Sobre la Primera Sinfonía: Se trata de Haydn
arrastrado por la extravagancia, hasta la caricatura (Allgemeine
Musikalische Zeitung, 1801)
Acerca de la Primera Sinfonía: Es música fría y, en
ciertos puntos, mezquina. El rondó final es una auténtica puerilidad musical
(Berlioz)
Sobre la Sonata No. 18, op. 31/3: Es, din duda, una
sonata decididamente vulgar (Chopin)
La Segunda Sinfonía es un monstruo horrible, un
dragón herido que se retuerce abominablemente y que se niega a expirar. Aunque
en el finale sangra, reparte golpes furiosos a diestro y siniestro con la cola tiesa
(Zeitung für die Elegante Welt, Viena, mayo de 1804)
Sobre la Sonata “Kreutzer”: Beethoven se devana los
sesos para ser, a toda costa, diferente siempre a los demás. Empujado por la
preocupación de ser original hasta los límites de lo grotesco, el compositor
nos parece simpatizante de un auténtico terrorismo artístico (Allgemeine
Musikalische Zeitung, 1805)
Lo que de admirable pueda tener la Sinfonía Heroica
no puede mantenerse durante tres largos cuartos de hora. Es infinitamente
larga. Si no se la acorta, pronto caerá en el olvido. (The Harmonicon,
Londres, abril de 1829)
Hace poco se interpretó la obertura de Fidelio [la Leonora
II] y todos los músicos y melómanos imparciales están de acuerdo en que
jamás se había creado nada tan incoherente, estridente, caótico y ensordecedor
en toda la historia de la música. (August von Kotzebue. Viena, 11-IX-1806)
De la Sonata “Appassionata” se trasluce una altivez
egocéntrica, una actitud de reto (“Voy a probar a ver si funciona”) que me
empuja a colocar esta Sonata, en mi clasificación personal de las obras de
Beethoven, entre la Obertura de El rey Esteban y La victoria de Wellington
(Glenn Gould)
Sobre los tres Cuartetos op. 59: Son obras
absolutamente incomprensibles (Allgemeine Musikalische Zeitung, 1808)
Acerca de la Cuarta Sinfonía:
Una boa constrictora. (Weber)
El Concierto para violín carece de coherencia, es una
masa desordenada de ideas, un continuo ruido desagradable (Allgemeine
Musikalische Zeitung, 1808)
[En la transición del 3º al 4º mov. de la Quinta Sinfonía]
Beethoven creyó necesario suspender el habeas corpus de la música
despojándola de todo lo que pueda parecerse a la melodía, a la armonía y a
cualquier clase de ritmo. ¿Esto es música? No, tal como yo la entiendo (A.
Oulibicheff. París, 1857)
[En el Concierto “Emperador”] el solista saca a la
luz su virtuosismo, pero cuando trata de expresar una melodía le resulta
imposible (E. T. A. Hoffmann)
Acerca del Cuarteto op. 74: Es desagradable que la
música instrumental desvaríe de este modo (Allgemeine Musikalische Zeitung,
1810)
En la Séptima Sinfonía el compositor ha volcado gran
cantidad de desagradable excentricidad. Aunque ya la hemos escuchado varias
veces, todavía no hemos podido detectar en ella forma alguna, ni percibir
relación entre sus partes. Parece haber sido concebida como un enigma. Por no
decir que es un fraude (The Harmonicon, Londres, julio de 1825)
Con esta Sinfonía [la No. 7] Beethoven declara
estar listo para ingresar en un hospital psiquiátrico (Weber)
Es preciso reconocer que esta [la Sinfonía No. 7] es
la obra de un borracho (Friedrich Wieck, padre de Clara Schumann)
Beethoven nunca fue hombre de fugas, y nunca lo fue menos
que en esta pesadilla, una mole ruda e indigesta (sobre el 4º mov. De la Sonata
nº 29, “Hammerklavier”) (Beethoven et ses trois styles. Wilhelm von
Lenz. París, 1855)
Hasta hace muy poco, la Sonata “Hammerklavier” ha
sido considerada con carácter casi unánime una monstruosidad en toda regla […pero
hoy aparece como una las mayores obras maestras de Beethoven y de la música
universal] (Beethoven. André Boucurechliev. 1963)
Los editores han considerado necesario advertir a los
piratas de que los derechos de autor de esta Sonata [nº 32, op. 111]
están registrados. Pero no creemos que a nadie se le ocurra tener el mal gusto
de copiarla (The Harmonicon, Londres, agosto de 1823)
La Novena Sinfonía de Beethoven dura una hora y cinco
minutos, una cantidad de tiempo aterradora, que somete a una dura prueba tanto
a los músculos y a los pulmones de los músicos como a la paciencia del público
(The Harmonicon, Londres, abril de 1825)
No puedo comprender cómo un genio de la talla de Beethoven
pudo escribir el finale de su Novena Sinfonía. Encuentro en él una
constatación más de lo que yo ya había percibido en Viena: que su imaginación
estética era deficiente y que carecía del sentido de la belleza (Autobiografía.
