Sinfonía No. 9 en Re menor
En su Novena Sinfonía
Bruckner trabajó desde agosto de 1887 hasta el mismo día de su muerte, el 11 de
octubre de 1896. Pero no pudo concluirla, pues entre 1887 y 1891 dedicó mucho
tiempo a revisar las Sinfonías Octava, Tercera y Primera, a lo
que le habían impulsado las duras críticas recibidas y su propia y casi
enfermiza inseguridad. La Novena constituye no solo una culminación,
sino también, en cierto modo, un giro en su trayectoria hacia otra dirección,
ya que en ella apenas puede hablarse propiamente de belleza en el sentido normalmente
aceptado; aunque esta dirección no es enteramente nueva en su obra, sí se
reconoce aquí de manera mucho más decidida y consecuente.
Tradicionalmente se ha
atribuido a Bruckner una fe católica inconmovible que manifiesta no solo en su
música religiosa (litúrgica), sino también en sus Sinfonías (que, al decir de
Federico Sopeña, serían por tanto, en buena parte, “música profana en la forma
y religiosa en el contenido”). Sin embargo, en sus grandes obras sacras pueden
percibirse no pocos signos de dudas angustiosas, atisbos de desesperación -esta
nunca puede ser cristiana- y, en sus Sinfonías, desde las primeras, nos
encontramos sombras que no hacen sino irse acrecentando en las obras sucesivas.
El primer tiempo de la Octava Sinfonía es, con anterioridad a la Novena,
el ejemplo más aterrador. Pero en la última Sinfonía estas sombras -por
llamarlas de un modo muy suave- se convierten en protagonistas absolutas de de
la composición, hasta convertirla quizá en la expresión más pavorosa en toda la
historia de la música de la angustia y la incertidumbre ante la muerte. A la
vista de esto, la dedicatoria de Bruckner “al Dios amado” puede cobrar un
significado más inquietante aún: sus sinfonías anteriores habían sido dedicadas
solo al Rey de Baviera, al Emperador austríaco o a Richard Wagner… Todas
ellas terminaban de modo triunfal o afirmativo (o al menos eso parece a primera
vista: algunos directores las interpretan con ambivalencia entre triunfo y
desesperación, con un tono en apariencia victorioso pero a la vez desafiante).
La Novena, en cambio,
carece de finale, y aunque Bruckner estuvo muy enfermo los últimos años
de su vida, no es muy convincente que fuera ello lo que le impidió componerlo.
De hecho, los tres primeros movimientos estaban terminados en noviembre de 1894
pese a haber atravesado Bruckner durante su composición períodos de salud muy
precaria; sin embargo, los dos restantes años de su vida, en los que rellenó
184 páginas de esbozos a veces en avanzado estado de terminación, no bastaron
para concluir el cuarto movimiento. Es muy probable que haya una explicación psicológica
a esta imposibilidad de culminar la Sinfonía, que de todos modos -y esto es lo
más importante- no parece una obra inconclusa, sino que constituye una obra
coherente, unitaria, completa en suma. O sea, que quizá Bruckner no pudo, no
supo (¿?) y, lo que es más decisivo, no quiso en lo más hondo de su
subconsciente concluir un cuarto movimiento para su Novena Sinfonía -una
hipótesis en la que se abunda cada vez más-. Como escribe Andrew Huth, “la
inacabada Novena no solo carece de un final afirmativo, sino que su
cromatismo agónico, sus atronadores y disonantes clímax introducen una vívida
expresión de sufrimiento como nunca antes había sido escuchado”. Barenboim
explicó en una ocasión que mientras la Séptima es predominantemente
épica y dramática la Novena, la Octava participa de ambas
características.
La peregrina ocurrencia de
que la “inacabada” Novena podría completarse con el Te Deum casi
con seguridad no es de Bruckner, sino de Ferdinand Löwe, discípulo suyo en el Conservatorio
de Viena, el cual dirigió en esta ciudad, con gran éxito, el estreno de una Novena
(el 11 de feberero de 1903) mutilada y arreglada por él mismo. El estreno de la
versión original (esta vez “auténtica” sin sombra de dudas, pues Bruckner no revisó
ni una sola nota) no tuvo lugar hasta el 2 de abril de 1932, en Múnich y bajo
la dirección de Siegmund von Hausegger.
El imponente primer
movimiento, -Feierlich (solemne). Misterioso- transmite en su comienzo al
oyente una innegable sensación de inquietud -la indefinición tonal es
determinante aquí y en otros pasajes-, preparando de modo genial la llegada del
impresionante y aplastante primer tema en un masivo unísono orquestal. El
segundo tema, a cargo en primer término de los violines, es lírico y de inmensa
ternura, y el tercero, doliente y como hastiado de la vida. En la breve coda
sobrecogen los terroríficos gritos de las trompetas. El scherzo es descrito casi siempre como “demoníaco”, además de ser el más original y fantástico de su
autor: de un ritmo implacable, martilleante y fieramente aristado, abundan en
él los ataques brutales del metal en pleno. El trio, lejos de ser un amable ländler, posee un aire
fantasmagórico, “con la sonrisa helada en los labios” (Peter Branscombe).
