Infumable Leonore
Han llegado a mi poder
(gracias, una vez más, a uno de mis más incansables proveedores de música, en este caso Ignacio Fernández Bargues) tres
filmaciones recientes de óperas de diferente valor, pero que he visto y
escuchado con interés. Está bien rescatar alguna vez Leonore, aunque solo sea para reafirmar la enorme ventaja que sobre
ella tiene la versión definitiva, Fidelio.
No solo esta es acertadamente más concisa, sino que además las versiones
finales de varios de los episodios que se mantienen mejoran ostensiblemente.
Hay alguna grabación de audio más que notable (Blomstedt), pero esta versión
montada por la Ópera Estatal de Viena en febrero de este año 2020 ha sido francamente
decepcionante. La batuta del checo Tomás Netopil (n. 1975) no ha sobrepasado la
corrección, y no siempre.
De la escena (a cargo de
Amélie Niermeyer) prefiero no hablar: es uno de los ejemplos más nefastos que
recuerdo en cualquier ópera. Yo me pregunto: si tergiversan el libreto hasta
los extremos que aquí, ¿no sería mejor que escribiesen una obra teatral original, y así dejen de atentar contra el
gran Beethoven y contra sus solo discretos libretistas?
En la elección del elenco
vocal tampoco ha estado muy fina la venerable institución, aun comprendiendo la
dificultad de encontrar a cantantes que conozcan o estén dispuestos a
aprenderse estas partes. Pero, francamente, la Leonore de Jennifer Davis, una
cantante mil veces calante, no es de recibo. Algo lírico, como Florestan es muy
estimable el tenor Benjamin Bruns. El más sobresaliente ha sido, a mi parecer, Rocco:
el antes excelente barítono-bajo Falk Struckmann (uno de los mejores Pizarros
que recuerdo), ahora instalado como bajo (como tal ya le había escuchado una
formidable interpretación del Rey Marke en el Acto II de Tristán).
Notables la Marzelline de Chen Reiss y el Jaquino de Jörg Schneider.
Inaceptable el Pizarro de Thomas Johannes Mayer, actor además pasadísimo de
rosca, e irrelevante el Don Fernando de Samuel Hasselhorn. Imposible sacar
adelante esta desigual ópera con estos elementos tan dispares. Me alegró
comprobar cómo el público decidió que "¡hasta aquí podíamos llegar!"
y recibió con estruendosas protestas al equipo escénico. Un público
acostumbrado, en este y otros tantos teatros, a recibir con excesiva
condescendencia tropelía tras tropelía.
Rusalka cuajada de buenas
sorpresas
Por las mismas semanas
representaba la misma casa una, en conjunto, sobresaliente versión de la obra maestra
operística de Dvorák, un título que debería representarse más a menudo, tal es
su maestría y cuántas sus bellezas. ¡Menuda diferencia entre aquella rutinaria
batuta en Leonore y la de esta ocasión, a cargo de un espléndido Tomas
Hanus, que debutaba en ese coliseo! Puso bien de manifiesto la verdadera altura
de este título, con una certera comprensión estilística del compositor checo.
La Orquesta, siendo la misma, parecía mucho mejor que en la primitiva ópera
beethoveniana.
He experimentado el placer de
conocer a una soprano de primer orden, Olga Bezsmertna, a la que no conocía.
Tampoco, a la soberbia contralto Monika Bohinec en el papel de Jezibaba. Y he
podido confirmar la enorme valía de la mezzo dramática Elena Zhidkova como
Princesa extranjera. No tanto me ha gustado el bajo Jongmin Park, algo engolado
y hueco, como el Duende acuático. Y aún mejor que en su blu-ray del Met en 2014
Piotr Beczala como el Príncipe: uno de los mejores trabajos que le haya
escuchado al tenor polaco, ahora con la voz más llena. Sin parecerme
irrespetuosa, tampoco me ha gustado gran cosa la puesta en escena de Sven-Eric
Bechtolf.
Ejemplar Porgy
and Bess en el Met
También es de comienzos de
este año la representación retransmitida de la ópera negra americana por antonomasia, espléndido logro de los Gershwin.
Con una vistosa y totalmente cabal escena de James Robinson -tampoco esta ópera
admite, me parece, experimentos- y una soberbia batuta, la de David Robertson (n.
1958), mucho tiempo vinculado a la Sinfónica de St. Louis y estupendo conocedor
de lo que aquí se trae entre manos. Aunque con algunos leves altibajos, la
maestría e idoneidad de la mayoría de los cantantes es patente: el gran
bajo-barítono Eric Owens como Porgy, la espléndida soprano lírica ancha Angel
Blue como Bess, y un par de agradabilísimos descubrimientos: Golda Schultz
-maravillosa en "Summertime"- y Latonia Moore, Serena, aplaudidísima
en sus arias "My man's gone now" y “Oh, doctor Jesus”: creo que
estamos ante una mezzo lítrica de fuste. Muy destacado también Alfred Walker
como Crown, mientras creo que no está a la altura Frederick Ballentine como
Sportin’ Life.
Espléndida tanto la labor de
la Orquesta como la del Coro, que no es el habitual puesto que todos sus
componentes son negros. Muy bien movidas las a menudo numerosísimas personas que
llenan el escenario. La versión con los mismos dos protagonistas del título y director
musical ha sido publicada en CD; ojalá se haga otro tanto con esta versión en
DVD/Blu-ray. El éxito de la función fue abrumador.
Disculpen que no es el tema, pero recién me entero y con gran asombro, de que la señora Jennie Resnick vda. de Bernstein sobrevivió a su hijo, Leonard "Lenny", por dos años. Tenía 94 años cuando murió en 1992.
ResponderEliminarEse Porgy lo escuché hace unas semanas en directo en RC y me gustó bastante, aunque reconozco que es una ópera (¿y musical en parte?) en la que me cuesta entrar. A ver si te pueden pasar en DVD grabado como sea el Street Scenes de Weill en el Real de hace unos meses. Lo he visto hace poco y me ha parecido un espectáculo total y fascinante...cuídate, no te constipes.....
ResponderEliminarLatonia Moore estuvo aquí, en Telde, el 14 de diciembre. Es maravillosa: excelente cantante y gran persona. Estoy deseando ver ese Porgy and Bess.
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