BEETHOVEN:
Concierto para piano y orquesta nº 5 en Mi bemol mayor, op.73 “Emperador”
El llamado “Emperador”, esbozado en 1808 y
completado al año siguiente, es el quinto y último de los conciertos compuestos
por Beethoven para “su” instrumento, el piano. Aparte de éstos, había escrito
como es bien conocido sólo un Concierto para violín, y el “Triple”,
para piano, violín y violonchelo. Ningún otro concierto, para ningún otro
instrrumento o combinación, fue ultimado posteriormente por Beethoven. Aunque sí iniciado, ya que en 1816 comenzó
otro Concierto para piano en Re mayor que pronto abandonó.
El sobrenombre “Emperador” no fue puesto, con
toda seguridad, por su autor, sino probablemente por el constructor de pianos y
compositor J.B.Cramer, quien se limitó a declarar que el Op.73 de
Beethoven era como “un emperador entre los conciertos”. Observación mucho más
acertada que el título a secas que le ha sobrevivido, que no es muy feliz, a no
ser que se aplique a su carácter enérgico y grandioso. De ningún modo sería
admisible si se pensara en alusión a Napoleón, a quien Beethoven había dejado
completamente de admirar por entonces (todo lo contrario) y que, por si fuera
poco, era el responsable del asedio y la posterior toma que sufrió Viena
precisamente cuando Beethoven estaba componiéndolo*. Si el compositor hubiera
reflejado la situación que le rodeaba y su propio estado de ánimo, habría sido
de cariz muy diferente, pues se tenía que refugiar en los sótanos de su casa e
incluso ocultaba la cabeza entre almohadas, para que los disparos no hiriesen
sus maltrechos oídos. Frente a la invasión, Beethoven reaccionó en principio
con una indignación que fue transformándose en honda tristeza. Y más tarde dijo
que “se había sentido rodeado de gente salvaje que no hablaba más que el
lenguaje de las armas y actuaba de modo miserable”.
Pero Beethoven, por fortuna, era capaz de abstraerse
por completo de las circunstancias de su entorno, y se sumía en lo que estaba
componiendo con asombrosa independencia: de lo contrario, no habría podido tal
vez redondear con coherencia muchas de sus creaciones. Es más, raro es el período
en el que no componía simultáneamente varias obras, que casi siempre eran de
talantes diversos, y hasta opuestos. Actitudes que no significan en absoluto
insensibilidad o apartamiento de la realidad, sino saber y poder sobreponerse a
ella.
Es curioso, por lo anómalo en él, que Beethoven estaba
en 1809 trabajando a la vez en tres obras en Mi bemol mayor, su tonalidad más
asociada a lo “heroico” (y no sólo por ser la de la Tercera Sinfonía):
además del Concierto op. 73, el Cuarteto op.74 (“de las arpas”) y
la Sonata para piano num. 26 (“Los adioses”). Obras que tienen además en
común su ambición formal y unos propósitos innovadores. Pero al mismo tiempo se
entregaba también a piezas más intimistas y de ambición mucho menor, como las Sonatas
24 y 25 y los 6 Lieder op. 75.
Aunque ya en los primeros esbozos para el Quinto
Concierto se leen frases anotadas por Beethoven como “Canto de triunfo para
la lucha”, “Ataque” o “Victoria”, esta obra no es en su redacción definitiva
especialmente luchadora o “dramática”: más que el heroísmo de la lucha, expresa
el aplomo y la seguridad del triunfo sobre la adversidad; es a fin de cuentas
una grandiosa expresión afirmativa, con todo un movimiento final de exultante y
enérgica alegría. Aunque se aprecian numerosos rasgos personales ya en los
conciertos Segundo (el op. 19, cronológicamente el primero) y Primero
(el op. 15, compuesto en segundo lugar), estas obras son en buena medida
deudoras de la música de sus dos grandes predecesores, Haydn y Mozart. Todavía
el Tercer Concierto, op. 37, parte de algunos de Mozart (los núms. 20
y 24, sobre todo), pero ya no podría haber sido firmado por el autor de Don
Giovanni, a no ser que hubiese vivido más tiempo.
El Cuarto, op. 58, es la primera obra
beethoveniana del género absolutamente personal y absolutamente genial.