Louis Spohr. 1861)
En el último movimiento de la Novena Sinfonía,
Beethoven estaba completamente sordo cuando lo escribió. El gran hombre nadaba
sin brújula en el océano de la armonía, como un pintor ciego dando brochazos en
el lienzo sin ton ni son (Daily Atlas, Boston, 6-II-1853)
Toda la parte orquestal de la Novena Sinfonía me
pareció muy aburrida. Tenía grandes expectativas respecto a la parte coral.
Pero la impresión que me dejó fue que se trata de un concierto hecho con gritos
de guerra indios y con un grupo de iracundos gatos salvajes (The Orchestra.
Londres, 20-VI-1868)
La Missa Solemnis es considerada incomprensible, cuya
profundidad -de existir- es imposible de sondear. Comparto esta opinión: tras
leer sus agotadoras páginas, el único resultado es una sensación de
desconcierto absoluto en sus laberintos (Morning Chronicle, Londres,
octubre de 1845)
En el finale del Cuarteto op. 130 [¿la Gran Fuga?]
la imaginación de Beethoven evoca una pobre golondrina que revolotea sin
cesar en una habitación herméticamente cerrada, chocando contra las paredes, de
un modo tan molesto para la vista como para el oído (H. Blanchard, Revue et
gazette musicale de Paris, 15-IV-1849)
Fue curioso observar los rostros de los oyentes mientras
escuchaban de esta obra [el Cuarteto op. 135] incomprensible y aburrida,
en la que la chispa de la gran inspiración de Beethoven está ausente. Nos da la
impresión de que Wagner comenzó donde lo dejó Beethoven, de que ha heredado su
estado mental enfermizo y confuso que le afligió en sus últimos años. No es
buena idea hacer que el público tenga que tragarse un bocado tan repugnante (American
Art Journal, 25-IV-1866)
Beethoven le cogió el gusto a las disonancias nada
eufónicas, porque oía poco y de modo confuso. Las combinaciones más monstruosas
de notas acabaron sonando en su cabeza como aceptables y equilibradas (A.
Oulibicheff. París, 1857)
Beethoven ahora no compone mucho, pero es cada vez más
excéntrico. La mayor parte de lo que produce es tan impenetrable y oscuro en su
forma y está tan cuajado de armonizaciones incomprensibles y hasta repulsivas
que desconcierta al crítico y confunde al intérprete (The Harmonicon,
Londres, abril de 1824)
Beethoven siempre me suena como si se hubiera volcado una
bolsa llena de clavos, y de vez en cuando, cayera también algún martillo (John
Ruskin, 6-II-1881)
Todo esto debe servirnos de reflexión: ¿puede ser que
algunos de los compositores más atrevidos de los últimos tiempos estén en situación
parecida, que la mayoría de sus contemporáneos no los entienden y por tanto los
denigran? Podría ser, aunque todos -me parece- tenemos la sensación de que en
las últimas décadas no ha surgido ningún Beethoven, ningún Wagner, ningún
Schoenberg…
Lo que sí debemos plantearnos es que si hubiésemos sido
coetáneos de Beethoven, sobre todo del de última época, es más que probable que
no lo hubiésemos comprendido. Pero bueno, una cosa es no comprender y otra afirmar
alegremente: “esto no es música”, “se ha vuelto loco”, “esto solo lo puede
escribir un borracho”, y cosas parecidas.
Algunos que sí lo comprendieron
Muchos de los seguidores y admiradores del Beethoven de los
dos dos primeros períodos dejaron, comprensiblemente, de entender varias de sus
sus últimas obras (la Novena Sinfonía se libró casi siempre de esas incomprensiones),
pero entre quienes sí fueron conscientes de la genialidad de esas obras
herméticas para casi todos estuvo Franz Schubert. Lógico: una mente y una sensibilidad
musical privilegiada. Se sabe que cuando escuchó el estreno del Cuarteto op.
131 se quedó tan conmocionado que hubo de meterse en la cama con una gran
tiritona.
