No todos los que me enseñaban me parecía que tuviesen razón
En el ámbito de mi
afición a la música, he tenido que lidiar con opiniones que me llegaban desde
diversos libros y personas mucho más conocedoras que yo, pero que a menudo me
resistía a aceptar.
Mis primeras escuchas
fueron en Radio Jaén, que, cuando yo era un adolescente, tenía un programa
semanal de música clásica (¡!) gracias al cual conocí mucho repertorio. Quien
presentaba ese programa citaba los títulos de las obras que íbamos a escuchar y
sus intérpretes, sin más comentarios. Pero había una llamativa excepción:
cuando dirigía Toscanini, añadía una coletilla: “dirigido por el gran
Arturo Toscanini”, o “el insigne maestro Toscanini”, y otras de esa índole.
Pero hete aquí que yo, que ya había oído hablar maravillas de Furtwängler
y tenía algunos LPs suyos, empecé a indignarme con lo del gran y el insigne
director italiano. “¡Pero si esta Sinfonía “Heroica” o esta Sinfonía
“Pastoral” me gustan mucho menos que las de Furtwängler!”, me decía a mí
mismo. O sea, que muy pronto empecé a desconfiar.
Recuerdo también que me
presentaron por entonces a un pariente lejano del que había oído decir que
“sabía mucho de música clásica”. Pero hete aquí que en el encuentro con él
trató de convencerme de que, mientras más grande fuera la orquesta para la que
componían, eran músicos mucho mejores. Así que me espetó que Ravel era
superior a Beethoven, que Mahler era mejor que Bach, etc.
Aquello me pareció tan burdo que me alejé de esa persona, no sin antes decirle
indignado que “entonces, cualquier Cuarteto de Mozart o de Beethoven (ya
conocía algunos) valían menos que Los planetas de Gustav Holst”.
¡Lo siento, no me colaba!
Pocos años después, ya en
Madrid, me encontré con algunas personas de las que aprendí mucho. Pero de las
que no acepté todo. Así, una en particular afirmaba que Bach era
enormemente superior a Haendel, que Mozart era infinitamente más
importante que Haydn, que Schumann superaba con mucho a Schubert,
que Chopin no era nada del otro jueves, que Brahms le daba sopas
con honda a Bruckner y a Wagner, etc. Por lo (generalmente no
mucho) que conocía de todos esos compositores, esas ideas no cuadraban con mis
impresiones. Sí, me volví -por suerte- un escéptico. No me podía fiar de
quienes sabían más que yo por el mero hecho de ello.
Otra persona que también
era un erudito musical trató de convencerme de que Vladimir Horowitz era
el más grande pianista del que existían grabaciones. Y no, no coló. Otro
veneraba a Jascha Heifetz, del que yo tenía un par de discos que no me gustaban un pelo. Otro más
afirmaba que el mayor intérprete de Bach al piano era Glenn Gould.
Tampoco podía darle la razón, pues ya había descubierto a Rosalyn Tureck.
Es cierto que quizá me
fiaba de mis gustos personales más de lo debido, pero al menos esta actitud
algo soberbia permitió que me forjase unos gustos personales, en música y en
interpretación musical.
También leí que el gran
intérprete al piano de Beethoven era Wilhelm Backhaus, pero yo compré un
disco suyo que me gustó poco, y mucho, en cambio, Claudio Arrau. Otro
crítico al que conocí detestaba a Richard Strauss, cuyos Don Juan,
Till y Zaratustra a mí me entusiasmaban… Otra persona más trataba de
convencerme de que Stravinsky era tan grande como el que más de los
grandes maestros; pero a mí me decía, me transmitía mucho más Béla
Bartók (su Música para cuerda, percusión y celesta por Van Beinum
fue para mí una tremenda revelación). Esa persona también desdeñaba a Tchaikovsky
y a Dvorák, a Grieg (autor de un “cursilón” y “empalagoso” Concierto
para piano, afirmaba, pero su grabación por Arrau y Dohnányi me fascinó desde
el primer momento), a Sibelius (muy sobrevalorado, decía, aunque no
tanto como Rachmaninov), a Albéniz, Granados y Falla…
en fin, que comprendí con claridad que no podía fiarme de todo lo que leía u
oía, por muy notables que fueran quienes expresaban esas opiniones.
Y aquí estoy, con gustos
que a menudo no cuadran con los más extendidos. Por suerte, algunos de esos tópicos, abundantes hace unas décadas, han sido desterrados.
Pues que sepa que no es el único. Aunque mi proceso fue un poc más de "conversión". Y, en gran parte, gracias a vd. desde las contraportadas de algunos LP, y algunos artículos de Ritmo. Recuerdo y guardo en fotocopia un artículo en Ritmo sobre Klemperer, director del que no tenía ni idea: me abrió los ojos de una forma nueva hacia Beethoven y otros compositores. Fui a buscar como loco, y solo la encontré en casete la Misa Solemnis de Beethoven por Klemperer y me quedé boquiavierto, pues la conocía bien por otros directores, fue un auténtico descubrimiento. A partir de ahí comencé a ser crítico...