Beethoven podría haber dado por concluido en él su “camino hasta la perfección”
que solía emprender en cada uno de los géneros que cultivaba; camino a cuyo
final, una vez satisfecho de lo logrado, solía abandonar, para iniciar otro.
Sin embargo la composición del Quinto le interesó y le estimuló, ya que
era una obra de pareja perfección pero de carácter muy diferente. Aunque no se
pueda afirmar que “supera” al precedente, es tan distinto que su existencia,
sin reiteraciones, está más que justificada.
El primer movimiento, “Allegro”, es, junto al del Concierto
de violín, el más extenso jamás compuesto por Beethoven para cualquiera de
sus obras. Al igual que en el Cuarto, no hay una introducción orquestal
anterior a la entrada del piano, ya que éste toca desde el principio. Pero si
en el Cuarto entra como dictando a la orquesta un clima íntimo, recogido
y placentero, en el Quinto el solista irrumpe como imponiendo su
individualidad, como preludiando improvisatoriamente en diálogo de igual a
igual con los tres imponentes acordes de toda la orquesta. Anticonvencional a
la vez que riguroso, este amplio fresco que es el episodio inicial difiere por
entero de todo lo oído hasta entonces, pero no rompe regla alguna a la ligera,
ya que basa sus procedimientos en las raíces del Clasicismo, estilo que en sus
fecundos principios encierra todas estas posibilidades expansivas. Las ideas y
su desenvolvimiento son brillantísimas, audaces pero sensatas y de un
equilibrio arquitectónico admirable y hasta asombroso. El piano, cuya extensión
y gama dinámica se presenta más amplia que nunca hasta aquel momento (el
clavecín y los fortepianos quedan arrumbados), y cuyo virtuosismo es también
mayor que en todos los (buenos) conciertos precedentes, está en plena igualdad
de condiciones que la orquesta: no hay subordinación de uno a otro, y esta
equidad está también implícita en el propio plan estructural de la obra. El
virtuosismo que despliega el piano nada tiene en realidad de exhibición, sino
que es hasta “exigido” en su confrontación de igual a igual con una orquesta
rica, flexible y poderosa. Por ello mismo no tendría sentido una cadenza,
y así Beethoven llega “naturalmente” a la abolición de la misma, costumbre en
la que sería seguido por todos los grandes compositores que le sucedieron (con
la rara salvedad del Concierto para violín de Brahms). Beethoven compone
una brevísima a modo de cadenza que ha de tocarse obligadamente -sin
posibilidad de sustituirla por otra, improvisada o no- indicando expresamente:
“no se ponga una cadenza, sino pásese directamente a lo que sigue”.
El bellísimo “Adagio un poco mosso”, comparativamente
breve, es una lírica meditación en forma de sencillo lied, A-B-A: su carácter
contemplativo se opone de lleno al talante brioso de los movimientos que lo
flanquean. También su tonalidad de Si mayor (Do bemol, en realidad) está muy
alejada del Mi bemol. La sutil escritura pianística, de delicada ornamentación
que se anticipa a Chopin, se torna aún más exquisita en su delicado diálogo con
los instrumentos de viento madera. Sólo un compositor genial es capaz de
resolver la transición al tercer movimiento de modo aparentemente tan simple y
a la vez tan osado como cuando desciende de Si a Si bemol para tender un puente
mientras crea una singular atmósfera de expectación y misterio.
El piano es el que enuncia el tema del Rondó (“Allegro”),
pero éste revela su verdadera naturaleza con la explosiva y exultante entrada
de la orquesta. Un episodio, en forma de rondó-sonata, de desacostumbrada
longitud que jamás resulta repetitivo, y no sólo gracias a hallazgos tan
sorprendentes como el diálogo entre piano y timbales inmediatamente antes de la
bulliciosa y contundente conclusión.
A diferencia de los anteriores conciertos, Beethoven
no pudo estrenar éste: su creciente sordera no se lo permitía, y así fue
interpretado por primera vez, con gran éxito, en la Gewandhaus de Leipzig el 28
de noviembre de 1811, siendo Friedrich Schneider el solista y Johann P. C.
Schulz el director. Dos meses y medio más tarde, el 12 de febrero del año
siguiente, fue presentado en Viena por el célebre virtuoso, discípulo del
compositor, Carl Czerny. Así comenzaba la andadura del concierto pianístico que
más influiría en el género a lo largo de todo el siglo XIX.