Menos conocido es el hecho de que un compositor al que
muchos denuestan, Nicolò Paganini, se sintiera fascinado por los últimos
Cuartetos de Beethoven, y con frecuencia, cuando ya estaba retirado, se reunía
en su casa con unos cuantos amigos para tocarlos. Y un hecho curioso, también poco
sabido: Paganini dirigió la primera interpretación en Italia de Fidelio.
En los siglos XVIII y XIX los aristócratas adinerados pagaban a los compositores. Organizaban veladas en sus palacios para escuchar las composiciones de sus protegidos. ¿Se imagina una reunión en casa de una persona adinerada para escuchar lo último de Tomás Marco, Sánchez Verdú o Brian Ferneyhough? Yo no. ¿Se programa música de los últimos 50 años? Casi nada. ¿Tiene Boulez alguna composicion comparable a la 9ª de Beethoven? No. La "música contemporánea", por muy activa que se muestre, es un reducto irrelevante. Se mantiene viva con respirador artificial (subvenciones del Estado) como se protegen algunas especies animales, para que no desaparezca.
ResponderEliminarLo olvidaba: una orquesta encarga una obra, paga al compositor sus honorarios, la obra se estrena y, por lo general, nunca más se vuelve a tocar. Las orquestas hacen de ONGs. La música contemporánea, como buena parte del arte contemporáneo, es efímera. En cierto sentido es otra "performance": se toca una vez, el día del estreno, la escucha el público asistente y se acabó.
ResponderEliminarAlgunas obras contemporáneas permanecen en el repertorio, y siempre ha pasado que de todo lo que se estrenaba pasaba a quedar en él una parte muy pequeña.
EliminarAun así, no niego que probablemente (no lo afirmo rotundamente) se están componiendo pocas obras maestras. El tiempo dirá.
En respuesta a Anónimo: sí, claro. Su comentario no posee el más mínimo rigor desde un punto de vista histórico ¿qué tendrá que ver la época del compositor al servicio de la iglesia o de la aristocracia (le recuerdo que eso se acabó con Mozart) con el periodo de la modernidad, y no digamos con el siglo XX? La elección de Sánchez Verdú o Marco como representantes de la creación contemporánea me parece bastante capciosa… Si cambiamos esos nombres por los de Lutoslawski, Messiaen, Ligeti, Dutilleux o Carter me parece que el resultado sería bastante distinto. Anímese a echar un vistazo a las temporadas de conciertos de las principales orquestas y teatros del mundo y quizá se lleve una sorpresa … Sí, sé que considerará que es un gesto impuesto por los programadores y que en realidad al público no le interesa lo más mínimo (proyectando su propia cerrazón al total de los asistentes a conciertos). En cuanto a la ausencia de obras maestras, me parece que los últimos 50 años no están faltas de ellas. Más bien al contrario. Menos mal que hay intérpretes (Rostropovich, Mutter, Barenboim, Nelsons …) que han pensado y piensan de otra manera… Actitudes como la que se condensa en su intervención me reiteran en la idea que ya he comentado en este blog: en su época usted no hubiera aguantado a Beethoven, acusándole de "contemporáneo"… En cuanto a la metáfora del respirador artificial, es un argumento con el que también podríamos descalificar a la totalidad de los conciertos de clásica, teatro o exposiciones que constituyen el mínimo islote cultural en el mundo contemporáneo. En fin. Aplicando su burda fórmula liberal nos quedaríamos con el reguetón. Saludos.
EliminarClaro que la modernidad no tiene nada que ver con las épocas en as que los compositores estaban al servicio de la iglesia o la aristocracia. Entonces prelados y nobles adinerados gustaban de la música de su tiempo y financiaban a compositores. Ahora lo segundo lo hace el Estado, con el dinero de todos, pero ni a los políticos ni al público le importa un bledo la música contemporánea. Se mantiene, ya lo dije, como se mantienen ciertas especies animales, para que no desaparezcan. Lutoslawski, Messiaen, Ligeti, Dutilleux o Carter está prácticamente ausentes de las temporadas de conciertos. El hecho de que haya ciclos específicos dedicados a la creación "contemporánea" (por cierto, Messiaen era contemporáneo de mi abuela) es síntoma de su marginalidad. Como no se programan en los ciclos normales, enlos que si hay interés del público, se hacen unos ad hoc. No me parece mal.
