Extraídas del capítulo On the Record perteneciente al
libro Conversations about Bernstein, de William Westbrook Burton (Oxford
University Press, 1995). En el referido capítulo W. W. Burton interroga a Paul
Myers, productor de la CBS cuando Bernstein grababa en exclusiva para dicho
sello.
A la cuestión de por qué CBS dejó que Deutsche Grammophon
fichase a Bernstein, Myers confesaba que, en primer lugar, el autor de West
Side Story no era el director de la firma que mejor vendía. Sorpresa: lo
era Eugene Ormandy -con su Orquesta de Filadelfia-, un intérprete sólido pero mucho
menos interesante y creativo que Bernstein. Y el mercado europeo no era demasiado
afecto a la ecuación Bernstein/Nueva York, en parte porque existía el prejuicio
de considerar a Lenny demasiado próximo al universo de Broadway y, todo lo más,
a Gershwin. Se le veía, pese a su ciclo Mahler, un tanto ajeno a los grandes
clásicos centroeuropeos. Por otra parte, la forma de grabar en EEUU la
orquesta, tan de cerca, no solía gustar gran cosa al discófilo europeo.
Además, Bernstein estaba ya un poco harto de CBS -para la
que había grabado una enormidad de repertorio-, y la compañía también estaba
algo aburrida de su relación con él. Y, decisivo, Bernstein estaba
extraordinariamente deseoso de grabar con la Filarmónica de Viena.
Ahí Myers desvela que, de todo cuanto había grabado
Bernstein para CBS, le parece que había pocas cosas que fuesen las mejores
versiones (opinión, digo yo, harto discutible). Sin embargo, un poco
contradictoriamente, reconoce que Bernstein era un genio, sobre todo por ser
compositor, director y pianista y, sobre todo, por su incomparable capacidad de
comunicación. Aprovecha para mostrar sus dudas sobre la grabación de El caballero
de la rosa (1971), con la famosa orquesta vienesa, revelando que el propio
director no estaba convencido de haber acertado con ella (le doy en buena parte
la razón). En Londres, cuando Bernstein dirigió y grabó las Variaciones
Enigma de Elgar con la Sinfónica de la BBC, Bernstein se permitió criticar
a los directores británicos -personificados en Sir Adrian Boult- como
intérpretes de Elgar. Sin embargo, esas interpretaciones suyas no gustaron casi
a nadie en Gran Bretaña, y parece que tampoco a Myers. Pero este productor no
atribuye estas aparentes excentricidades al capricho o al egocentrismo, pues
está convencido de que el director sentía así esas interpretaciones (a
las que yo añadiría la de su controvertido Tristán e Isolda para
Philips: Fischer-Dieskau lo tenía por un grave error, mientras a Karl Böhm le
parecía genial).
Myers confiesa que cuando Bernstein bebía demasiado -lo que
ocurría con bastante frecuencia- solía llorarle en el hombro, y en una ocasión
se quejó de que a sus 55 años, casi a la edad a la que murió Beethoven, seguía
sin componer una obra verdaderamente grande, lo que era para él una gran
frustración. Lo cierto, decía, es que apenas podía dedicar tiempo a la
composición (vana excusa, pues su producción como autor no es pequeña). Tenía,
dice Myers, una fuerte fijación con Beethoven. El conocido realizador Humphrey
Burton contó con sus opiniones en un documental que dirigió sobre el Gran
Sordo. Al principio Bernstein admitió que “había sido el creador de la música
más lógica de la historia”, pero al final del documental se le fue la olla,
cuando afirmó: “Estoy en el podio, como hacía Beethoven, soy pianista como él,
compositor como él, y mis iniciales, L. B., coinciden con las suyas”: fue
francamente embarazoso, afirma Myers (¿o fue Humphrey Burton? No queda muy
claro. Supongo que lo fue para ambos).
Dos anécdotas sobre su colaboración con dos importantes
pianistas: en el Primer Concierto de Brahms y su público desencuentro
con Glenn Gould. Parece ser que Bernstein temía que el tempo tan lento
impuesto por Gould se debiera a sus limitaciones como virtuoso. Lo que no quita
para que ambos se admirasen mutuamente (o al menos es eso lo que decían). La
otra es la grabación del Concierto de Schumann con Murray Perahia.