*La
primera grabación que conocí de este Concierto, en LP, la de Jakob
Gimpel y Rudolf Kempe, tenía como portada a Napoleón: craso despiste, por
tanto.
DISCOGRAFÍA
1938 Koch Moiseivitch/OFilLondres/Szell 20’06+7’58+09’22 6/4
1940 CSO Josef
Hofmann/OSinfChicago/HansLange 18’56+7’52+09’35 6/5
1951 EMI E.Fischer/OPhilharmonia/Furtwängler 20’31+7’49+10’17 8/5
1952 RCA Horowitz/OSinfRCAVictor/Reiner 18’57+8’30+09’37 6/5
1952 EMI Gieseking/OPhilharmonia/Karajan 20’05+7’50+10’18 7/5
1953 DG Kempff/OFilBerlín/Van
Kempen 20’31+7’50+10’39 6,5/5
1957 EMI Gilels/OPhilharmonia/Leopold
Ludwig 19’33+9’08+10’14 8/6
1957 RCA Rubinstein/OSinfAir/Krips 20’12+8’24+09’44 7,5/6
1957 Testament Arrau/OPhilharmonia/Klemperer 20’43+8’09+10’10 9,5/5
1958 Decca Curzon/OFilViena/Knappertsbusch 19’53+8’17+10’31 6/6
1958 EMI Jakob
Gimpel/OFilBerlín/Kempe 21’28+8’13+10’40 7,5/6,5
1959 EMI Arrau/OPhilharmonia/Galliera 20’28+7’48+10’43 7,5/6
1959 Decca Backhaus/OFilViena/Schmidt-Isserstedt 19’41+7’19+10’33 5,5/6
1961 Philips Casadesus/OConcertgebouw/Rosbaud 19’50+6’34+10’27 5,5/6,5
1961 Sony Fleisher/OdeCleveland/Szell 19’22+8’25+09’37 6/7
1962 DG Kempff/OFilBerlín/Leitner 20’15+7’36+10’35 6/7
1962 Sony R.Serkin/OFilNuevaYork/Bernstein 19’33+8’45+09’59 8/6,5
1963 Mercury Bachauer/OSinLondres/Skrowaczewski 19’41+7’36+10’19 4/7
1964 RCA Rubinstein/OSinfBoston/Leinsdorf 20’06+7’42+09’53 7/7
1965 Philips Arrau/OConcertgebouw/Haitink 20’30+8’05+10’40 7,5/7
1966 Sony Gould/OSinfAmericana/Stokowski 22’03+9’23+11’14 7,5/7,5
1968 EMI Barenboim/OPhilharmonia/Klemperer 22’55+9’00+11’06 10/7,5
1968 EMI Gilels/OdeCleveland/Szell 20’08+8’56+10’25 7,5/7
1969 AS Michelangeli/OSinfRadSueca/Celibidache 20’30+8’28+10’42 9/6
1973 Decca Ashkenazy/OSinfChicago/Solti 20’40+8’21+11’04 8,5/8
1974 Decca Larrocha/OFilLosAngeles/Mehta 20’39+8’11+10’22 7,5/8
1974 ASltus Michelangeli/ONacRTF/Celibidache 19’45+7’26+10’24 8,5/6
1975 RCA Rubinstein/OFilLondres/Barenboim 22’44+9’28+11’06 9,5/8
1978 Philips Brendel/OFilLondres/Haitink 20’57+8’30+10’27 7/7
1978 EMI Weissenberg/OFilBerlín/Karajan 20’37+9’16+10’05 6,5/7,5
1979 DG/*DG Pollini/OFilViena/Böhm 20’23+8’04+10’13 8,5/8
1980 Decca Lupu/OFilIsrael/Mehta 20’32+7’26+10’25 8,5/8
1982 DG Michelangeli/OSinfViena/Giulini 20’24+8’36+10’52 9/7,5
1984 Decca Ashkenazy/OFilViena/Mehta 20’37+8’08+11’11 8/9
1986 Philips Arrau/StaatskapelleDresden/CDavis 20’58+8’27+11’08 8,5/9
1986 Decca Larrocha/OSinfRadioBerlín/Chailly 21’16+7’53+10’55 8/9
1987 EMI Barenboim/OFilBerlín/Barenboim 20’55+8’39+10’25 9,5/8,5
1988 Decca Ashkenazy/OCleveland/Ashkenazy 21’08+8’10+10’59 8/9
1992 DG/*DG Zimerman/OFilViena/Bernstein 20’45+9’07+10’46 9,5/9
1994 DG Pollini/OFilBerlín/Abbado 20’29+7’48+10’35 7/9
*1994 TDK Barenboim/OFilBerlín/Abbado 20’55+8’10+10’18 9/8