EliminarBueno, primero me alegra, por su comentario sobre Messiaen, establecer un diálogo con un veinteañero, a no ser que usted -lo que me temo- esté queriendo remedar burdamente la anécdota que el Sr. Carrascosa comentó a propósito de la interpretación de Elektra de Strauss en el Real. Mire, tengo 62 años y tuve el privilegio de ver a Messiaen en Madrid, murió en 1992, algo de contemporáneo tiene, creo. Después, aunque sea por la hipotética diferencia de edad que nos separa, permítame hacer un poco de pedagogía. Reitero que la metáfora de los animales extintos que usted utiliza sirve para referirse a cualquier manifestación cultural de cierta entidad en el panorama actual: cine, música, teatro, literatura y ópera, serían absolutamente inviables sin recursos públicos. La ópera en concreto, aunque financiada con dinero de todos, efectivamente, está paradójicamente al alcance sólo de ciertas clases que poseen el suficiente poder adquisitivo para permitirse gastar 200 euros por butaca. Vamos, que se les paga el capricho a los ricos con dinero público. Tan subvencionado está Puccini o Verdi como Messiaen, sea consciente de ello. A los políticos españoles les importa un bledo la cultura, especialmente la música, en eso estamos plenamente de acuerdo, aunque diría que sobre todo a los de derechas, que suelen caracterizarse por su gusto retrógrado ¡qué casualidad, como usted! Otras cuestiones: mire, aproveche y asómese ahora al Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín, que es gratuito, y verá que su afirmación de que la creación contemporánea está ausente de las temporadas de conciertos no tiene fundamento (a vuela pluma le nombro a Ligeti, Henze, Lutoslawski, Berio, Boulez, Gubaidulina, Benjamin ...). Además de la frecuente inclusión de obras contemporáneas ¿me dirá usted también que la reacción entusiasta del público ante la interpretación de esas partituras es falsa, no? Me parece muy bien que le importe un bledo la música contemporánea, allá sus gustos y usted se lo pierde, pero por favor no extienda sus juicios al resto de los oyentes. En cuanto a la existencia de ciclos específicos dedicados a la creación contemporánea, como la de los museos de arte contemporáneo, por otra parte, responde asimismo a una determinada coyuntura histórica. Perdone que le insista con los condicionantes históricos a un veinteañero como usted, pero la creación de un repertorio musical dominado principalmente por obras del pasado es algo bastante reciente y ha tendido a establecerse relegando la creación actual ¿Le suena de algo que Mendelssohn “redescubrió” a Bach en el siglo XIX, o que los últimos cuartetos de Beethoven fueron recuperados a comienzos del siglo XX? En las décadas o siglos que transcurrieron desde su composición esas obras, que hoy parecen tan frecuentes y "normales", fueron exclusivamente patrimonio de los compositores, no del público, que sólo escuchaba la música de su propia época. Por otro lado su más bien tramposo argumento se podría aplicar asimismo a la denominada música antigua, a la que también se le dedican conciertos monográficos. Sea consciente de que lo que usted denomina “ciclos normales” ¡me encanta por otro lado como se eleva a sí mismo como paradigma de la normalidad! está exclusivamente conformado por un reducido listado de partituras fechadas entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XX. Me sorprenden unos gustos tan conservadores en alguien tan joven, la verdad. En todo caso le veo completamente impermeable a la interesante interrogación abierta por Carrascosa. Los juicios recogidos a propósito de las obras de Beethoven, que hoy nos parecen tan delirantes, son exactamente análogos a sus maximalistas afirmaciones con respecto a la música contemporánea. Ni más ni menos. Saludos y no envejezca usted tan rápido, es una lástima.
EliminarDe Mesiaen, la única obra posterior a 1960 que se programa (de guindas a brevas) es Des Canyons aux étoiles. "Las obras de Messiaen" parecen ser el "Cuarteto para el fin del tiempo" y la Sinfonía Turangalila. San Francisco de Asís no está en repertorio. La puso Mortier allá donde iba, pero es una rareza. De modo que aunque Messiaen muriese en 1992, de "ontemporáneo" sólo tiene la estricta cronología, porque en lo que respecta a música programada, poca y de hace muchas décadas, aunque compusiera casi hasta el umbral de la muerte.