Bernstein se negó a ensayar, a consensuar con el pianista la forma de abordar
la obra, asegurándole que finalmente “se iban a entender perfectamente”. Pero
no fue así, hasta el punto de que Perahia estuvo tan descontento con la enorme
lentitud aplicada por Bernstein y, afirmaba, un sentimentalismo con el que no
estaba de acuerdo, que rogó a la CBS que no publicase el disco; se ofreció
incluso a cargar con los gastos de la grabación, unos 50.000 dólares.
(Finalmente, la grabación no vio la luz). Aprovecha Myers la ocasión para revelar que Gould confesó que tocaba (algunas) de las Sonatas de Beethoven
porque admiraba su estructura, pero que quien quisiera escucharlas, no
acudiera a sus grabaciones, sino a las de Artur Schnabel. (Ahí tenía toda la
razón).
Myers no dice ni pío sobre otro desencuentro, muy poco
conocido, de Bernstein con otro gran pianista: Deutsche Grammophon programó la
grabación de los 5 Conciertos de Beethoven con Barenboim y la
Filarmónica de Viena. Pero, a poco de comenzar los contactos, ambos músicos, de
común acuerdo, decidieron que no se entendían bien y que lo mejor era cancelar
el proyecto. (Poco después, Barenboim lo retomaba, tocando y dirigiendo, con la
Filarmónica de Berlín, para EMI. Y Bernstein lo haría más tarde, como es bien
sabido, con Zimerman; pero solo tuvieron tiempo de hacer juntos los tres
últimos: el tabaco y el alcohol segaron, ay, prematuramente la vida de Bernstein).
Luego Myers desliza cuáles eran sus grabaciones favoritas de
algunos ciclos sinfónicos: Szell para Schumann, Toscanini para Beethoven
(¡horror!), Bruno Walter para Mozart. Sin embargo, atina de lleno al elogiar el
Haydn de Bernstein (en cierto modo más convincente aún que el suyo de Viena
años más tarde).
¿Considera Myers -le pregunta el autor del libro- que
Bernstein es uno de los directores que más contribuyeron a la democratización
de las orquestas? ¡Sí, por desgracia! -contesta-, porque las orquestas deben
ser tan disciplinadas como un ejército, y “democratizarlas” es un error.
Muy buenas, don Ángel. Pues yo cambiaría Bernstein para SCHUMANN, y a Szell para HAYDN... :)
ResponderEliminarEl citado humphrey burton tiene para mi gusto la mejor biografía de lenny,creo que no traducida que supongo has leído, si no está por Internet y no es cara
ResponderEliminarParece que Barenboim le guarda rencor a Bernstein por ese desentendimiento del que usted habla, pues no ha dirigido nada de su música. J.E.P.
ResponderEliminarEstá usted equivocado: Barenboim ha interpretado música de Bernstein. Y ha grabado la Primera Sinfonía "Jeremías" (Chicago Resound), las Danzas sinfónicas de West Side Story (Teldec) y varias piezas orquestales y vocales de la misma obra con Renée Fleming (Decca). Siempre con la Orquesta Sinfónica de Chicago. Y me consta que Barenboim habla con admiración del compositor y director Bernstein.
EliminarÁngel:
EliminarYa que tocaron el tema Barenboim, me gustaría preguntarle: ¿Por qué el artista argentino, israelí, español y palestino nunca registró, como pianista o director, el concierto para piano y orquesta de Grieg? Muchas gracias.
No tengo respuesta para eso. Se me ocurren algunas razones: que no le dan los dedos (como en el caso del Segundo de Bartók, que lamenta no haber podido tocar) o que no le gusta lo suficiente. Lo siento, porque es un concierto que me entusiasma. Pero bueno, ahí tenemos a un intérprete que me parece insuperable en esta obra: Claudio Arrau (sin menospreciar a otros pocos también magníficos).
EliminarSabe alguien en qué concierto paró Bernstein la ejecución y miró fijamente a la orquesta?
ResponderEliminar