1997 Teldec A.Schiff/StaatskapelleDresden/Haitink 20’53+8’15+10’37 8/9
1999 Philips Uchida/OSinfRadioBávara/Sanderling 20’55+8’18+10’32 7/7
1999 EMI Brendel/OFilViena/Rattle 20’54+8’18+10’35 7/8
2004 Alpha Schoonderwoerd/Cristofori 21’15+6’41+10’46 2/8
2007 DG Grimaud/StaatskDresden/Jurowski 20’09+8’05+10’04 8,5/9
*2007 EuroA/Dec Barenboim/StaatskBerlin/Barenboim 20’57+8’09+10’25 10/9
2008 EMI Kissin/OSinfLondres/CDavis 21’53+9’53+10’02 9/9,5
*2012 CMajor Bronfman/OConcertgebouw/Nelsons 20’05+7’37+10’07 9/9,5
2015 DG Li/OFilBerlín/Harding 20’10+8’18+10’07 7/9,5
*2017 BR Barenboim/OSinfRadioBávara/Jansons 22’15+8’05+11’22 9/9
2019 DG Lisiecki/AcademyStMartin/Tomo
Keller 20’18+7’54+10’03 7/9
2020 HMundi Bezuidenhout/OBarrocaFriburgo/Heras 19’40+6’34+10’12 2/9
2021 DG Zimerman/OSinfLondres/Rattle 20’59+8’21+10’23 8/8
2021 DG Buchbinder/OFilViena/Muti 20’20+7’10+10’00 7,5/8
Muy interesante el Concierto Emperador de Glenn Gould y Leopold Stokowski, publicado por Sony en varias ediciones. Más ortodoxo de lo que cabría esperar. Muy espontáneo (movimientos grabados del tirón, con pocos ensayos).
ResponderEliminarProcuraré escucharlo.
EliminarNo me esperaba esto de la versión de Gould y Stokowski, despaciosa y desmenuzada hasta el extremo. No reconozco al pianista que masacra las tres últimas Sonatas de Beethoven. Frasea con amplitud y buena línea, si bien su sonido no es muy beethoveniano, y algo monocorde su pulsación; tampoco parece capaz de cantar las frases más “líricas”. Solo en alguna ocasión se entrega a la exhibición de velocidad. En cuanto a Stokowski, tampoco lo reconozco: con una orquesta que no es gran cosa, analiza a fondo hasta los menores detalles la partitura, resaltando algunos que no se suelen oír. En todo caso, tampoco suena por lo que solemos considerar beethoveniano. Pero no saca de los pies del plato en momento alguno (que es lo que suele hacer).
EliminarEstimado Angel. Gracias por su estupendo comentario acerca de este concierto y sinceramente coincido con sus preferencias. La de Arrau/Klemperer pasan los años y ahi sigue sentando cátedra. Me atrevo, si me lo permite a completar con Gilels/Ludwig mas por pianista que por director, Chang/ Stutzmann, Fleischer/Szell, Subdin/Vanska, Buchbinder/Muti y Giltburg/ Petrenko. Aunque ninguno de ellos desbanca por así decirlo a la trilogía de Arrau, Barenboim, Michelangeli, acompañados de cerca por Bronfman y Zimermann que usted bien indica. Abrazos
ResponderEliminarMuchas versiones que desconozco, a escuchar. ¡Hay tantísimas, que seguro que se me escapan algunas valiosas o interesantes!
EliminarUn trabajo, como de costumbre, en el que siempre hallamos nuevos descubrimientos. Le agradecería su opinión sobre la grabación de Gilels con Leopold Ludwig, editada por EMI creo que el año 1957.