EliminarA la música antigua se le dedican ciclos ad hoc porque ni al público ni a los promotores de conciertos les gusta mezclar orquestas modernas con orquestas de instrumentos de época, de modo que la razón es completamente distinta a la de la música "contemporánea". Los ciclos de conciertos "normales" son los que se llevan haciendo un siglo. Los que tienen público, los que llenan las salas sinfónicas. También los de música "antigua" llenan. Los de música "contemporánea" se hacen en salas de cámara y no llenan. Que la Filarmónica de Berlín programe alguna obra "contemporánea" entre la avalancha de obras del XIX y primera mitad del XX dice poco de la presencia de la música contemporánea. Es como el "cupo" que se cuela entre Mozart, Beethoven, Brahms, Bruckner... Y sucede en Berlín porque sus últimos dos directores han sido Rattle y ahora Petrenko, que poco dicen en el gran repertorio y gustan de explorar otros territorios, en los que poco se les puede cuestionar (aparte de que les guste). En los ciclos de otras grandes orquestas, salvo el estreno anual de rigor (el "impuesto revolucinario") para hacer la consabida "performance" (estreno y olvido), el repertorio es XIX y primera mitad del XX. Por mucho que uno mire las temporadas de las grandes orquestas del mundo, la presencia de la música "contemporánea" es testimonial. No llega ni al 10%. ¡Menudo triunfo!
El precio de una localidad es independiente de la programación. No mezcle cosas. Claro que una butaca para una función de ópera se puede poner más barata si hay subvención estatal (o privada), pero eso es así tanto si se programa Verdi como si se programa Benjamin o Gubaidulina. La diferencia es que si se pone Verdi el teatro llena las 12 o más funciones que programe, mientras que si se programa una ópera contemporánea el teatro se las ve y se las desea para llevar público a las 6 o menos funciones programadas. En definitiva, su argumento es falaz. Si los conciertos de pop-rock no requieren subvención es porque se hacen en recintos con 4000 o 5000 personas y las entradas son caras. Se hace una vez y se llena. La música clásica requiere patrocinio (o subvención), pero es obvio que programar Beethoven o a Verdi no es lo mismo que programar a un compositor actual. En el primer caso el público está encantado. En el segundo, salvo para una minoría, es el "Impuesto revolucionario" que debe pagar por escuchar una sinfonía del siglo XIX, que es lo que le gusta. Y si le parece que estoy elevando mis gustos a la categoría de "normales", no pretenda que lo "normal" es lo suyo, que sería lo minoritario. Me limito a actuar de notario. A consignar lo que veo. Y tengo mis dudas de que la tendencia vaya a cambiar. Como las tengo de la existencia de esas grandes obras maestras que somos incapaces de detectar en la creación actual.
Por cierto, comparto su aversión a la música de Marco o Sánchez Verdú, pero no les identifico como representantes exclusivos de la música contemporánea, sino más bien como compositores mediocres que han medrado en el panorama patrio. Más saludos
EliminarBueno, mi ¿joven? contertulio. Aunque me temo que es usted tan "viejuno" como yo. Veo que sus respuestas para justificar su más que evidente y generalizado desdén hacia la música contemporánea son cada vez más extemporáneas (permítame el juego de palabras). Que si Petrenko o Rattle no dirigen bien el repertorio y para disimular ¡! optan por obras contemporáneas, que si solo se programa el Messiaen anterior a los 60, etc...
EliminarParece, por un lado, incapaz de incorporar en sus argumentaciones la propia construcción de un repertorio ¡esa dificultad para incorporar condicionantes históricos en nuestras reflexiones!
Lo que usted tampoco me discute, porque es evidente, es que toda la cultura, absolutamente toda, está subvencionada, no solo la música contemporánea. Aunque parece que lo asume, a su pesar, al decirme que "El precio de una localidad es independiente de la programación". Su querido repertorio está tan subvencionado como su denostada creación contemporánea. Y diríamos que estupendo ¿por qué iba a estar subvencionada la tauromaquia, numerosos deportes, etc, y no la cultura? Por otro lado, tampoco pretendo considerar mis preferencias como las referenciales, faltaría más. Tan solo, y con ello me despido por completo, me limito a considerar que su actitud, trasladada a comienzos del siglo XIX, hacia los últimos cuartetos de Beethoven se incluye perfectamente entre la de "esos rostros de los oyentes mientras escuchaban una obra [el Cuarteto op. 135] incomprensible y aburrida". No tenga complejos ni vergüenza y asúmalo. Para usted, como para ellos, cualquier tiempo pasado fue (siempre) mejor.