El Adagio final se asoma aún más al abismo. De una audacia armónica
sin precedentes, se basa en dos grupos temáticos y funde aún más que el primer
movimiento las secciones de desarrollo y reexposición. Carente del bello y
grandioso boato de sus adagios anteriores, es por el contrario áspero y
abruptamente descarnado: “Está construido sobre temas que pugnan por su
resolución y afirmación, pero los pasajes de gloriosa belleza que emergen son
rápidamente sepultados en la oscuridad. El corazón de la sinfonía entera se
sitúa en el clímax último, que estalla, contra todo lo esperado, en una
espantosa disonancia, enfrentándonos cara a cara con todas las fuerzas de
negación y destrucción que Bruckner trató de exorcizar en su música. La coda es
profundamente serena, pero de una paz sin certidumbre ni resignación” (Huth),
como de abandono impotente tras las terribles y titánicas luchas precedentes,
que dejan exhausto al músico. Y al oyente.
No. 9
1944 DG Furtwängler/OFilBerlín 23’37+09’30+25’38 7,5/4
1955 DG Jochum/OSinfRadioBávara 22’08+09’45+27’09 7/6
1956 Philips Van
Beinum/OConcertgebouw 22’26+09’53+26’28 7/6
1960 Sony Walter/OSinfColumbia 23’53+11’32+23’17 7/7
1965 Decca Mehta/OFilViena 26’06+10’51+27’15 7,5/7,5
1966 Philips Haitink/OConcertgebouw 23’16+11’15+24’53 6/7,5
1966 DG Jochum/OFilBerlín 23’12+09’44+27’40 7/7,5
1973 EMI Klemperer/ONewPhilharmonia 26’43+11’23+27’12 9/6
1976 DG Karajan/OFilBerlín 24’54+10’37+25’51 7,5/6,5
1976 DG Barenboim/OSinfChicago 24’06+11’05+25’25 8,5/8
1976 DG Karajan/OFilViena 24’38+10’46+23’33 7,5/7
1977 EMI Giulini/OSinfChicago 25’19+11’07+26’48 8,5/8
*1978 DG Karajan/OFilViena 22’42+10’07+23’30 7/8
1982 EMI Jochum/StaatskDresden 22’58+09’49+27’39 7/8
1982 Philips Haitink/OConcertgebouw 25’10+10’50+26’26 8,5/8,5
1983 BR Jochum/OFilMúnich 24’14+10’54+27’36 7/6
1986 Decca Solti/OSinfChicago 23’37+10’22+26’56 9,5/9
1987 Teldec Inbal/OSinfRadioFrankfurt
(1) 23’05+10’24+23’41+20’43 6,5/8
1989 DG Giulini/OFilViena 28’02+10’39+29’30 10/9,5
1991 Teldec Barenboim/OFilBerlín 25’23+10’29+27’17 9,5/9
1992 DG/*EuA Bernstein/OFilViena 26’58+12’14+26’56 8,5/9
1995 EMI Celibidache/OFilMúnich 32’26+13’47+30’37 8/9
*1997 Arthaus Giulini/OSinfRadioStuttgart 25’53+10’35+25’05 9/8
1997 Decca Chailly/OConcertgebouw 24’44+10’41+27’22 8/9
1999 DG Sinopoli/StaatskDresden 25’42+10’15+26’16 7,5/9
1999 BR Maazel/OSinfRadioBávara 31’05+10’48+27’58 5/7
1999 RadioSueca
Svetlanov/OSinfRadioSueca 28’46+11’40+25’25 7/7
*2001 TDK Wand/OSinfNDR 27’10+10’48+26’02 7,5/8,5
2004 RCA Harnoncourt/OFilViena
(2) 24’17+10’39+23’56+18’00 8/9
2008 DG Dudamel/OSinfGotemburgo 25’29+10’42+28’48 7,5/8
2008 WP Barenboim/OFilViena 24’40+10’30+25’20 9/6
*2010 Accent/DG Barenboim/StaatskBerlin 24’27+10’25+24’23 9,5/9,5
2012 EMI Rattle/OFilBerlín (3) 23’56+10’45+24’29+22’40 9/9,5
2014 LSO Haitink/OSinfLondres 27’31+11’53+27’45 8,5/8
2014 DG Abbado/OFestLucerna 26’47+11’03+25’17 8,5/9
2017 CSO Muti/OSinfChicago 26’29+10’52+24’59 8/9
2019 DG Nelsons/OGewandhaus 23’39+10’44+24’04 8/8
(1) Inbal dirige un 4º
movimiento sobre cuya realización nada se explica en el disco.