ResponderEliminarEl piano de Gilels es, como de costumbre, muy impactante. Pero, para mi gusto, en el 1er. mov. se precipita un poco. Los dos movs. restantes me han gustado mucho. Correctísimo Leopold Ludwig, sin alcanzar la genialidad de un Klemperer. En todo caso, era una versión a conocer, que me ha gustado algo más que la de Gilels/Szell.
EliminarHay bastantes versiones de Gilels tocando el Emperador en directo. Entre ellas, destaco la publicada por el sello Orfeo con Karl Böhm y la Filarmonica Checa en 1971. Viene acoplada con la cuarta sinfonía de Tchaikovsky marca de la casa.
EliminarPor cierto, también tengo por ahí grabada una versión con Barenboim y Celibidache.
No sé si la conoce...
Muy buena, don Ángel y compañía. Como dijo Jack, 'vayamos por partes'. En primer lugar, y una vez más, inmensamente agradecido por su estupenda publicación. Sobre lo del sobrenombre, 'Emperador', en algún sitio yo había leído algo sobre el comentario de un granadero a la salida del estreno, y no precisamente en relación con Napoleón (posiblemente alguien se lo invento). Y ahora, yo también soy más del 'Cuarto', es más diré una locura (ya estoy en edad de poder decirlas, no sólo pensarlas), también soy más de la 'Cuarta'. Tengo entendido que los historiadores dicen que fue la sinfonía que más veces dirigió en su vida un tal Furtwängler, que creo sabía un poco de esto de la música en general y BEETHOVEN en particular, (digo yo, que por algo sería). Y volviendo al concierto, nadie pondrá en duda que es estupendo, grandioso, y el segundo movimiento una maravilla maravillosa. Creo que se habla poco sobre algo fundamental en la orquestación de Beethoven, y es el absoluto equilibrio de las familias instrumentales, sin el típico predomino de las cuerdas, y esta composición es todo un ejemplo paradigmático. Y con respecto a la discografía coincido plenamente con sus referencias, y con más de quinientas versiones hasta el momento, creo que ya están cerca de las seiscientas, si faltan algunas importantes seguro que las personas que se acercan hasta este fogón serán tan amables de recordarnolas. Por cierto, no creo en los milagros, pero lo de Klemperer y Barenboim con la Philharmonia, allá por el 68, a veces me hace dudar. Salud, paz, sonrisas y saluditos... :)
ResponderEliminarEs cierto que la versión de Gilels y Szell, toda esa integral en realidad, ha sido siempre polémica. Siempre ha dado una impresión similar al famoso Triple de Beethoven con Richter, Oistrakh, Rostropovich y Karajan; es decir, que entre todos no terminaron de entenderse para componer algo del todo coherente. Incluso muchos admiradores de Szell suelen preferir el otro ciclo de este director, el que grabó con Leon Fleischer.
ResponderEliminarRespecto a lo de Stokowski y este concierto, no puedo opinar de forma exacta porque no he escuchado esta versión con Gould, pero Stokowski era capaz de hacer cuando quería buenas versiones, más o menos ortodoxas, de obras de Beethoven o Brahms. (pienso por ejemplo en una Segunda de Brahms con el Concertgebouw que divulgó el sello RCO que es bastante sensata). Y tampoco aplicaba “su” receta a muchas obras contemporáneas que él divulgó, (pienso ahora en su tempranísima versión de la Sinfonía número 13 de Shostakovich). Como siempre, hay que escuchar caso por caso…
Es cierto que Stokowski podía ser, cuando quería, un director excelente y hasta sensato, aunque ya sabemos de su tendencia a las excentricidades y personalismos injustificados. Lo que no podremos negarle es la cantidad de obras contemporáneas que estrenó y difundió: Ives, Varèse, Rachmaninov, Schoenberg, Henze, etc.
EliminarPor cierto, que cometí un error en el comentario anterior. Por supuesto, me refería a la Sinfonía número 11 de Shostakovich. La número 13 tardó bastante tiempo en conocerse en Occidente, (incluso con el texto censurado que se utilizó en las primeras grabaciones, el régimen soviético la consideró demasiado comprometedora…).
ResponderEliminarSabía que lo habían hecho juntos, pero desconocía que hubiese grabación. ¿Está accesible?
ResponderEliminar¡Gracias!
ResponderEliminarNo, no he sido capaz. A ver si un amigo me ayuda a conseguirlo... Ese de Michelangeli/Celibidache sí que lo vi hace algún tiempo.
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