Es usted de esos que, cuando se quedan sin argumentos, recurren al "ad hominem". Empezó haciedo cábalas sobre mi edad. Luego deslizó sibilinamente una mención política. Ahora me traslada al siglo XIX... ¿Qué vendrá después? En cambio, después de mencionar a Messiaen como compositor de musica "contemporánea" (porque murió e 1992) y frecuentemente programado (falso), no me ha rebatido cuando he dicho que, salvo "Des Canyons aux étoiles", de lo poquísimo que se programa de Messiaen no hay nada anterior a 1960, y casi diría 1950. Al final pasará como con Schoenberg, Stravinsky y Bartok, que hay aficionados que aun considera su música "contemporánea".
EliminarY sí, claro que el concierto o la ópera requieren subvención, pública o privada, porque son espectáculos caros. Pero de nuevo se anda usted por las ramas mezclando las cosas para confundir. Se subvenciona esos espectáculos para que el precio de las entradas sea asequible. Pero el repertorio con mayúsculas siempre tendrá público, mientras que la creación contemporánea (de hoy, no del Messiaen de 1950) apenas lo tiene. Mantenerlo es una especie de ecologismo cultural. Pero ya me dirán que interés tiene patrocinar una obra que se interpreta el día del estreno y cae inmediatamente en el olvido. El argumento de la construcción histórica, del tiempo, es el clavo al que se aferran los defensores de esas manifestaciones que no interesan salvo a unos pocos. Siempre claman que con el tiempo eso cambiará. Pero pasa el tiempo y no sucede nada. Boulez, Stockhausen, Carter, incluso Berio o Xenakis apenas se oyen en las salas de concierto. "Le marteau sans maître" tiene ya 65 años; "Pli selon pli" casi 60. ¿Y de Stockhausen? ¿Qué se programa de Stockhausen? ¿O de Scelsi? ¿o de Sciarrino? ¿o de Lachenmann? ¿o de Holliger? Nada. Si me apura, se los conoce porque están en la Wikipedia, no porque su música se escuche en las salas de concierto.
Un poco de humor, hombre, que el primero que se ha autocalificado de viejuno he sido yo. Desgraciadamente lo que debemos asumir, a pesar de todos aquellos a los que nos interesa la música llamémosla clásica (tengamos unos gustos u otros) y que participamos en este blog (por cierto, gracias sr. Carrascosa por acoger estos diálogos) es que todo lo que tiene que ver con ésta (discos, conciertos, representaciones) es un reducto minoritario... y envejecido. Sólo hace falta mirarnos entre nosotros al acudir a una sala de conciertos. De todos modos me sigue sorprendiendo de dónde surge semejante animadversión hacia la música contemporánea ¡ha debido usted tener la mala suerte de haber sido obligado a escuchar la integral sinfónica de Tomás Marco durante varios días seguidos! Saludos
EliminarPara Richard Wagner y Oswald Spengler la novena sinfonía de Beethoven es una de las más grandes creaciones musicales del genio humano, sino la más grande. Pero éste último la pifia al escribir en su best seller, "LA DECADENCIA DE OCCIDENTE", que la ópera "Tristán e Isolda" fue la última obra maestra.
ResponderEliminarComo se observará, nadie está exento de errores o falta de lucidez. Tampoco es feliz la siguiente frase atribuida a Toscanini: "EL MEJOR CRÍTICO QUE CONOZCO ESTÁ MUERTO."
El crítico es esencial en la vida musical. Y como en todos los ámbitos, los hay buenos y malos.
Es muy normal que los genios sean imcomprendidos y sólo sean apreciados tras su muerte. Beethoven tuvo bastante éxito en vida, algo que no le ha ocurrido a todos los músicos...o pintores, escritores, arquitectos, etc...
ResponderEliminarNo hay una estrecha correlación entre el talento de un compositor o de algunas obras con su inclusión en el repertorio habitual de los conciertos. Tampoco la hay entre la aceptación o no de una obra por la mayoría y su mayor o menor mérito artístico.
ResponderEliminarSi pudieran comparar las discotecas por aficionados resultaría seguramente una concentración de obras distintas en cada grupo. Seguro que en las discotecas de muchos de uds. hay obras que no tienen otros aficionados. Y si no estuviera el CD seguramente muchos aficionados ni olerían la música antigua.
Piensen en los libros. A Kant lo leen muy pocos. O el Ulises. No digamos a Platón. No tiene casi nada que ver el valor con la difusión.
La música tomó un derrotero difícil cuando abandonó lo tonal y cosas similares. Webern es muy bueno, pero nunca será popular. En ese derrotero es aún mas difícil apreciar el valor de la música moderna. Empieza a ser cosa de especialistas, no de aficionados.