ResponderEliminarMe ha gustado la lectura de esta entrada en tu blog. Me ha parecido interesante conocer algunas vivencias que han ido marcando la formación de un profesional, en este caso de la crítica musical. Me quedo con la última frase: “Y aquí estoy, con gustos que a menudo no cuadran con los más extendidos”.
ResponderEliminarEl gusto personal depende de muchos factores: genética, personalidad, experiencia personal, emociones, cultura… y lo que puede gustar a una persona puede no ser del agrado de otra, sin que eso signifique necesariamente que tenga más o menos calidad. Creo que sería más adecuado decir “esta interpretación me gusta más” en lugar de “esta interpretación es más buena”
Me gusta leer a los críticos musicales y les agradezco su trabajo porque me sirve de guía para disfrutar más del placer de la escucha. Algunas veces coincido con sus opiniones (casi siempre), otras veces, no. De lo que sí estoy seguro es de que escuchando varias versiones de cada obra musical llego a entenderla mejor y sobre todo a disfrutarla más.
Esa interpretación de van Beinun contiene uno de los crescendos mas claros, y tremendos, del tercer tiempo que he escuchado.
ResponderEliminarLos gustos con los intérpretes depende mucho de las primeras versiones que uno escucha y de los intérpretes que va conociendo. Uno coteja mucho lo que escucha con la versión que conoció. También resulta que si no indaga mucho puede desconocer la existencia de otros intérpretes.
Que yo recuerde Toscanini tenía mas discos en el mercado que Furtwangler al principio. Y su manera de hacer música era el estándar. Creo que Furtwangler quebró la tendencia con su 9 de Bayreuth.
Respecto a los compositores resulta que han tenido diferentes caminos hacia el éxito. Recuerde que Argenta fué el que introdujo al "pesado" de Brahms en España. Sobre los 50. Sibelius apenas se interpretaba. En el caso de Bruckner, aparte de la dificultad de sus primeras escuchas, las orquestas se aterrorizaban. Necesitaban trompas que pudieran con la partitura. Mahler ya sabemos que primero fué proscrito. Ambos compositores no eran fáciles de grabar hasta los 65. Como Mahler es mas "fácil" le ganó la carrera a Bruckner que sólo en estos tiempos es apreciado. En esto de los compositores cada nación tiene su historia propia.
Strqavinsky es mucho mas fácil de escuchar, por lo general, que Bartók. Sobre todo en las obras famosas.
En fin, que es muy interesante comparar compositores, apreciar su valor y luego disfrutar de las diferentes lecturas de la misma obra. Ya comenté que esto es como leer un libro por distintos locutores. Las palabras son las mismas pero el resultado distinto.
La obra de arte siempre es la misma pero es distinta según se mire, se lea o se escuche.
Las primeras versiones que uno escucha de una obra pueden marcar, sobre todo si son muy buenas. Pero hay melómanos a los que les cuesta salir de ellas, y dicen no encontrar ninguna mejor. Algunas de las primeras grabaciones que yo conocí de obras que adoro no me dejaron huella, y las olvidé hace tiempo: así, por ejemplo, una Sinfonía "Pastoral" por Willem van Otterloo o una Sinfonía "Inacabada" por Sir Malcolm Sargent. Pero conozco melómanos que seguirían pensando que esas primeras versiones que escucharon siguen siendo insuperadas. Tal vez eso explique que, por poner un ejemplo, algunos wagnerianos no han pasado en sus gustos de los años 50 del pasado siglo. O quienes afirman que desde hace medio siglo no han aparecido cantantes verdaderamente grandes.
EliminarOtras primeras interpretaciones tienes la suerte de que siguen pareciéndote ejemplares (y estoy seguro de que lo son). En mi caso, por poner dos ejemplos: el Concierto para violín de Beethoven por Menuhin y Furtwängler o la Quinta Sinfonía de Mahler por Barbirolli.
La música está para ser feliz, y a la felicidad se llega por elección propia. En mi opinión, todo aquel que ayuda en este proceso es digno de alabanza. Evidentemente los músicos, creadores y ejecutantes e interpretadores, pero también maestros, críticos y divulgadores. Este blog es una clara muestra, así que, para mí, el señor Carrascosa es un hacedor de felicidad. A la felicidad propia se llega por tomas de decisiones que forman nuestro criterio; cada uno tiene el suyo, y me parece tonto renunciar a ese derecho y someterlo al gusto de un tercero. Si al alguien le gusta más un cuarteto de Bartok que de Beethoven, Klemperer que Harnoncourt, una ópera de Verdi a un oratorio de Handel, no se le puede reprochar nada si la opinión es honesta. Ahora un juicio más arriesgado: a mi me parece que la vida tiene que vivirse con pasión. La hace más rica y llevadera. Y me hace más feliz la discrepancia, aún expresada de manera demasiado entusiasta, que la uniformidad. Se puede aprender y disfrutar hasta del radicalmente equivocado! Gracias copiosas por su blog.
