprensible.
En
cuanto a la batuta de Michael Boder, fue sólida pero un tanto efectista y de
brocha gorda; no pareció interesado en dejar que se pudiese oír a los cantantes
en varios momentos (recuerdo, a propósito, una anécdota que se cuenta de la
grabación de Karajan: una persona de su confianza que se hallaba presente le
comentó al mestro: “Me parece que la orquesta está sonando demasiado fuerte,
apenas si se puede oír a los cantantes”. A lo que Karajan se dirigió a la
orquesta: “¡Toquen más fuerte, que aún se puede oír a los cantantes!”).
Formidable, como suele, la Orquesta de la Ópera Estatal vienesa. Sí me ha
gustado la reposición de la puesta en escena firmada por Boleslaw Barlog
(1906-1999), tradicional y sensata, con preciosos decorados modernistas -que me
parecen muy en sintonía con el texto de Oscar Wilde y con la música- del bien
conocido y eminente Jürgen Rose. La dirección de actores y el movimiento
escénico no han sido, en cambio, muy cuidados.
Requiem
de Berlioz en París con Dudamel
En
recuerdo del fallecido, el 20 de enero de 2014, Claudio Abbado, solo tres días
después pudo escucharse en el templo Saint-Louis des Invalides de París la Grande Messe des Morts de Hector Berlioz
a cargo de Gustavo Dudamel al frente de dos coros: el de Radio France y el de
la Catedral de Notre Dame, y de las Orquestas Simón Bolívar de Venezuela y
Filarmónica de Radio France, con el tenor Andrew Staples como solista.
Sorprende la rapidez con que se hizo preparó el homenaje, sobre todo teniendo
en cuenta la perfección de los resultados: apenas tres días para reunir a unos
200 coristas y otros tantos instrumentistas y ensayar una obra de tal magnitud
y complejidad. Evidentemente, al margen de la organización, lo escuchado
demuestra palpablemente la extraordinaria técnica director del maestro
venezolano (a no ser que estuviera previsto el concierto y se aprovechase
la circunstancia de la muerte de Abbado). La cadena Arte transmitió el
concierto, que yo he conocido ahora, con buen sonido, pero con un poco de
compresión dinámica -algo comprensible teniendo en cuenta los tremebundos picos
dinámicos de la obra-. Incluso la reverberación del gran templo, relativamente
controlada, resulta natural y hasta un inconveniente aquí favorable.
En
la interpretación, admirable, me ha llamado la atención la gran clase de la
masa coral y la soberbia respuesta de la masa orquestal resultante de la suma
de las formaciones de dos continentes. Pero, sobre todo, me ha parecido
formidable el recogimiento con que el (aún) joven director desgranó esta
música, más íntima y reflexiva de lo que se suele pensar, en una composición
que se asocia habitualmente al estruendo, por la enormidad del aparato
requerido... estruendo de solo contados momentos. Versión muy honda, sentida y
emotiva, seria y madura, que destaca las no pocas bellezas de la partitura, sin
excesos ni fáciles concesiones a la galería. Especialmente oscuro, inquietante,
desesperanzado, el Agnus Dei conclusivo. No es poco mérito de la batuta
que reconozcamos como genuino el tan particular sonido Berlioz, algo que no está al alcance de todos los directores
importantes (¿quién sostiene aún que Dudamel no es uno de los grandes
directores actuales?). En cuanto al tenor, Andrew Staples (n. 1979), muy
lírico, canta francamente bien, aunque está un poco apurado -como casi todos- a
causa de la muy incómoda tesitura a que le somete Berlioz en este Sanctus.
Y
un reciente Brahms de Lahav Shani
En
diciembre de 2019 el nuevo director de la Filarmónica de Israel, y tras una
impecable labor en el Segundo Concierto de Beethoven con Martha
Argerich, hizo una espléndida Segunda Sinfonía de Brahms -apartándose
decididamente de la tan extendida visión pastoral de la obra (Walter,
Barbirolli, Giulini…) y siguiendo más bien la línea de Furtwängler y Barenboim
entre otros- en la que resulta convincente con su enfoque intensamente dramático del
movimiento inicial y muy sombrío del Adagio non troppo. Resultó tan
coherente y fue tan redonda su plasmación en sonidos que Shani demostró una vez
más ser un intérprete de calado, con verdadera fuerza y personalidad. A un
director que le preguntó a Brahms qué le había parecido su particular visión de
una sinfonía suya (no recuerdo si fue precisamente la Segunda), el
compositor le respondió: “sí, me ha gustado; también puede hacerse así”…
Por el contrario cuento una anécdota de Karajan que aparece en una biografía sobre él.
ResponderEliminarCreo que se cita la ópera que ensayaban. La orquesta tocaba muy fuerte. Y, "literalmente", él les decía: "Si siguen tocando así bajaré la plataforma hasta las mazmorras si hace falta"
Parece que estaban en un teatro que admitía graduar la altura del foso.
Angel, luego a las 20.00 horas en RC Barenboim al piano en un concierto, pero dirige tu bestia negra, Petrenko....
ResponderEliminarNo es mi bestia negra. Lo es cuando no me gusta cómo dirige ciertas obras; ¡otras las he puesto por las nubes! Así, Lulú o Die Soldaten, entre otras.
EliminarÁngel:
ResponderEliminarSi descartamos a Barenboim/Dudamel (10) y Barenboim/Barbirolli (9,5) de los conciertos para piano y orquesta de Brahms, y siempre en referencia a audio CD ¿usted cree que la versión en vivo de Zimerman/Bernstein (9,5) podría ser más redonda que la de estudio de Gilels/Jochum (9,5)? Si me expresé mal, ¿en qué orden de preferencia las enumeraría? Se lo pregunto porque no conozco las versiones de Zimerman y Bernstein. Muchas gracias.
Saludos desde Argentina,
Mario
Las versiones de Gilels/Jochum las encuentro magníficas, pero quizá pondría por delante, por una diferencia digamos mínima, las de Zimerman/Bernstein, que además suenan apreciablemente mejor.
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