Kant y Platón fueron filósofos. Decir que los lee poca gente es como decir que poca gente lee un tratado de matemáticas. Una cosa es una obra ("técnica") de una rama del pensamiento (Platón se puede disfrutar perfectamentee; no ofrece grandes dificultades de comprensión) y otra una obra artística, que no se supone creada para que la disfruten cuatro personas instruidas. El ejemplo del "Ulises" de Joyce sí lo considero apropiado. Se puede leer, gustará o no... Ahora bien, "Finnegans Wake" es un experimento infumable, comparable a muchas obras de música "contemporánea".
Eliminar"Empieza a ser cosa de especialistas, no de aficionados."
Exacto, un reducto subvencionado de profesionales y esnobs.
Muy buena, Bruno, su similitud con otras disciplinas. Si aplicamos el argumento de la popularidad o del público al cine, es evidente que cualquier producto hollywoodiense es mejor que Welles o Kurosawa. O Ruiz Zafón mejor que Handke o Beckett n el ámbito de la literatura. Lo que no entiendo de la gente a la que no le gusta la música contemporánea es que estén tan empeñados en cuestionar de manera generalizada su validez, como si se tratara de una "tomadura de pelo" que dura ya cien años. Es algo muy común en España, también por parte de "intelectuales" que hacen gala de su ignorancia y de su desprecio hacia la música contemporánea. Percibo en esa actitud, que suele caracterizarse por una especial acritud, una especie de mal gestionada prepotencia intelectual ¡cómo puede ser bueno algo que yo no aguanto!
ResponderEliminarBeethoven ya sabía que era un adelantado a su época. Cuando Schuppanzigh, el violinista, le comentaba la desfavorable acogida de uno de sus últimos cuartetos, Beethoven contestó: "No importa, no lo escribo para ellos".
ResponderEliminarLos testimonios que recoges son muy interesantes, casi todos del siglo XIX. Spohr, cuya música es buena pero Mozart y Haydn 30 años atrás la hubieran encontrado convencional, es lógico que no sintonizara con la 9ª. Wieck, por su parte, debió ser mejor profesor de piano (de su hija Clara) que crítico, y del mismo modo que rechazaba a Schumann (como músico y como yerno) tampoco debía sintonizar mucho con la estética beethoveniana, está claro...
Luego hay un "anti-beethovenismo" del siglo XX, quizás un poco por esnobismo, como a todo el mundo le gusta Beethoven....pues a mí no. Debussy por ejemplo (probablemente por anti-germanismo); también insultó la música de Mendelssohn, pero de Bach decía que contiene "toute la Musique", con él ya no se atrevió. Artur Rubinstein tocaba más los 5 Conciertos que las Sonatas -la Hammerklavier la tuvo poco tiempo en repertorio y a la fuerza-y decía que la música de Beethoven tenía "muchas imperfecciones" [sic] comparada con su amado Chopin; quizás por reacción a Schnabel, (judío de Galitzia como él), que era super-beethoveniano y anti-chopiniano (Schnabel, con bastante guasa, decía que Chopin era "el genio de la mano derecha") y también por oposición a Kempff (recordemos que Rubinstein y Kempff tuvieron el mismo maestro, Heinrich Barth, que del alemán hizo un gran beethoveniano mientras que Rubinstein acabó por romper con la docencia de Barth).
Pero el summa cum laude del antibeethovenismo yo creo que se lo lleva Stravinsky, que en los pedantes y arrogantes libros de (supuestas) conversaciones con Robert Craft se despacha a gusto: dice aquello de que Beethoven y Wagner son los 2 compositores más sobrevalorados de la historia de la música, dice que "Dios concedió a Bellini el don melódico que negó a Beethoven", y se escandaliza de que las obras más apreciadas sean la 5ª Sinfonía, el Emperador, el Concierto para violín, etc etc. En el fondo, un viejo malcarado y resentido que se escandalizaba de que Vivaldi (del que decía que escribió el mismo concierto 400 veces) vendiera muchos más discos que él.
Eso sí, al final de su vida Stravinsky apreciaba mucho los Cuartetos (o no se atrevía a despotricar de ellos)
En fin, la mejor frase sobre Beethoven, la de Billy Wilder. " Los austríacos son unos genios, han convencido a la Humanidad de que Hitler era alemán y Beethoven era austríaco".
Muy bueno, y muy interesante todo lo que dices. Conocía la última frase, pero no sabía que era de Billy Wilder.
EliminarLas obras buenas de Stravinsky se pueden contar con los dedos de una mano, nunca mejor dicho, son cinco: La consagración, El pájaro, Petrushka, la sinfonía de los Salmos y la historia del soldado.