(2) Harnoncourt se basa para
el 4º movimiento en una reconstrucción de John A. Philllips
(3) El 4º movimiento de la
grabación de Rattle es una reconstrucción de Samale-Phillips-Cohrs-Mazzuca
(1983-2012) en edición conclusiva revisada de 2012.
Nunca hubiera pensado a Rattle como un director afín a Bruckner. Buscaré esa versión de la 9 ¿qué le parece la reconstrucción del último movimiento? Yo he de reconocerle que, al igual que a la de Schubert, nunca echo de menos la supuesta conclusión. Saludos
ResponderEliminarYo tampoco, francamente, esperaba que Rattle dirigiese tan bien Bruckner, o, al menos esta Novena.
EliminarYo tampoco echo en falta un cuarto movimiento, y la reconstruccón, no niego que con mucho mérito, no deja de ser una sucesión de retales bien ordenados. Pero si, tal cual ha quedado, fuese obra terminada de Bruckner, sin duda pensaríamos que había perdido un tanto el norte y que no había logrado redondear un movimiento consistente. ¿Por qué creéis que casi ninguno de los grandes directores brucknerianos lo interpreta? Exactamente igual pasa con la penúltima Sinfonía de Schubert.
Giulini con la VPO, sublime, uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. Casi un milagro.
ResponderEliminarSin duda, uno de los mejores discos de la historia. Por su "culpa" no he puesto ningún otro diez.
EliminarPues yo, no es que lo eche de menos. Pero no paro de llorar por no poder tener lo que hubiera hecho Bruckner con ese movimiento, que coda catredalicia hubiera espetado en el.
ResponderEliminarÁngel, muchas gracias por esta serie que le has dedicado a las últimas sinfonías de Bruckner, ojalá en el futuro pudieras ampliarla a la 4, 5 y 6 por lo menos.
ResponderEliminarDe las novenas que citas conozco las de Giulini/Chicago, Giulini/Viena, Karajan/1978(DVD) y la de Rattle la vi por la Digital Concert Hall. Muy de acuerdo con las valoraciones, y yo también opino que la de Giulini con Viena está en otro nivel.
Como ya te comenté hace algún tiempo, has incluido todas las de Karajan menos la de 1966 con la BPO en DG. A esa versión le tengo bastante cariño porque fue con la que conocí la obra, y me parece superior a la del DVD.
Un saludo.
Sí, aquella versión de Karajan del año 66 fue una de las primeras que conocí, pero hace mucho que no la escucho. Hoy no sabría puntuarla.
EliminarDe Karajan hay otra posterior que no has incluido. Está en DVD de Sony y es del concierto del Día de Todos los Santos de 1985. De hecho es su última versión en disco de la Novena. J.S.R.
EliminarRecuerdo la primera vez que escuché esta sinfonía (la segunda que conocí del autor) hace ya unos 12 años... El scherzo es algo tan desconcertante como increíble. Y cuando conocí la versión de Giulini, entendí a que grados de perfeccionamiento interpretativo y técnico se puede llegar
ResponderEliminarFantástico análisis, y -como siempre- cuidadísima discografía. Muchas gracias, Ángel.
ResponderEliminarLo único que quería apuntar es que no estoy de acuerdo con las consideraciones sobre la espiritualidad de estas obras: la angustia y la duda son tan católicos como el arrepentimiento y el perdón. La fe de un católico consiste en saber que el propio Dios se aterrorizó ante la muerte, valga de ejemplo el estremecedor Lucas 22:43-45.
Un saludo!
Duda y angustia podrían ser momentáneas o pasajeras en un catálogo. Pero en el caso de Bruckner son muy frecuentes, y llegan a ser durísimas, aterradoras en su última sinfonía.
EliminarMuy buenas, don Ángel y compañía. Estoy soprendido con este descubrimiento. Bruckner, 'Novena sinfonía', casi nada, Barbirolli con la Halle y la BBC Northern Symphony Orchestra (posiblemente en vivo, Manchester, 1961). A ver qué le parece... :)
ResponderEliminarhttps://youtu.be/ItlWvDBL-Uw
Tremenda interpretación, dura, sin consuelo posible, apocalíptica. Propia de un director genial. A.C.A.
EliminarMuy buenas Don Ángel,
ResponderEliminar¿Qué opinión le merece el Bruckner de Skrowaczewski?
Agradezco su esfuerzo compilador, facilita mucho al oyente la posibilidad de afinar la búsqueda de buenas versiones. Especialmente le tengo que agradecer haberme descubierto la Octava de Celibidache (Sony) y la Novena de Giulini con la Filarmónica de Viena. Dos discos verdaderamente para llevarse a una isla desierta.