ResponderEliminar¡Gracias!
EliminarAquí el asunto principal, como bien dice David Hurwitz en su canal de YouTube, tan querido por nosotros, es el lema con el que termina todos sus vídeos: “Keep listening”, (seguid escuchando). Es decir, con independencia de lo que tú leas a un crítico o en un libro de Teoría Musical, tú tienes que hacerte tu propia opinión, escuchar a unos y a otros. La experiencia que más me enseñó a apreciar eso fue cuando compré la versión de la Sonata en Si menor de Liszt de Yundi Li. Había leído una crítica exageradamente elogiosa de esa versión en no sé qué revista, (no sé si era Ritmo o Scherzo), que la equiparaba con la de Zimermann. Pronto entendí que no era una versión especialmente destacable, y me ratifico en que cualquier oyente que la escuche podrá ver hasta qué punto esa valoración de Yundi Li es exagerada. Y esto lo escribo yo, que considero que Zimermann nunca fue primerísima opción para esa obra en concreto, (prefiero a Arrau, Barenboim, Gilels, Richter, incluso Horowitz en los setenta, antes que Zimermann…, y Yundi queda muy por detrás de todos ellos, claro). Afortunadamente, ahora uno puede permitirse ese tipo de errores: si te metes en la plataforma de streaming que sea, puedes escuchar la interpretación que quieras y, si no te gusta, lo único que has perdido es el tiempo…
ResponderEliminarNo es una cuestión de enorgullecerse de tener unos gustos “alternativos”, sino de escuchar mucho y así conocer cada vez más. Y siempre conviene tener a un conjunto de críticos musicales “de referencia”: de unos harás caso de la mayor parte de sus valoraciones, y en el caso de otros, harás lo contrario de lo que sugieran. Pero sólo hay una cosa clara: si escuchas, conoces; y si conoces, tienes criterio. No hay más.
Mi afición a la música clásica empezó en los 90. Al principio leía revistas como Scherzo, Ritmo o CD Compact, pero pronto entendí que el verdadero criterio es el de cada uno. La escucha y experiencia propias jamás podrán ser sustituidas por una opinión ajena, por muy sesuda o informada que sea. Por eso me gustan los artículos que aportan datos objetivos, que me hacen aprender sobre música. Sobre lo "mala" o "buena" que es tal o cual versión, paso de largo: me voy a Spotify y lo compruebo por mí mismo.
ResponderEliminarYo también me he tragado lo mío de música seleccionada con criterios que hoy no comparto. Obras, compositores, estilos y grabaciones. A veces es la mercadotecnia, disfrazada o no de críticas en revistas, y otras veces las propias críticas desinteresadas. No digo erróneas, sino que ahora no comparto. Simplemente. Hay muchos ejemplos. Por ejemplo, Scherzo seducía con algunos críticos que tenían una experiencia incomparable (Fernando Mayo era un caso), lo que no necesariamente les llevaba a recomendar con criterios correctos. Nada es negro o blanco. Yo aprecio todavía hoy las recomendaciones wagnerianas de Fernando Mayo, pero creo que no distinguía bien entre tipos de lectores, y que atendía sólo, quizás, a lectores de cierta edad (como la suya) y con experiencia. Otros críticos eran un horror y sus recomendaciones (véanse aquellos números especiales recopilatorios) no hay por dónde cogerlas. Pero podía pasar también en Ritmo.
ResponderEliminarCon el paso del tiempo, la experiencia y una perspectiva diferente, más distanciada, mis gustos han evolucionado más hacia aquellos fundamentados en una valoración más "objetiva" (escuchar sin prejuicios, y a poder ser a ciegas), es decir, los de algunos críticos de Ritmo, por expresarlo con generalidad y siempre con muchos matices y notas personales.
Eso sí, hay me mantener despierta la curiosidad. Las opiniones que desafían las creencias de uno son estimulantes. Las ideas se tienen, en las creencias se está, que decía Ortega.
Por tanto, totalmente de acuerdo con la entrada del blog.
¡Y gracias por todo!
Es una suerte que ustedes puedan distinguir entre interpretes buenos o malos de una obra musical. A mi me gusta la música clásica, pero no soy capaz de apreciar si el intérprete, cantante o el director de orquesta es bueno o regular. ¿Falta de oído musical? Quizas sea falta de inteligencia musical.
ResponderEliminarA mí me parece que usted también podrá distinguir entre dos interpretaciones, escuchándolas atentamente seguidas. Y podrá reconocer si una le gusta o le convence más que la otra.
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