ResponderEliminarSalvamos quizás al Concierto para violín?
Albert
Albert: esas cinco son justamente para mí las obras verdaderamente grandes de Stravinsky, ¡qué coincidencia de gustos! Y sí, a un nivel algo más bajo se situaría, junto a algunos otros pocos títulos, el Concierto para violín.
EliminarMe permito incluir un texto de Alejo Carpentier de 1953 que creo que viene muy al caso, tanto para testimoniar la modernidad del Beethoven final como para documentar la reacción de cierto tipo de público que se ha manifestado también en este debate. Pertenece a “Ese músico que llevo dentro”, que recoge las numerosas críticas musicales escritas por el gran literato cubano:
ResponderEliminar“Ustedes conocen, tal vez, la deliciosa historia: hace unos diez años, el eminente director de orquesta y teórico René Leibowitz daba un concierto en la Sala Gaveau de París, al frente de una orquesta de cuerdas. n el programa figuraban, lado a lado, tres fragmentos de la Suite lírica de Alban Berg y la Gran fuga opus 133 de Beethoven. Al consultar el programa, antes de salir al estrado, Leibowitz vio que por error de imprenta, la obra atonalista de Berg había sido situada antes que la de Beethoven, en comienzos de audición. Como esto resultaba contrario a sus intenciones, el director dio las órdenes oportunas a sus músicos para que comenzaran por la Gran fuga. Por lo demás, Leibowitz estaba convencido de que el público reconocería la mano de Beethoven desde el principio… Pero cual no sería su sorpresa, al observar que, ante la partitura más singular y profética del maestro, los oyentes daban muestras de desaprobación. Y no se había alcanzado la parte central de la obra cuando medio público estaba protestando ante las “locuras” de aquella “música ultramoderna”…”
Saludos cordiales
La discusión sobre la bondad y calidad de la música que se ha compuesto en los últimos años es un tema muy interesante que podría ser objeto de discusiones interminables. Sin duda, todos los argumentos que se han puesto de manifiesto tienen su parte de verdad. Como mero aficionado, me permito apuntar:
ResponderEliminar1/ Tras las dos Guerras, en todas las artes se ha primado "la individualidad". No es importante hacer buenas obras y que gusten, sino tener "voz propia".
2/ El arte, en general, y la música no es excepción, ha estado sujeto a controversias enormes manejadas por determinados grupos de críticos. Hay toda una discusión inacabable sobre "qué es arte" (recordemos la lata de conservas con la "mierda del artista".
3/ En esa búsqueda de lenguaje personal, muchos artistas han llegado a planteamientos absurdos.
Leía en una biografía de Alma Mahler que se reencontró con un músico en California (creo que Schoenberg) quien le preguntó su opinión sobre su última obra. Alma Mahler le contestó que no había logrado entenderla tras tres audiciones, y él, algo molesto, le respondió que él mismo (el compositor) había precisado de más de 40 audiciones para entenderla completamente.
4/ Algo de culpa tiene el sistema de subvenciones. Búscate unos amigos que tengan buena mano en los medios de comunicación y te hagan la ola, y a vivir que son dos días. Claro, que eso no sólo ocurre con el arte.
5/ Esta fragmentación de la música, con la desaparición de las "escueles" más o menos nacionales, hacen que el aficionado medio tenga muy difícil acceso a "lo bueno" que seguro lo hay. Es difícil que alguien te pueda guiar con ese balance que supone que alguien, que conozca lo que se hace y tus gustos propios te pueda decir en relación a la música actual "escucha este CD nuevo, que merece la pena".
A modo de ejemplo, leí una crítica positiva de un CD de Gubaidulina y lo compré para escucharlo. Mi sentimiento fue que era la mejor música para serrucho que he escuchado nunca. A lo mejor en otra ocasión me acerco a la música de Gubaidulina, pero probablemente dedique mi tiempo a otros autores que me gustan más.
6/ Por último, que ya he estado bastante pesado, la música clásica ya "asentada" tiene esa ventaja para el público medio: uno puede ceñirse al "Opus" establecido con garantías razonables de no equivocarse. Se puede perder muchas cosas buenas o muy buenas, pero las ya "asentadas" lo es´tan por algo.
Un caso más sangrante que se me ocurre es Haydn, uno de los más grandes (en mi opinión) y cuya obra se vende bastante mal.
En fin, pinceladas para un debate que, es lástima, no se puede hacer en torno a una mesa y un buen vino.